Contenido alto en: calorías, errores de dedo, cosas fuera del canon de la historia...
Consuma con moderación.
Fui uno de los primeros en llegar al salón de biología, a pesar de que fui el último en retirarme de la cafetería.
Uno a uno los estudiantes iban llegando en un lento goteo, sumiéndome nuevamente en un estado de letargo. El hastío que suponía el instituto era solo comparable a una eterna condena en el infierno repitiendo una y otra vez la preparatoria rodeándome de adolescentes hormonales. Sin embargo, era un precio que estaba dispuesto a pagar si con ello podía mezclarme entre los humanos como uno más.
En primera instancia era algo tedioso tener que lidiar con su excesiva idolatría. Éramos hermosos para los hombres y por ello llamativos, siempre ansiosos por nuestra atención. No obstante, su instinto de supervivencia, terminaba por alejarlos al advertirles inconscientemente que éramos peligrosos. Que bajo esa belleza hipnotizante había un monstruo capaz de acabar con su vida en un instante.
Bella Swan, entró a la sala junto a Mike Newton, quién emocionado le invitó a tomar asiento junto a él, ante la ausencia de su compañero de mesón. La chica de aspecto frágil, parecía demasiado cortés para rechazar su insistencia y aceptó. No sin antes volver a mirarme con hambrienta curiosidad en sus ojos chocolate.
Estábamos a un estrecho pasillo de distancia. Sin embargo, sus pensamientos seguían sin manifestarse, teniendo que conformarme con ver las emociones que reflejaba su rostro en forma de corazón a través de los ingratos e inexactos ojos de Mike, el que no dejaba de fantasear con la chica de formas poco adecuadas.
Me aferré al extremo de la mesa, para frenar el impulso de azotar su cabeza contra el mobiliario. Inspiré hondo y reuní paciencia disfrutando de la imagen mental, desastillando la mesa en el proceso. Rápidamente me deshice de las virutas haciéndolas a un lado con el pie.
"¡Aleluya! Al fin alguien no me confunde con la otra nueva"
Fije la vista en la entusiasmada chica que recibía la bienvenida del profesor Molina.
"Dale alegría a tu cuerpo Macarena, que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena..."
Por alguna extraña razón la chica que esbozaba una amplia sonrisa, pensaba en aquella canción y su coreografía asociada.
Como un acto de bienvenida y cordialidad, me alejé todo lo posible, para no intimidarla.
Lamentablemente para ella, el asiento contiguo al mío era el único disponible.
Evité mirarla a los ojos en su breve trayecto hasta la mesa de trabajo que compartiríamos el resto del semestre. Los ojos negros no eran naturales y daban un aspecto aterrador. No era mi intención incomodarla.
Y hasta el momento parecía bastante cómoda.
"¡Con cabeza de cobre! Me saqué el premiado..."
Fruncí el ceño. Comenzaba a entender porque Rosalie estaba tan mal humorada luego de su encuentro con esta chica.
Arrastró la silla haciéndola chirriar en un molesto sonido, para luego sentarse y desperdigar con brusquedad sus cosas sobre el mesón.
La corriente de aire fresco que envió en mi dirección con la sacudida de los cuadernos, no fue suficiente para encubrir su penetrante aroma, el cual inundó mis fosas nasales y arañó mi pecho descendiendo por mi garganta.
—¡Hola! —Su aliento cálido golpeó mi rostro de forma violenta.
En una lucha interna que no duró más que unos escasos segundos, me deliberé entre quedarme allí y masacrar la sala llena de niños inocentes, para destrozarle la garganta a esa chica y probar la sangre más dulce que había olido en cien años o salir huyendo del monstruo que amenazaba con tomar control sobre mí.
Con un rápido movimiento me incliné por la segunda opción, saliendo raudo de la sala, ante la mirada estupefacta del profesor y mis compañeros.
Sus pensamientos se agolpaban incrédulos ante mi reacción, sin embargo, la voz de la chica sobresalía por sobre las demás en una certera y sencilla exclamación.
"Pero que mierda..." Había vociferado mentalmente en un perfecto español.
Afuera del salón, expulsé el aire de mis pulmones, retenido para no volver a aspirar la dulce esencia que desprendía la chica.
Obligué a mis pies a ir en dirección al estacionamiento, a paso presuroso pero limitado a la velocidad de un humano que va con prisa. Por los pasillos del instituto aún deambulaban estudiantes y profesores camino a sus salones.
Tragué duro parándome en medio del pasillo, con los músculos agarrotados y la garganta quemándome al rojo vivo. Podía sentir los rastros de su aroma en la punta de mi lengua, en los rastros del aire que había aguantado en mis pulmones.
El sabor afrutado que saboreaba clamaba por ser reclamado.
Girando sobre mis talones, hice el camino de regreso hasta el salón. Con la misma prisa con la que hui.
Regresaría para acabar con la vida de la desconocida.
Doblando en una esquina, las voces mentales de los humanos se hicieron más silenciosas y aglomeradas, indicándome que el pasillo que conducía al salón de biología estaba desierto.
El monstruo en mi interior rebozó de júbilo. Podía correr a velocidad sobrehumana y dejarlo tomar el control, dándole lo que quería.
—¡Edward! —La voz de Alice me hizo detenerme.
Nuevamente estaba estático en medio del pasillo, con los músculos agarrotados y la garganta quemándome. Necesitaba calmar mi sed. Debía matar a la chica.
—Edward... —La súplica de Alice se desvanecía en la bruma de mis cavilaciones.
"Es solo una humana". "Hazlo". "Ellos lo comprenderán". Vociferaba la voz del monstruo en mi cabeza.
Mi hermana, no había venido a detenerme. Venía a advertirme que el monstruo con el que convivía en mi interior, había tomado control de mi cuerpo y ahora iba a cometer un horrible crimen en contra de niños inocentes, solo por darle el gusto de regocijarse con la sangre de una chica que había tenido la mala suerte de cruzarse con un vampiro.
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Editado: 03.07.2022