Damnare Vultus

Capitulo 10

La voz de alguien llamándome mientras mueven mi hombro me hace abrir los ojos.

Cubro mis labios mientras bostezo y luego veo a mi primo, que se esta estirando, muy incomodo, en su lugar.

- Ya llegamos -me levanto y salgo de nuestros asientos para sacar mi bolso.

Cuando ya estamos fuera del aeropuerto y nos subimos al taxi lo primero que veo en mi celular son llamadas y mensajes, de mis padres. Luego el hecho de que mi línea móvil no funciona en Costa Rica.

- Aún estas adormilada, ¿no Laana? -despego mi vista del celular al escuchar mi nombre en los labios de mi tía, me mira con una sonrisa.

- Oh, si, ha sido un viaje largo -comento mientras apago el aparato, actualmente, inservible.

- ¿Algún mensaje del novio? -pregunta entusiasmada.

- Por ahora no... -le sigo el juego, no quiero molestarles el día con la noticia y tampoco es algo que quiera pensar mucho.

- Creí que lo invitarías...

- ¡Mamá! -grita Marcus, sus padres, y yo lo volteamos a ver, sorprendidos-. No seas chismosa, ya te pareces a Chris.

- No te atrevas a compararme con esa cosa chismosa -dice ella fingiendo indignación-. No le digas que dije eso -me pide y supongo que es alguien de la familia.

En ese momento mis tíos empiezan a hablar y yo miro a Marcus, agradeciéndole, él hace un gesto para restarle importancia.

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- Uy, Chris si va a preguntarte por el chico, ¿Samuel, verdad? Trata de evitar la ptegunta -dice como consejo dándome unas palmadas en la rodilla.

- Entiendo, gracias -digo amable pero ni siquiera sé quien es la mencionada.

Bajamos del taxi y yo saco mis maletas. Marcus me sonríe y señala el edificio que aparentemente es el hogar de mi abuela.

- Compró el departamento hace unos años -me cuenta mientras entramos a un ascensor.

Cuando las puertas se abren apenas puedo salir cuando siento unos brazos rodearme.

Miro a mi tía Ana muy confundida y ella sonríe, pero dudo que haya visto mi preocupación porque unos lentes oscuros cubren mis ojos.

- Estas toda alta -dice un hombre de cabello rubio, un poco más alto que yo, afirmo con la cabeza sonriendole-. Soy Chris... ¿Cristian? Tu tío -sus intentos, nulos, para que lo recuerde solo me hacen sonreirle de nuevo, apenada.

- La agobias -dice una chica un poco más joven-. Soy Laila, querida, me alegro de volverte a ver.

- Gracias... digo, igual, estoy emocionada -Christian entrelaza su brazo con el mío.

-¿No vinieron tus padres?.

- No, están ocupados -miento.

- Christian, no empieces con tus preguntas -dice Laila en un perfecto español y me cuesta unos segundos saber lo que dijo.

- Ay, mae, Laila cállate -dice con desdén, también en español y con una palabra que no logro reconocer.

- Nunca dejarán de pelear -dice una voz un poco baja y ronca, mi vista viaja hasta un señor mayor, de cabello gris-. Hola, Laana -extiende su mano hacía mi y yo la tomo.

- Hola señor -me sonríe con cariño y me jala un poco hasta que me acerca para abrazarme.

- Igual a tu madre -me dice con dulzura, sus manos se apoyan en mis mejillas y sonrío-. Vamos adentro -me invita a pasar y miro a mis tíos, extrañamente nerviosa.

Veo a varias personas en la sala del lugar, él cual es enorme, yo sigo el paso del señor mayor que me lleva, tras dejar mis maletas en la entrada.

Llegamos a lo que parece ser el comedor y me encuentro con una mujer mayor, de cabello claro, aún no blanco, que habla con unos niños.

Ellos al verme, se voltean a verme y empiezan a susurrar algo.

- ¿Qué pasa? -pregunto en mi idioma natal, irlandés y me miran raro-. ¿Qué? -digo ahora en español y sonríen.

- ¿Porqué usas lentes? -dice el niño curioso.

- Bueno... -trato de responder en su idioma-. Los necesito.

- Pero estamos bajo techo -dice la niña, burlona, cuando mi cerebro logra analizar lo que dijo, respondo.

- Oh, si, claro... -vuelvo a decir en irlandés y me los quito pero no volteo a ver a nadie.

Los niños se ríen divertidos y salen corriendo del lugar, vuelvo a ponermelos con las manos temblorosas.

- Ven, aquí, dale un abrazo a tu abuela -miro a la señora que me habla y yo me acerco despacio-. Tranquila, linda, que no muerdo -me asegura y cuando me abraza me da unas palmadas en la espalda-. ¿Me entiendes?

- Si -digo cuando me separo de sus brazos, me habla en español-. Algo así... -no puedo evitar responder en mi idioma la última palabra y me sonríe.

- Me alegra que estés aquí, ¿dónde están tus hermanos? -palmea mi mano, antes de levantarse, aparentemente, emocionada-. Y mis hijos, esos chiquillos se han desaparecido años con mis nietos, me deben una disculpa.

- Ellos... -ella es más rápida al moverse que yo al pensar en como responderle sin equivocarme-. No vinieron.



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En el texto hay: angeles, demonios, cadena

Editado: 06.03.2019

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