Semanas después...
Victoria caminaba de un lado al otro de la oficina, faltaba solo un día para revelar quién lo había hecho mejor entre Rómulo y ella. Su corazón se disparaba varias veces durante el día cada vez que recordaba que su futuro dependía de ese resultado y no sabía si estaba lista para oírlo.
Vivió una experiencia muy extrema con Rómulo: en la oficina discutían, estaban siempre en desacuerdo, competían agresivamente y al salir Iban a ver películas, a comer a algún sitio nuevo o a terminar de pintar su casa los fines de semana.
Sentía que había superado a Fabián, pesó mucho el saber que tenía esposa, entre saberse la otra y destructora de hogares, se sintió avergonzada, había una mujer y un niño que no tenían la culpa de nada. Ella en cambio fue culpable de no querer leer las señales.
—Mis padres no están listos para saber que salgo con una chica que no práctica nuestra misma religión. Dame tiempo.
Recordaba sus excusas y se odiaba por tonta y crédula. No le gustaba admitirlo, pero pasar tiempo con Rómulo también ayudó. Tenía excelente humor, siempre la hacía reír, era culto y curioso, siempre mostrándole algo nuevo por descubrir juntos del mundo. Sonrío recordando sus salidas y se reprimió sacudiendo su cabeza. Eran amigos. No podía verlo como algo más, era su jefe y su competencia también.
Sofía llegó corriendo a su lado y la abrazó.
—Lo que sea que pasé, lo hicimos bien —dijo con una voz temblorosa.
—Gracias por todo, Sofía.
Rómulo se acercó a ellas y le pidió a Victoria acompañarlo a su oficina. Ella caminó delante de él mientras se mordía los labios para contener los nervios.
—Quiero que vayamos a cenar hoy. Sea lo que sea que pasé mañana quiero dejar claro que entre los dos, todo está bien.
—Claro que lo está, tonto. Aún me falta arreglar el patio. Te necesito. —Rio.
Él río mientras la miraba a los ojos. Tomó sus manos entre las suyas y suspiró.
—He aprendido mucho de ti, espero que está experiencia te haya ayudado a crecer, para mí fue así.
—También he aprendido mucho de ti, Rómulo, has sido el mejor jefe, compañero, competencia que he tenido.
—Vamos a cenar.
El restaurante estaba ubicado en una zona mucho más exclusiva de que las que estaban acostumbrados a visitar. Victoria pasó saliva al ver la ropa con la que iban vestidos los demás clientes, hizo una seña a Rómulo abriendo mucho sus grandes ojos. Él alzó un hombro y le sonrió.
—Estás perfecta, como siempre.
—Tú traes tenis —murmuró ella.
—Como siempre —replicó divertido.
Ella se relajó y se dejó guiar por el mesonero a la hora de hacer su pedido. Los dos pidieron un filete de res y vino.
—Serás una gran gerente —dijo él serio mirándola a los ojos.
—Ya te das por perdido.
Se encogió de hombros.
—Sé perder y me encanta perder con alguien como tú.
Sintió su corazón acelerarse, quiso reprimirse y no pudo, Rómulo era bello, inteligente, agradable, terco y mandón, pero tierno y atento, se derretía cuando la miraba a los ojos de esa manera. No quería ilusionarse, para él era solo una amiga, una compañera, nunca le dio señales de querer algo más y eso en el fondo le dolía, se dio cuenta de que él le gustaba.
Sintió un nudo en el pecho que le dolió un poco y se sintió triste, se percató de que sus ojos se humedecieron cuando pensó que de ganar ella, no lo vería más. Pasó saliva con dificultad, lo miró a los ojos haciendo un gran esfuerzo.
—¿Y si te quedarás? ¿Y si nos olvidamos de esta competencia y te quedas?
Rómulo soltó un suspiro y cerró los ojos, sus facciones mostraban tensión. Abrió los ojos de nuevo y sus miradas se encontraron, en ese instante ella sintió su corazón estallar en una mezcla de felicidad y tristeza que nunca había experimentado.
—Nunca hagas eso. Anteponer los intereses de otros sobre los tuyos. Créeme, es lo más tonto que puedes hacer en tu vida y te vas a arrepentir.
Ella chasqueó la lengua.
—Solo quiero...yo, es decir...no nos veremos más.
Él se echó reír y negó con un gesto.
—Lo que te gusta usarme, ¿No? Te prometo que sea cuál sea el resultado, terminaré de ayudarte con tu casa.
Victoria sonrió y aspiró aire mostrándose más relajada.
—¿Por qué no fuiste así antes? Me habría gustado conocerte así antes —preguntó Victoria a punto de confesar como se sentía con él.
—El tiempo es el que debe ser. Estaba muy deprimido por la muerte de mi novia. No participaba en nada y me mantenía alejado de todos, no era buena compañía. Entonces no, ahora es diferente.
Victoria afirmó con un gesto y una sonrisa. Comenzó una conversación sobre las mejores películas que vieron juntos y las risas dominaron la mesa cuando fue claro que tenían opiniones distintas al punto que parecía que no habían visto lo mismo.
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Editado: 29.11.2023