De Taxista a Presidente

La llamada

Beto tampoco durmió aquella noche.

                Por momentos el cansancio lo vencía y dormitaba un rato, pero su cabeza seguía presa de una confusión inédita. La incertidumbre que sentía, la completa falta de la menor certeza sobre el futuro, se parecía únicamente a lo que le había pasado con la muerte su padre. ¿Qué iba a pasar? ¿Qué tenía que hacer él?

Pensando en las reacciones de alegría y entusiasmo que el asunto de la presidencia provocaba en todo el mundo se angustió todavía más. ¿Por qué él parecía el único que no estaba contento?

Alguna vez había escuchado a un doctor decir por la radio que en caso de insomnio hay que tratar de permanecer en la cama de todas maneras, que así se descansa un poco. Pero no pudo.

Se levantó, se hizo un mate y se paró frente a la ventana del living a ver cómo la ciudad se iluminaba lento. Primero azul, después naranja.

Cumplió con sus rituales matutinos de baño, estiramiento, y café con leche, pero un poco más tarde de lo habitual. Normalmente salía a las siete de la mañana, pero esta vez pensaba esperar a que se hicieran las nueve. Había decidido algunas cosas en su noche sin dormir. Cerca de las nueve el living todavía estaba en silencio, porque Esteban iba al colegio a la tarde, por lo que se levantaba cerca de las once y Miranda se levantaba nueve y media.

Beto salió al pequeño balcón que daba a la plaza del barrio. Un viento frío lo rodeó. Miró hacia abajo y pudo ver que varios periodistas ya lo estaban esperando en la puerta del edificio. Suspiró.

Buscó algunas cosas por cajones y armarios para finalmente guardar en su carterita de cuerina negra un anotador, una lapicera, unos anteojos oscuros y una gorrita.

Encendió la computadora. Accedió a internet, buscó una página oficial del gobierno y anotó un número telefónico.

A las nueve y un minuto levantó el tubo del viejo teléfono gris y marcó. Habló con corrección, casi con miedo.

- Buenos días ¿Es la casa de Gobierno? Ah si, buen día qué tal... Mire eh... mi nombre es Alberto Castellar y el otro día... no... no, ese Alberto Castellar no, justamente ese es el asunto, yo soy el otro Alberto Castellar... no sé si vio la tele... claro... ese mismo... “pero basta carajo” si... ese.

Bueno yo llamaba para ver si podía hablar con alguien de ahí para aclarar un poco todo esto.

Ah... ahá... ¿Y a qué hora podría encontrar a alguien?

¿A las dos de la tarde? ¿Más temprano no va nadie?




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