Viana se había excusado de sus actividades de la tarde alegando que tenía asuntos privados que atender, lo que ambas sabíamos que significaba pasar tiempo con Bo, así que me tomé el atrevimiento de no ir al taller de costura, sino que tomarme la tarde libre. Intentaba que ese asunto no me molestara, pero no podía evitar sentirme desilusionada ante la actitud de poco cuidado que estaba tomando la señorita, no hacia el príncipe, a quién nunca amaría, sino a Elián, quien evidentemente amaba a Bo como a nadie, y quien no se merecía que lo trataran de esa manera.
Tenía más suerte calmándome si enfocaba esa rabia hacia Bo; sabía que no era exclusivamente su responsabilidad, pero ¿por qué se había casado con un hombre al que no tendría pudor de engañar tan sólo unos meses después? ¿Acaso no sabía la suerte que tenía? Me parecía imposible que no estuviera al tanto del buen partido que era Elián, que no sólo era extremadamente apuesto, sino que era un hombre elegante, responsable, atento, reflexivo y cariñoso. Y eso era únicamente lo que yo misma había sido capaz de notar en él en las contadas ocasiones que habíamos compartido, de seguro había mucho más allí, cosas a las que sólo Bo podía acceder, y ella estaba tirando todo por la borda por alguien que no sólo estaba muy fuera de su alcance, sino que jamás podría reciprocarle lo que sentía sin tener que esconderse. Pero claro, a alguien como ella no le importaba poner a Viana en peligro, ni hacer añicos el corazón de su esposo. Tenía que hablar con él, no soportaba saber lo que sabía y no hacer nada al respecto. Además, el día en que el príncipe Hiro me había aventado el té, la princesa me hizo el ofrecimiento de irme con ella a Chiasa, y a pesar de que el día se acercaba rápidamente, todavía no había sido capaz de darle una respuesta, y sentía que alguien como Elián podía ayudarme a tomar la decisión correcta.
Aún era temprano para el almuerzo de los cadetes, pero me había sentado a las afueras del gimnasio donde entrenaban a esperar que saliera para pedirle hablar con él. Incluso le había traído algunos bocadillos, para que no se quedara sin comer por culpa mía. Bajo mis pies la nieve se había derretido casi por completo, pero hacía un frío que calaba los huesos, y que de paso estaba terminando de matar las hojas de los rosales a mi alrededor. Si decidía irme, sería una de las últimas veces que vería este lugar, tendría que dejar el único hogar que había conocido para siempre, y aunque irme no parecía una ida especialmente atractiva, quedarme atrás sin la única amiga que había conocido no era una opción mucho más llamativa. Definitivamente tendría que pensármelo bien.
—¡Lily! —me saludó Elián cuando me vio al salir por la puerta, se veía cansado, pero de muy buen humor— ¿Cómo estás?
—Congelándome —bromeé—. ¿Estás ocupado? Pensaba que quizás podrías hacerme compañía —le mostré la canasta que llevaba—, te traje algo de comer.
—Muchas gracias —sonrió—, estaría encantado. ¿Te parece si vamos a una de las glorietas para resguardarnos del frío?
—Suena perfecto.
—Genial. Espera, ponte esto —dijo dándome la gruesa capa de su uniforme—, puedes devolvérmela cuando lleguemos allá.
—Gracias —dije yo, aceptando el brazo que me ofrecía. Esperaba que los pensamientos no contaran como pecar, o resultaría ser igual de culpable que Viana.
Elián devoraba su comida, hambriento después de varias horas de entrenamiento, mientras yo lo esperaba balanceando mis pies que no tocaban el suelo. Me había entrado la duda sobre si debía decirle lo que había visto o no. Antes de verlo estaba segura de que era lo indicado, pero al encontrarlo de tan buen humor había comenzado a pensar que quizás no era el momento adecuado. Hacía varias semanas que lo veía cada vez más sombrío y desanimado, mientras que en ese momento lucía alegre, incluso radiante, y todo eso desaparecería apenas abriera la boca. Y si podía ser honesta, no estaba segura de que mis intenciones al revelarle
la verdad fueran del todo nobles, ya no podía mentirme y decir que no me gustaba Elián, que no atesoraba los momentos con él, que no recordaba cada noche como sus manos se sintieron entre las mías y luego en la parte baja de mi espalda. Sabía perfectamente que no era posible que nada existiera entre él y yo, principalmente porque si me iba con Viana, jamás lo volvería a ver, pero también porque no parecía ser la persona que le miente a la persona que amaba. Y si había algo que tenía claro, era que a Bo la amaba como a nadie más, tan sólo bastaba con mirarlo, siempre cerca de ella, siempre atento a sus movimientos, y aunque me dolía decirlo, la dinámica entre ellos era fantástica, se sentían tan cómodos el uno con el otro que me destruía mirarlos. ¿Cómo podía yo tomar ese lugar? Es por eso mismo, pensé apretando mi falda, que no puedo entender porqué Bo le haría algo así.
—¿Ocurre algo? —me preguntó Elián, dejando el termo con café a su lado—. Pareces molesta.
—Lo siento, no pretendía hacerte sentir incómodo —me disculpé.
—No —apuró—, no me refería a eso. No me haces sentir incómodo, tan sólo estoy preocupado por ti.
—Lo cierto es que tengo que contarte algo —admití, nerviosa de mirarlo a los ojos—. Algo grave, algo que quizás no quieras oír.
—Sólo dímelo —pidió, y puso una mano sobre mi hombro—. Incluso si es algo malo, prefiero oírlo.
Está bien, pensé. Es lo que él quiere.
—Bo está engañándote —dije rápidamente. Lo único que quería era sacármelo de adentro—