Skulls.
Ryan.
Una semana.
Hace una semana que no he cruzado palabras con Deimon, nuestra última conversación sin discutir fue en el armario de su habitación, cuando me quedé helado al ver las heridas de su espalda.
Me sentí muy mal ese día al igual que un completo idiota por haberle dicho que no cuidaría bien de esos niños, sabiendo que se lanzó al fuego con tal de protegerlos y... protegerme a mí.
Suelto una risa, que irónico, la chica que ha dicho que me odia desde que llegó, me salvó de ser carbonizado y mi respuesta a eso fue tratarla mal.
Me levanto de mi cama y me teletransporto a la cocina, los chicos están sentados alrededor de la pequeña isla, frunzo mi entrecejo al ver que no están en el comedor desayunando, normalmente siempre están ahí a esta hora.
Por el rabillo del ojo noto que Deimon se endereza sacando algo del horno, es una bandeja con un pastel. Ella deja la bandeja sobre la mesa frente a los chicos mientras agita su mano y la moja en el fregadero.
Niego con la cabeza y me siento al lado de los gemelos, ella termina de desmoldar el pastel y lo deja sobre una tabla de madera, se da la vuelta para rebuscar algo en la nevera, Dante quien está sentado del otro lado de los gemelos, susurra algo a sus oídos y con una sonrisa divertida estira su brazo para meter su dedo en la crema batida, pero le pegan en la mano con un trapo antes de su inútil intento de crimen.
—Vuelve a meter tus dedos en mi cocina y te prometo que en vez de un trapo será un cuchillo— le amenaza antes de volver a lo suyo.
—Ay, pero que agresivas no despertamos hoy— murmura mientras se soba la mano— Dei Dei, ¿qué te hizo levantar de mal humor? O ¿quién?— para lo último me mira, abro la boca para protestar.
¿Solo por ser la persona que ella más detesta me convierto en el villano y el causante de su mal humor? Que injusticia. Aunque si nos ponemos a pensar, sí sería el principal culpable en caso de que ella decida explotar, pero eso no implica que siempre tengan que acusarme -indirectamente o no- por todo lo que a ella le suceda, por más que sí sea.
Parpadeo para escuchar la conversación. Ella suspira como si recordarlo le molestara.
—Interesante pregunta, ¿te gustaría responder Nicky?— todos dirigimos nuestras miradas al pequeño que toma su vaso de jugo tan tranquilo como si no tuviera diez miradas encima. Deimon arruga su ceño con la mirada fija en él— Me temo que Don Patadas no quiere abrir la boca—
Eso lo hace levantar la cabeza indignado.
—Culpa al señor de las tres cabezas, no a mí— se excusa.
—Pues dile al señor de las tres cabezas que no te moleste por lo menos tres noches, porque Deimon necesita dormir o si no la va hacer enojar y supongo que no va querer ver eso, ¿o si?—
La evidente advertencia lo hace abrir los ojos y negar con rapidez.
—No, él no quiere—
Nos reímos un poco por la reacción de Nicky. Deimon guarda el pastel ya decorado en la nevera y se quita el delantal para dejarlo colgado.
No puedo evitar ver su espalda, por suerte las heridas ya están cicatrizando, las chicas le quitaron las vendas hace unos dos días para que su espalda esté al aire libre. Para eso ha estado utilizando tops durante toda la semana y siendo sincero le quedan espectaculares.
El de hoy es rojo con abertura en la espalda, todos los que ha usado son así excepto que este es escotado, bastante para ser sincero. Pero no le sienta para nada mal.
Es como si un jodido Ángel lo estuviera luciendo, y a su vez emana tanta sensualidad como si de un Demonio se tratara, siento que podría morir y sería feliz de tan solo verla. Me doy una bofetada mental y me regaño a mi mismo por pensar en eso, no debería hacerlo y no es correcto. Niego con la cabeza y me centro en cualquier cosa que no sea ese jodido top que le queda de puta madre.
Ella se da vuelta para que Leila le eche una crema, en el momento que toca la piel Deimon se queja un poco por lo fría que está y porque esa zona está un poco sensible. Ella cierra las manos con fuerza y forma una línea con sus labios, sus ojos se quedan viendo un punto fijo a la nada mientras Leila hace su trabajo. Apuesto que aguantando las ganas de insultar por el dolor.
El verla así se me retuerce el estómago y me recuerda lo idiota que fui con ella. Un completo y maldito idiota que no merece nada.
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Salgo de la cabaña y me dirijo hacia las que dan clases, unas que no me apetece ni mirar pero lamentablemente no me queda de otra que terminar los estudios.
La que me toca es biología con la señora Sommers, me siento al final del salón del lado de la ventana a simplemente existir y a luchar con el sueño que tengo. La mujer entra dando un discurso el cual no entendí por no querer prestarle atención.
—¿Se entendió todo sobre la salida de ahora?—
¿Salida? ¿Cómo que una salida, en qué momento?
Si tan solo prestaras atención a la clase y te dejaras de carcomer el cerebro por lo que sucedió hace una semana lo sabrías.