Los Serranos Don Consolación, Marcos y Rafael, después de haber sido los dueños de la isla de Chuao tuvieron que venderla, debido a la situación política del país; sus amigos los Marcosperejimenistas, fueron derrocados pero ellos no quedaron tal mal, recibieron una bicoca de más de un millón de bolivares que para ese entonces año 1958 cien mil bolívares era una fortuna. Los tres habían formado grandes familias, y eran muy famosos en el centro del país, por su relación con el poder del gobierno y buena fortuna para los negocios.
La isla quedó confiscada por la nueva gobernación pero allí dejaron los Serranos los más hermosos recuerdos de sus vidas, empezando por Consolación Serrano que cambiaba de chica a cada rato, y tenía hijos con cada una, y dicen que en esa isla Don Consolacion Serrano muy irresponsablemente dejo cuarenta hijos que no pudo reconocer. Sus hermanos Marcos y Rafael siempre lo criticaron en ese sentido, fueron más ordenados con sus vidas.
Cada uno hizo su empresa, siempre guiados por su hermano mayor Consolación que por tradición y costumbre era el de más respeto y autoridad despues de los padres que ya habían fallecido.
Don Rafael sabía lo importante que era el dinero pero no era afanado al lujo, disfrutaba de su vida de manera sencilla, le gustaba tener muchisimas amistades, que conservaba con atenciones y eran muy bien recibidos en su casa.
Angélica era la clave. Porque ella no es por nada era un verdadero caballito de batalla, trabajadora de las buenas, junto con su tren de muchachos que hacían todo como ella se los pedía.
Andando el tiempo, se aparece su hermano Santana que la vino a buscar para ir a visitar a su tía Queta que estaba en cama muy grave.
—¡Déjeme hablar con Rafael a ver si nos lleva!
Don Rafael aceptó, y se prepararon para hacer el viaje hasta San Carlos dónde quedaba un pueblecito muy humilde llamado Cachinche que fue donde Angélica nació.
Llegaron, y todo estaba como si el tiempo no hubiera pasado. Era una casita hecha de palo y bahareque, pero ahora estaba frisada y pintada, era lo único, lo demás estaba intacto, el mismo patio donde ella jugaba con sus hermanos, y corría como una ardilla. La que está entrando a la casa ahora es una señora de sociedad junto con su esposo, el Don que según dicen ellos…Angela se le arrimó.
—¡Pasa mija!—le dice Pantaleón.
Queta tenía unas ojeras más negras que moradas, estaba dormida, a su alrededor estaban el tío, Angélica, Pantaleón que estaba también viejito pero se le veía que le quedaba mucho tiempo todavía; Dámaso su hermano mayor, Santana y ella. También fueron en ese viaje la hermana mayor por parte de padre, Alejandra, y la prima Juanita que nunca desamparó Alejandra.
—¿Cómo sigue?
—¡Muy malita!...¡Pero se acordó de ti Angélica y te quería ver!
Queta trata de levantar sus pesados párpados, veía borroso, pero dedujo que había alguien más cerca de ella, la voz de Angélica le sonó familiar, aunque nunca más la vió desde que se fue pequeña.
Angélica se acerca…
—¡Bendición tía, soy Angela!
Queta abre más los ojos.
Pantaleón le habla…
—¡Queta ella es la niña Angela!...¿Te acuerdas?
Queta con voz desgastada y quebrantada responde…
—¡Angela si!...¡Mi niña!...¡Dioos.. te bendiga!
—¡Amén tía!...
—¡Eeerees…u…una se..ñora!
—¡Ah pues, como usted tía!...¡Mire este es mi esposo!
Queta trata de mirarlo.
Don Rafael interviene…
—¡No la angusties mija!
Queta le respondió…
—¡Muchooo gusto! y
Gracias por todo. ¡Angela Dios te bendiga!...Queta se quedó dormida y expiró.
—¡Tia, tía!
—¡Déjala mija,—le dice Pantaleón con tristeza —¡te estaba esperando para despedirse!, Descansa en paz hermana!
Pantaleón cerro los ojos de su hermana con húmeda en los ojos.
Angélica aunque ella y su hermana Alejandra más nunca pasaron por allá, porque la vida se las iba llevando, no pudo negarse a ir, sus hermanos la visitaban y ella sentía esa conexión con su tía haya sido como haya sido, sabía que su tía Queta no dejó nunca de pensar en ella y de preguntar cómo se encontraba la niña Angela que ahora le dicen Angélica.
Pero Angelica no se pudo quedar para el sepelio, era un poco complicado quedarse allí, Angélica no se estaba sintiendo muy bien de salud, y por otro lado tenía que regresarse con sus hijas y los compromisos que tenía en su casa, pero les prometió que por su parte les haría unas misas y rezaría mucho por ella. También les dijo que tenía que ir al médico porque estaba un poco quebrantada de salud y que por eso se tenía que regresar con toda su gente a la ciudad. Se despidieron todos. Don Rafael también lamentó mucho el mal momento que estaba pasando su esposa, les dió a todos sus sentidas condolencias y prosiguieron el camino.
Las hijas de Don Rafael con Inés tuvieron sus hijos. Yolanda a pesar de la mala vida que le daba Humberto peña por mujeriego, fue la que le parió el primer nieto de Don Rafael llamado Héctor y enseguida también nació otra niña que le pusieron Lisette. Luego les nació un varón que se llamó Joseluis. Lorena era la mayor de las hijas de la señora Inés, pero se casó después que Yolanda y tuvo su primer hijo un varoncito que llamo Fabián. Al correr de dos años nació la niña que le puso por nombre Lara.
Carlos se casó con su novia Jessica Martinez pero ese matrimonio no duró nada. La muchacha no servía para atender al marido y se la pasaba peleando con Aura Soledad que era la menorcita de la señora Inés. Andando el tiempo se divorciaron y Carlos Alberto volvió a quedar soltero hasta que conoce a Gladys Villanueva una chica un poco desorientada, que no estaba muy clara en la vida pero que era muy linda.
Eran los tiempos de las pandillas en motos que la llamaban “patotas”, las chicas andaban en minifaldas de cuero y botas de cuero negro hasta las rodillas, Gladys era una de esas chicas, con un pelo negro largo muy liso hasta la cintura, y unos ojos grandes que decoraba con pestañas postizas muy a la moda.
Empezaron una relación informal, ella era liberal para la época, Carlos Alberto le dijo que podían ser pareja pero que el no quería nada serio todavía, e hijos mucho menos.