Darksouth lll: Buscando verdad y justicia

Capítulo 30

A medida que nos adentrábamos a la ciudad me sentía más ansiosa. Miraba espectante a mi alrededor esperando que de la nada frenara imaginándome un millón de posibles escenarios que me recordaran lo que alguna vez fuimos. Sin embargo, él sólo conducía. Al cabo de unos minutos el auto se estaciona en un vecindario abandonado, es como si nadie transitara por aquí, si me preguntan, no se donde estamos. Él se baja y rodea el auto para abrirme la puerta con una sonris que deja ver sus hoyuelos, los cuales, debido a su barba no había notado. Me bajo dudosa, y miro frente mío. 

— No entiendo— digo confusa. 
el saca un manojo de llaves y abre l vieja puerta de metal. Esta hace un chirrido al abrirse, se nota que ha estado abandonado por mucho tiempo, debido al polvo y suciedad qué hay en el piso. Entro detrás de él dudosa, y me sobresalto cuando enciende el interruptor de la Luz  Dejando ver su interior con más claridad. Es un viejo gimnasio . 

 

— Ven aquí— me dice y entra a lo que pareciera una oficina. él abre un cajón del escritorio de metal y saca un marco de foto— Mira.

En cuanto me lo entrega abro los ojos bien grandes. Somos él y yo junto a un enorme caballero. Los 3 riéndonos. 

— Lo siento, pero sigo sin entender–digo tratando de no sonar tan desposta.

—Aquí empezó nuestra historia Linda, aquí nos enamoramos.

Sus palabras se oyen cansinas y sin esperanza. Como si hubiera repetido tantas veces la misma frase que ya lo hace por inercia. Como si tuviera la certeza que todo lo que él diga no causará ningún efecto en mi. Pero no es así. En cuanto lo miro, me da vergüenza. No se porque. No es mi culpa, pero no puedo evitar sentirme así. Quisiera decirle que lo recuerdo, aunque sea un vago pensamiento de lo que fuimos. Se que dice la verdad, realmente siento que no me ha mentido ni una sola vez desde que lo he visto. Me atrevo a mirarlo una vez más, él mira hacia otro lado como si se contuviera, entonces, me acerco a él y toco su mano para llamar su atención. Una parte de mí quería abrazarlo. 

–Te creo Edward –le digo y sonrio un poco–Me gustaría recordar, en serio–escondo mis labios en una mueca y el me rodea con su brazo y me besa la frente.

–Bueno, tenemos toda la noche–dice y se aparta de mí saliendo por la puerta. Me quedo en shock. 

–¿Como dices?–pregunto siguiéndolo hacia un pasillo. El entra en otra habitación más pequeña y se quita la chaqueta quedando solo su camisa, la cual arremanga hasta los codos. 
–Intentare que recuerdes–dice dejando mostrar sus perfectos dienges. 

–Y ¿como?–pregunto con una mano en mi cintura. 

–Peleando–dice y tira un par de golpes al aire simulando estar en un ring. Yo me rio. 

–Estás loco Scott–le sigo y me cruzo de brazos.

–¿Temes perder? tranquila, seré suave–dice con soberbia. Yo suelto una carcajada y me quito mi chaqueta mientras me acerco a él. 
–Veamos quien deja llorando a quien–le digo. 
él sonríe como si se hubiera dado por ganado. 
 

Comenzamos a rondarnos en círculo. Ninguno se anima a dar el primer golpe. Yo me fio porque es obvio que no conoce mis habilidades, de pronto el amaga con dar un golpe, y yo inmediatamente me hago hacia atrás. El sonrie y alza las cejas como si le hubiera impresionado. Yo amago con pegarle, el realiza el mismo movimiento que yo, sin embargo, lo sorprendo cuando doy media vuelta y con mi pierna le doy en las costillas. Él se contorsiona y me mira sorprendido. 

–¿Qué paso niño bonito?

–Con que te gusta jugar sucio…

El avanza rápidamente hacia mi, y lanza su puño hacia mi, yo lo bloqueo, pero él es más rápido, así que intenta con el otro brazo. Así estamos por un rato, lanzando golpes y bloqueando al otro. Sin embargo, en un momento me agarra desprevenida, logro bloquear los golpes de mano, pero el con su pierna me da justo en mis pantorrillas y caigo al suelo. El se acerca y me sonríe.

–¿Que paso  niña bonita? –dice imitándome, sin embargo, aprovecho con mis piernas a engancharlas en las suyas y lograr que pierda el equilibrio. El cae encima mío. 

Ambos nos quejamos del dolor pero luego reventamos en una carcajada. Él se levanta con sus brazos quedando solo a unos centímetros de mi. Las risas van cesando. Y no me pregunten cómo, ni el porque, pero aprovecho esa cercanía para acortar los centímetros que nos separaban y besarlo con ganas. Enseguida el me envuelve en sus brazos cambiando su posición con la mía. Quedo a horcajadas de él. El se sienta conmigo encima y yo envuelvo mis piernas a su cintura. 

Mi cabeza es un torbellino de pensamientos y de emociones. Oigo mis gritos en mi cabeza, los cuales me esfuerzo por ahuyentar, sin embargo, no es hasta que él mete sus manos bajo mi blusa que todo mi sistema autónomo se despierta y acorto la distancia entre ambos de sopetón. Me pongo de pie tan rapido que él aún mantiene los ojos cerrados. Cuando los abre me mira con una expresión confusa. Me limpio con fuerza los labios y comienzo a sentir esa sensación que hacía mucho no sentía. Mis manos comienzan a sudar y mi cuerpo tiembla, mis piernas flaquean y comienzo a sentir retorcijones en mi estomago. Siento asco. 

—¿Que paso?—pregunta preocupado a la vez que se pone de pie. Yo retrocedo y veo el dolor en sus ojos. 

—Lo siento—me disculpo a la vez que recojo mi chaqueta—No debí hacer eso—digo sin valor de mirarlo a los ojos. Salgo de la habitación tan rapido que choco con la puerta de metal golpeándome en mi brazo derecho. El me sigue. Adelanto mis pasos con la intención de salir de este gimnasio, pero el me frena  sujetándome del brazo. —¡SUÉLTAME!—grito con una mezcla entre dolor, miedo y molestia. 

Edward me suelta de inmediato alzando sus brazos en modo de inocencia. Oigo mis jadeos. Mis pecho sube y baja con rapidez. Siento que me falta el aire. Y sé que estoy sufriendo un ataque de pánico. Aprovecho su distancia y salgo del gimnasio. Necesito caminar. Necesito estar sola. Así que solo emprendo camino lejos de ahí. Por suerte, él no me sigue. 
Las lágrimas se atoran en mis ojos nublándome la vista. Refriego mis ojos para despejar mi vista y mirar a mi alrededor. Siento estas calles muy familiares. No se donde estoy yendo, pero dejo que mis pies me guíen. Dejo de caminar al distinguir una plaza. Me acerco a una banca y me siento. Flexiono mis rodillas hasta que estas tocan mi pecho y las abrazo con  la intención de sentirme contenida. Apoyo mi mejilla en mis muslos y cuento en retroceso desde el 100 hasta calmarme. No sé cuánto tiempo permanezco así hasta que mi cuerpo deja de sentirse como papel y empiezo a sentir mis articulaciones nuevamente. Aún así siento que todo me tiembla. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.