Damphyr

5.3. Captura al paso.

 

Captura al Paso.

Durante toda esa noche, supe que no me había desmayado.

Estaba dormido. Tal vez había excedido mis propios límites, pero a diferencia de las demás ocasiones, yo me mantuve consciente y aquel no fue más que un cansancio qué me arrastró a un sueño necesario. Y, sin embargo, a pesar de estar soñando, aún en mis sueños era capaz de contemplar aquel enlace de relámpagos blancos y negros qué dieron vida a aquella hermosa ave, pues, aunque solo fueron segundos –o tal vez menos que un segundo–, bastó para haber contemplado a aquella criatura alada descender hasta la mano de André.

Sentí su peso sobre mi pecho una vez que el sueño comenzó a alejarse de mi ser, y al abrir los ojos, dejé atrás el amplio y basto suelo de la isla para verme sobre la cama donde la noche anterior había estado Irina y en la qué justo ahora descansaba yo; al mirar de reojo, Irina seguía descansando realmente sobre la cama, con la excepción de que ella estaba sentada en un extremo de la misma y con medio cuerpo reposando contra la pared del faro. Las luces eran un tanto opacas, pero por la suave presión –y la silueta tan evidente– era claro que aquella ave estaba sobre mi, atenta a mí y mis movimientos pues su cabeza no dejaba de moverse ocasionalmente al tiempo que sus ojos se movían de la misma manera, hasta que finalmente, sus garras por debajo de su cuerpo comenzaron a deslizarse y arañar de forma un tanto superficial de mi pecho, dejando salir de su pico oscuro de un suave chillido antes de aletear y planear hasta un travesaño qué conectaba a las escaleras de aquel lugar.

-Jamás creí que vería a alguien capaz de extinguir, y mucho menso, consumir las llamas de los creados. Lo reconozco –confesó André mientras frotaba con su diestra de su hombro y cuello del lado opuesto–: eres alguien peligroso… Donald no parecía equivocarse contigo.

-Apuesto a que solo lo dices porque te corté el ala –expresé antes de poder sentarme y mirar a Irina–. Parece que la ha pasado mal –dije antes de tocar su brazo qué aún seguía sanando.

-No tanto como tú –señaló él.

Miré en su dirección y luego entendí de lo que hablaba, pues al no llevar el brazalete ni la playera, me fue posible mirar a lo largo de mi diestra múltiples quemaduras qué se habían vuelto en cicatrices con una forma similar a las heridas que antes tuve en mi pecho: ramificaciones oscuras que ascendían de forma más delgada hasta llegar sobre mi hombro. Suspiré, y finalmente decidí enfrentar a André sobre todo lo que quería saber, y de ser necesario, le arrancaría en la próxima vez de ambas alas si eso me daba respuestas.

-¿Qué son los creados? ¿Qué es eso en lo que te vuelves y, porque siendo tan fuerte, los vampiros decidieron destruirte?

-Haces muchas preguntas –contestó él.

-Ni tú, ni yo somos capaces de pelear hombro a hombro con alguien a quien no conocemos –dije al azar–, y te he demostrado que puedes confiar en mí, aún cuando eso no nos interese a ninguno.

-Y, si no necesitas confiar en mí, y yo no necesito confiar en ti, ¿Porqué debería contarte algo tan relevante? Dame una buena razón.

-Bueno, no sé si esta sea o no una buena razón –y guardé silencio, reflexionando un poco antes de ver de nuevo al ave, quién mantenía su vista fija en nosotros al mismo tiempo que un tenue brillo resaltaba en su plumaje–, pero creo que sé lo que significa no tener una segunda opción. Ser privado de nuestra libertad y, el no poder vivir con toda calma –y volví a suspirar–. Sé lo que se siente que te lo arrebaten todo –mencioné al apretar mi puño derecho y ver las venas resalta en mi piel una vez más–, y solo por ello es que… deseo arrebatarles todo a ellos. Ver como todo lo que han construido cae. Quiero recuperar lo que solía ser mi vieja vida.

Luego de eso, no supe si había algo más que pudiera decir o hacer. André movía sus manos sobre el brazalete para remover las piezas metálicas cuidadosamente hasta dejar el cuero realmente desnudo, y quemarlo hasta que no quedara nada para finalmente levantarse de su sofá, yendo a tomar una vieja casa para sacar de ahí algo diferente a un brazalete: se trataba esta vez de una especie de guante de color negro, y con un material parecido al cuero y a la vez al algodón por su apariencia tan frágil; le faltaban los dedos pulgar e índice, dejando únicamente el corazón, anular y meñique cubiertos. Sin embargo, tampoco me atrevía a llamarlo un guante debido a que luego de la muñeca, se extendía en una espiral del mismo material, aunque este se veía un poco más delgado, a decir verdad.

-Los creados existimos tal vez desde mucho antes que los humanos descubrieran la tecnología qué ahora conocen, tal vez desde antes de que las máquinas de vapor sugieran. No recuerdo mi vida anterior, pero si puedo recordar que antes de esto, yo estaba descansando finalmente en lo que la gente llama cielo, o infierno, Valhala… no sabría nombrarlo con exactitud, pero sé que estaba dormido –dijo él antes de poder empezar a tomar piezas más pequeñas del Destroyah y que comenzó a unir a través de pequeñas llamas qué lo fundían a aquel guantelete, si es que así le podía llamar–. Sin saber con exactitud qué sucedió, o cómo, desperté de mi descanso eterno y me vi rodeado por vampiros qué utilizaron magia antigua para traerme de vuelta. Desperté y descubrí qué esa apariencia de la qué tanto hablas al parecer era una habilidad propia de mi ser, y mi Crinos, por supuesto, era la proyección y control del fuego –dijo antes de colocar aquella ranura qué sostenía al Alkeis, pero esta vez contra la muñeca en lugar de la palma–, y luego, esos malditos me corrompieron. Sellaron mi alma en este cristal para que no necesitara dormir, o soñar. No comía, ni bebía. No había más que dolor en mi ser y por ello, no sentía más dolor en heridas qué el de mi alma pidiendo descansar. Creo que esta listo –dijo antes de lanzar aquel guantelete en mi dirección–. En fin… con el tiempo, me liberaron junto a otros como yo: creados al servicio de los Molbori para dominar a otras familias. Los vampiros nos llamaban a aquellos que lográbamos transformarnos en lo que ya sabes con el nombre de Baityll –dijo en un tono más sombrío mientras sus ojos volvían a cobrar ese brillo carmesí–. Nos decían dioses, pues podíamos hacer lo que otros vampiros no podían hacer al parecer, pero ¿Qué dioses viven como esclavos de sus fieles? A mi parecer, solo éramos peones capturados y utilizados por aquellos que solo ansiaban tener más, pero nuestro poder era tanto, que un día, algunos de mis hermanos decidieron quitarse las cadenas y atacar a aliados y enemigos. Nos condenaron a volver al descanso eterno: fuimos cazados por quienes nos crearon, pero lo que no supieron, es que no todos habíamos realmente muerto.




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