Cupido Otra Vez

Capítulo 33

—Y si sabía que su padre maltrataba a su madre en casa, ¿por qué no denunció? —preguntó el defensor. 

Mi mirada se desvío al hombre sentado a unos metros del estrado.  Nos unía nuestro cabello rubio, el ADN y quien sabe cuantas cosas más, pero en ese momento, para mí era un desconocido. 

—Mi mamá me pidió que no lo hiciera. 

—¿Y por qué le obedeció sabiendo lo que significaba? 

Mordí mi labio. 

—Porque era débil —confesé. 

—¿Podría explayarse un poco más? 

Inspiré profundamente y busqué la mejor manera de expresar mi punto. 

—Los primeros años era una niña, no podía hacer mucho, mi papá era quien tenía el control.  Cuando crecí, solo se volvió una rutina que debía soportar, aunque eso no significa que me gustase. —Guardé silencio, antes de llegar a la parte más difícil—, pero esa noche, cuando lo vi amenazar a mi mamá con el rifle todo cambió, una chispa se encendió dentro de mí y acabé actuando por impulso.  Mi mamá tuvo miedo de que la gente me acusara, sobretodo mi hermana, no quería que me vieran como una potencial homicida y yo misma acabé envuelta dentro de sus temores. 

—Ese día, ¿cómo se enteró que su padre había vuelto a la casa? —preguntó. 

—Mi prima me llamó para alertarme. 

—¿Y cómo fue que acabaron tan lejos? 

Por suerte, ya había ensayado mi respuesta. 

—Mi mamá estaba en los nogales, así que le dije a mi prima que huyera en esa dirección, cuando pude ponerme de pie yo también llegué, ayudada por mis dos amigos, Fran y Henry.  Me cuesta recordar los detalles debido a la contusión. 

El abogado asintió y observó los papeles sobre su mesa. 

—La testigo, Francisca Saez no se presentó hoy a prestar su declaración, ¿conoce el motivo? 

Mi cuerpo entero se congeló.  No tenía preparada una excusa, ni siquiera me había imaginado que podían preguntarme el paradero de Fran. 

—La pregunta no es pertinente —intervino el fiscal, salvando mi pellejo. 

—Ha lugar el reclamo —resolvió la jueza—, continúe. 

Contesté un par de preguntas más y por fin, fui libre. 

Mi declaración era la última, mamá, Jane y todos los demás ya habían pasa por el tribunal, pero el procedimiento me impedía entrar a la audiencia antes de ser interrogada, de modo que no había podido tomarle el pulso al proceso personalmente. 

En cuanto abandoné la sala busqué un lugar tranquilo y marqué a Adrian. 

—¿Cómo está Fran? —inquirí.  Su silencio me hizo imaginarlo asomado por la ventana, con despreocupación.

—Esta tiesa —contestó. 

—Sí, pero, ¿crees que tenga problemas por no haberse presentado a declarar? —cuestioné. 

Aunque nos habíamos ocupado de cada detalle, incluyendo las coartadas para mis amigas, había olvidado la participación de Fran en los hechos.  Era obvio que la justicia iba a requerir su presencia, pero yo solo me había preocupado de decirle a sus padres que iba a quedarse en mi casa esta semana para terminar un proyecto, una excusa tan mala que jamás habrían pasado de no ser por nuestros años de amistad.  Al menos Hedoné tenía la precaución de llamarlos una vez al día para hacerse pasar por ella y decirles que todo iba bien, mientras pasaba el resto del día fingiendo ser Agnes.  De seguro sus padres ya habían notado que algo raro le pasaba a su hija, pues las personalidades de ambas no podían ser más diferentes. 

—No pueden apresar una roca —concluyó Adrian. 

—No será una roca por siempre —repliqué. 

—Sigue siendo una buena excusa. 

Sí, claro.  De los creadores de "el perro se comió mi tarea", llega: "no llegué a declarar porque me convertí en escultura". 

—Liz, yo... 

La voz de Henry me causó una impresión tan fuerte que rápidamente escondí mi móvil como si se tratara de una peligrosa arma. 

—Oh, eres tú —suspiré aliviada. 

—¿Qué sucede? —interrogó, frunciendo el ceño—.  Desde ayer estas muy rara y Fran parece haber desaparecido del mapa. 

—Tranquilo, no desapareció, solo que... ¿Has visto cuando ponen puntos de referencia en las cartografías? Por ejemplo, doblar en tal letrero, detenerse en aquel cruce, ese árbol o aquella... —Tragué saliva—. ¿Estatua? 

Procedí a darle una explicación rápida de los últimos acontecimientos, cuidando que ningún juez me escuchara y nos declarara a ambos en interdicción.   Su rostro fue perdiendo color a medida que me escuchaba e incluso hubo un momento dónde me pregunté qué clase de tonterías estaba diciendo. No obstante, a estas alturas, la lógica no era mi aliada. 



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En el texto hay: mitologia, amor, cupido

Editado: 30.05.2019

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