Profecía.
Deimon.
—¿Podrías repetir el plan por favor?—
—¿Qué parte exactamente?— respondo desde el baño.
Luego de la dichosa conversación con el chico desconocido, Ryan apareció a mi lado como de costumbre, a excepción de que en vez de cargar una cara de aburrimiento tenía una de irritación, le pregunté al respecto pero solo dijo que era un vagabundo intentando de robarle a una chica.
Y por pura casualidad el viejo cargaba veneno para ratas.
Sí... ese es otro detalle. Al parecer lo que me sucedió en la entrada de la discoteca es solo una pequeña muestra de lo que vendría luego.
Con eso me refiero que en cuestión de unas dos horas he estado con dolores de cabeza por no poder controlar mi audición, cada simple sonido lo escucho el triple de fuerte y eso es... jodidamente doloroso. Lo mismo sucede con mi olfato a excepción que no duele, pero sí molesta tener que soportar diferentes olores. Y ni hablar de mi vista, a cada segundo se agudiza y veo cosas que un humano no podría ver y eso cansa, tanto que perdí la cuenta de la cantidad de veces que me maree de camino al motel.
—Todo, en especial lo del muchacho ese— lo escucho responder con cierto tono de asco en especial la palabra muchacho.
Sonrío al ver mi atuendo en el espejo, consiste en unas mallas negras, un short corto de color negro encima, unas botas del mismo color y mi top rojo con abertura en la espalda y un pequeño corte en V en el pecho, algo sexy pero cómodo. Tomo mi campera de cuero que dejé sobre la tapa del inodoro, me la pongo y subo el cierre cubriendo el top, ya es de noche por lo que debe de hacer frío afuera.
Salgo del baño y mi sonrisa se expande al ver la cara de lamentable que carga Ryan, está solo con unos vaqueros azules y zapatos del mismo color, está de pie mirando dos camisas blancas y dos remeras negras con lo que parece un debate mental sobre cual ponerse. Eso o está pensando en algo muy seriamente.
—¿Qué sucede?— mi pregunta parece traerlo a tierra y me mira fijamente durante unos segundos para luego sonreír levemente.
—No pasa nada— toma una de las camisas y la comienza a abotonar con aire pensativo.
Frunzo el ceño.
—Has... estado algo pensativo desde que regresaste del callejón misterioso, ¿había algo ahí que te haya dejado así?— me mira brevemente antes de abrir la boca, pero la cierra enseguida como si se replanteara algo.
—No sucede nada, si eso es lo que te preocupa. Ahora vamos, esa persona debe estar esperándonos— agarra su abrigo y desaparece por la puerta de la habitación.
Definitivamente la historia del vagabundo no me la creo, y estoy a punto de seguirlo para sacarle algo de información, pero prefiero guardarlas para más tarde. Hay cosas más importantes en juego, pero no puedo evitar mirar el camino que recorrió con el ceño fruncido.
—¿Vamos?— dirijo la vista hacia Jayme.
Está de pie mirando por la ventana con el mismo aire pensativo que Ryan, lleva puesto unos vaqueros grises, botas negras y blusa blanca, su cabello negro va en una cola alta cosa que hace resaltar sus facciones, unas que están bastante definidas y la hacen lucir muy hermosa en especial con sus ojos azules.
El recuerdo de la voz infantil llamando a Ryan vuelve a mi mente como un rayo, y sin saber por qué me quedo mirando a Jayme con más atención: mandíbula marcada, nariz recta pero pequeña, tez clara, ojos claros, cejas oscura al igual que un par de pestañas largas y levantadas, y cabello azabache.
No, es imposible.
Es imposible que sea real.
Lo mismo decías hace un mes y mírate.
No, no, no es imposible pero.... el parecido, ¿cómo no me había dado cuenta antes?
Quizás porque has estado muy enfocada en tus propios problemas como para darte cuenta de ciertas cosas.
Me le quedo viendo con la boca abierta tratando de digerir la nueva información, hasta que noto que me está mirando con extrañeza por mi repentina reacción, cierro la boca y trato de disimular un poco mientras que intento adaptarme a la situación.
—¿Te encuentras bien? Parece que viste un fantasma— suelto una risa nerviosa por eso, ella hace lo mismo pero con diversión— Ya dime qué te ocurre—
—Creo que... acabo de descubrir algo sobre tu vida— el azul de sus ojos brilla con emoción.
—¿De verdad? ¿Y qué es?—
—Puede... que tengas un hermano—
—¿Un hermano?— asiento en respuesta, espero no equivocarme y hacerle falsas ilusiones pero con lo visto, dudo que haya equivocaciones— ¿Y sabes quién es?— vuelvo a asentir, más segura— ¿En dónde está? Quiero verlo—
—De hecho.... ha estado con nosotras todo este tiempo, solo que no me había dado cuenta antes— juego con mis dedos nerviosa. Su ceño se frunce ligeramente.
—¿A qué te refieres?— le hago una seña hacia la puerta, ella mira el lugar por unos segundos y luego abre la boca como si lo entendiera— ¿Dices... dices que Ryan es mi... hermano?—