Damphyr

1.2 Una decisión difícil.

Una decisión difícil.

Cuando yo era niño, solía creer que la vida algún podría ser mejor para mí en un futuro cercano… Estaba equivocado.

Por una sola vez en mi vida desearía estar fuera de las rejas. Fuera de todo. Resultaba frustrante contar los días y entender que ya habían pasado cuatro años de mi vida dentro de la celda; desde el amanecer hasta el anochecer y una vez más hasta el amanecer. Era una clase de ciclo interminable en el que mi único momento fuera resultaba un tormento constante con el maldito entrenamiento de los diez golpes.

No dejo de pensar en el día que me dejarán libre, o sí realmente seré libre de nuevo.

Cuatro años es mucho tiempo.

Recuerdo que cuando llegué me notificaron que podría volver a casa; todo se resumía en una especie de contrato verbal en el que no se te explican las letras pequeñas donde te aclaran que jamás podrás irte, y al no conocer esa parte, no preguntas y por tanto se acaba uno quedando en lista de espera.

Mi cuerpo ya se encontraba mejor, pero en mi cabeza seguía resonando aquel trágico momento. Los graznidos habían resultado algo atormentador, una experiencia traumática como muchas otras dentro de aquel espacio. Perder el control no era lo peor de todo, sino ser un espectador de los instintos y la carencia. Eso si era algo asqueroso pues siempre era capaz de distinguir los sabores y texturas; ser capaz de ver y observar los eventos que ya no puedo controlar es algo sumamente asqueroso, pues solamente puedo tener el control una vez que el caos acaba.

Las ganas de devolver no se iban tan fácilmente, si pudiera, lo vomitaría. ¿Por qué no podía hacerlo? ¿Qué me detuvo a vomitar?

Tal vez era el hambre, tal vez se trataba de una crisis y solo era una cuestión de tiempo antes de poder recobrar el juicio. Sin embargo, vomitar aquello representaba el tener que vomitar también la comida de Ethan y quedarme con el estómago vacío.

La primera golpiza por parte de Ethan se dio la segunda noche luego de que llegué a la isla; no había entendido nada hasta que los dos primeros golpes se insertaron en mi estomago y mi rostro, plantándome sin más en el suelo arenoso mientras el impacto de su gancho derecho había perforado mis órganos, causando una hemorragia inmediata. Estaba seguro que moriría, pero en ese momento, fue Ethan quien me salvó, derramando algo de sangre en mi boca durante ese lapso.

-Gran parte de los inhumanos poseen la habilidad de la vitakinesis –argumentaba Ethan en algún punto del pasado–, el problema es que algunos requerimos del uso de sangre para que esto se active y podamos sanar. Es una suerte que tu cuerpo haga lo mismo y estaría en serios problemas.

Vitakinesis, también conocido como el poder de sanación. Cuesta trabajo creer en un mundo donde la medicina ya no es del todo necesaria para sanar heridas o enfermedades, pero como Ethan lo dijo: el costo a pagar es la sangre. Un precio demasiado alto.

No supe con exactitud en qué momento sucedió, pero mi cuerpo ya había sanado en su totalidad; la noche había caído y con ella llegó un nuevo día. Sin embargo, durante ese lapso no hubo un entrenamiento, al parecer, ese día Ethan no tenía ganas de jugar. Lo vi salir de su hogar; se dio permiso de mirar en mi dirección, y mi mirar hizo lo mismo para responder a él. No hubo un cruce de palabras, y tal vez era mejor así.

-No intentes nada –dijo.

-No lo haré.

Ese día en particular, Ethan desapareció en el camino de la isla. Jamás había viajado más allá de los doscientos metros a la redonda de la celda, pero según los comentarios de él, dicho camino guiaba a las zonas costeras de la isla donde se situaba un muelle de desembarque. No entendía porque asistía a ese sitio, pues no era algo tan común en él si se consideraba el hecho de que solo lo hacía cada tres o cuatro meses. Siempre regresaba con su mochila llena, por lo que en mi mente no dejaba de pensar en la posibilidad de que solamente asistiera para recolectar o que hubiese un almacén de provisiones. Las posibilidades eran infinitas.

No hubo desayuno, tampoco hubo comida. La mayor parte del tiempo me la pasé contemplando el océano y el cambio que éste tenía con el paso del tiempo. En un momento era más claro, en otros, más oscuro; la brisa cambiaba de dirección durante las mañanas y las tardes como si el océano siguiera al sol, era algo sin duda hermoso e interesante.

Rápidamente, el tono celeste del mar empezó a tornarse en un naranja rojizo, y luego rosa, y luego una vez más en naranja con destellos dorados que desaparecían conforme las olas iban y venían, pero esto luego vino acompañado de un azul más oscuro que trajo consigo un azul profundo aproximado al negro. Las estrellas esa noche no salieron, y en su lugar, una serie de nubes fue cubriendo el cielo nocturno y amenazando de manera inicial con una lluvia ligera, pero el sonar de los relámpagos estaba dejando en claro que no se quedaría así.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.