Delitos del alma

Capítulo 21

21

El ambiente de la fiesta estaba en su punto máximo de excitación, la música estridente, el aire viciado que llenaba cada espacio y cada sentido de los invitados y de los forzados anfitriones que como toda fiesta que se realizaba en la magnífica mansión rusa invadían los sentidos de ambos grupos llevándolos a una dimensión en la que el sonido, las imágenes y los sabores eran distorsionados en tiempo y espacio hasta perder la línea entre la realidad y la fantasía.  Todos menos Pavel que disfrutaba del vicio a su alrededor alimentando su espíritu decadente de las más bajas y sucias paciones ofrecidas por los presentes acompañándolo todo con un vaso de Coca-Cola con mucho hielo.

 

- Querido Pavel. Como siempre ofreces una fiesta de lujo para tus amigos.

- Gracias Antonio. Sabes que las organizo con mucho cariño para ustedes.

- Por su puesto, y por los miles de billetes que gastamos cada vez que venimos a tu casa. -aseguró el abogado demostrando lo obvio con una sonrisa maliciosa.

- De algo hay que vivir amigo.

- Es cierto. -calló pensativo por unos segundos- pero hay quienes piensan que podríamos trabajar decentemente y vivir de eso.

El rostro del ruso dejó de ser angelical para parecerse más al demonio que habitaba dentro de él, sus facciones ensombrecidas, su mirada oscura y sombría delataban el dolor y la maldad mezcladas en su alma al punto que el abogado se sintió invadido por un gélido hilo de temor que traspasó como un rayo su columna vertebral.

- ¿Quiénes piensan eso? -preguntó reflexivo el ruso- ¿acaso no son esos que han crecido en sitios ideales, con la seguridad respaldando sus futuros? ¿acaso no son personas con vidas sencillas de las que presumir?

- Nadie puede presumir de nada cuando es sencillo. -aseguró Antonio arrugando la frente.

- Te equivocas. Nada más sencillo y valioso que tener la sonrisa de la mujer que amas a tu lado todas las mañanas, una mesa con comida para alimentar a tus hijos. Todo esto -dijo señalando con ambas manos a su alrededor- nació para mantener esas cosas sencillas que se hicieron imposibles tras la caída de la unión soviética. Había que sobrevivir de alguna manera.   Lo que verdaderamente nos destruyó, fue esto que nos mantuvo vivos, pero nos quitó nuestros verdaderos tesoros... las cosas sencillas. Después hubo que organizarse, más tarde el resultado fue una extensión natural en la que se distribuyó el poder, era necesario para mantener el control.

- ¿Cambiarias esto por una vida sencilla con tu familia?

 

Pavel cerró los ojos por un segundo en un gesto que lo hizo parecer cansado.

- Si estuvieran vivos, no lo pensaría ni por un segundo.

Cada palabra de la corta conversación con Pavel se instaló en la cabeza del abogado Antonio Rugiero dándole vueltas en su conciencia, en segundos un código escondido en lo más profundo de su ser fue descifrado y situado en su yo interno. Escrúpulos, ética, respeto, consideración… amistad. Todos argumentos que evitaron que dijera las palabras que había decidido decir al mafioso cuya única intención era tomar acciones en contra de Marco, su socio y “amigo” con la única intención de tener una oportunidad con la mujer que Marco había comprado en esa misma casa. Que fuera lo que tuviera que ser, pero no sería él quien pondría en peligro las cosas sencillas en la vida de Marco.

- Me dijeron que tenías algo que decirme. -dijo Pavel desviando la conversación.

- ¡Nada! -mintió- solamente decirte cuanto me gustan tus fiestas.

- Gracias. -dijo recuperando su fría expresión habitual- Bebe hasta embriagarte, come hasta que te sacies y has realidad todas tus fantasías. Mañana saldrá el sol de nuevo y con el vendrán también las máscaras.

- Lo haré Pavel. -aseguró el abogado tratando de parecer divertido.

Pero la diversión esa noche era vacía, había ido hasta allí para hablar de Marco, del peligro que suponía era la mujer que mantenía encerrada en Amalfi, había ido a esa fiesta a traicionar a su amigo y no fue capaz de hacerlo, pero eso no significaba que había dejado de ser un problema. Eso significaba que estaba en la obligación de buscar la solución al problema por sus propios medios, sin el apoyo de Pavel o de nadie más.

 

En Roma Martina también pensaba en cómo debía lidiar con los ataques de Giannina, si seguía como iba hasta ese momento terminaría por rechazar al bebe que esperaba, y por supuesto ella quería que su nieto naciera, que fuera un niño sano y fuerte… pero lo que más deseaba era ver a Marco feliz, verlo realizado y sonriente, aunque no fuera por causa de ella. El recuerdo de lo que sintió en los brazos de un Marco mucho más joven, más ávido de experiencia le atravesó el pensamiento apartando cualquier preocupación por Gia o por su nieto haciéndola estremecer, su piel se erizó nada más con recordar las manos del entonces pretendiente de su hija sobre su cuerpo acariciando sus piernas mientras levantaba su falda escondidos en el depósito de chécheres que su marido usaba para guardar los utensilios de jardinería, esos besos profundos que ella conoció de su boca, la manera de hacerla suya, tan intensa, tan posesiva que todo a su alrededor desaparecía. Y todo desapareció…  el día en que su hija le dijo que si a la propuesta de  Marco y celebraron su compromiso él dejó de buscarla y simplemente Martina dejó de sentir para siempre la mágica emoción de ser mujer. No sabía si era amor, nunca descubrió si era aquello que había escuchado llamar pasión…  sabía que era lo único que la había hecho sentir mujer y para ella era suficiente para querer defender ese sentimiento pecaminoso y tentador del resto del mundo.

 

Para Sofia era cada vez más difícil levantarse en las mañanas, cada día que pasaba sentía como se incrementaba el peso de su vientre junto con la fuerza de los movimientos de su hijo, eso la hacía sentir tranquila puesto que era un claro signo de la salud del bebé, el sangrado se había detenido por completo, no así las contracciones que irregularmente hacían que su vientre se endureciera con espasmos que le advertían que el parto podría adelantarse.




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