Oblivisci.
Abro los ojos luego de unas agotadoras y dolorosas horas de viaje, bueno, dolorosas para Dylan que tiene mis piernas sobre las suyas y luce incómodo -aunque no lo demuestre- en la posición que se mantiene para no despertarme: está hundido en el asiento, con los brazos cruzados y la cabeza colgando hacia delante.
Ryan, sin embargo, está recostado sobre el respaldo, con mi cabeza en sus piernas y la suya apoyada en la ventana, está mirando hacia afuera con desinterés mientras acaricia mi cabeza con suavidad.
Y por más que esto me parece relajante no me siento relajada en absoluto, en especial al saber cuál será nuestro destino en cuestión de unas horas, creí que dormir podría ayudarme a no pensar en eso, pero siento que dormir ya no parece una opción, en especial luego de ver su rostro y haber escuchado su risa. La imagen de su sonrisa satisfactoria por haber ocasionado esa reacción en mí, ese... miedo, es algo que parece querer atormentarme, y más ahora que la vi.
Cierro mis manos con fuerza sin importarme cuánto me lastimen las uñas enterrándose en mi piel, no puedo evitar sentirme tan... estúpida por haberme dejado engañar con esa personalidad de niña dulce y sin cerebro, y sobre todo haber ignorado ese maldito... olor, cada vez que esas sensaciones me atacaban no podía evitar sentir ese intenso y horrible olor a putrefacción.
Es entonces que lo comprendo, siempre ha sido ella.
Todas esas veces en las que creí que esas voces que escuchaba en mis sueños... eran para ayudarme, resultaban que solo eran para provocar y despertar lo que se oculta en mi interior. Lo que al parecer me pide a gritos salir, porque ya no aguanta estar oculto en esa oscuridad que me caracteriza, en esa maldad y salvaje sed de sangre.
Pero ya me cansé de redimirlo, es momento de dejarlo ser, porque a fin de cuentas es lo que soy.
Ella me ha creado y yo seré quien la destruya. Y ya es hora de darle lo que tanto ha deseado.
¿Quieres ver al monstruo? Pues te daré al monstruo.
—¿Podrías tratar de relajarte? Tus latidos no paran de retumbar en mi cabeza—
Quito mis piernas y me acomodo correctamente en el asiento. Dylan hace lo mismo con una mueca dolorida.
—Creí que estabas dormido— Ryan lo mira con una ceja levantada.
—Cuando duermes el ritmo cardíaco es más bajo y no produce tanta sangre, sin embargo, cuando despiertas la frecuencia aumenta al igual que la producción de sangre, hasta llegar a la frecuencia normal— explico.
—¿Por eso sabías que Dylan estaba despierto, al igual que él contigo?— asiento en respuesta, él asiente maravillado— Desearía tener esa audición—
—Créeme, no lo deseas. Es lo más molesto y doloroso no poder controlarlo—
Me estremezco al escuchar el cuello de Dylan crujir a mi lado. Lo miro con mala cara. Él pone los ojos en blanco y deja un brazo sobre el respaldo detrás de mi cabeza. Sus ojos se posan en el paisaje que pasa a toda velocidad, pero por lo visto no es del tipo de persona que suele guardarse las cosas cuando se tratan de dudas, y lo confirmo cuando habla.
—¿Qué sucede? ¿Es por la cosa encapuchada? Si es por eso puedes estar tranquila, lo dejamos atrás hace unas buenas horas—
Suspiro, por más que sus palabras quieran ayudarme no lo harán, no hay nada que lo haga.
—No lo estaré por más que me lo pidas. Dylan, tú no lo viste pero ella es quien ha causado todo esto, a venido por mí y no descansará hasta ver mi transformación, y cuando tenga la oportunidad me matará—
Las palabras lo toman por sorpresa, en especial las últimas dos, ya que su rostro se endurece y niega con cierto frenesí.
—No dejaré que lo haga. No lo vamos a per—
—Ya sé lo que soy— lo interrumpo, Dylan arruga las cejas y mira a Ryan en busca de respuestas, pero él parece igual de confundido. Vuelvo a cerrar las manos con fuerza, lo miro con seriedad— Soy una Nephalem. Soy el producto de un Ángel y un Demonio, soy una abominación. Es por eso que la vampira quiso matarme, al igual que todo aquel que sepa de mi existencia—
De sus labios escapa una risa divertida, pero la corta cuando ve que mi rostro no refleja ningún aire bromista, con terquedad vuelve a negar.
—No. Tú no eres eso, no eres... una abominación. Mamá era un Ángel y papá también, ambos pertenecían a la realeza. Eso nos vuelve a nosotros parte del legado, eso te vuelve a ti un Ángel, no una mestiza—
Ladeo la cabeza, en verdad no hay peor ciego que el que no quiere ver, y Dylan es la representación de esa frase. En especial con sus nulos intentos de querer convencerse a sí mismo aún teniendo todas las pruebas delante de sus ojos. Tomo aire, con delicadeza decido hablar para evitar que su terquedad siga insistiendo en algo que no es real.
—Si eso es cierto.... ¿Entonces por qué tengo colmillos? ¿Por qué mis ojos cada vez son más negros que antes? Un Ángel no se ve así—
Dylan niega con la cabeza.
—Eso no lo sé. Pero me rehúso a creer que eres... eso. Y de serlo... lo arreglaremos, haré que vuelvas a la normalidad—
Entre abro la boca, no... él no... no ha dicho eso. ¿O si? Miro a cualquier lado sin poder creerlo, no puedo creer que mi propio hermano se haya referido a mi naturaleza como un puto experimento que puede arreglarse.