Brook.
Mi cabeza dolía y pude observar que estaba sangrando. Mi madre estaba frente a mí con lágrimas en los ojos y Chris estaba tirado en el suelo, con sangre en su cuello.
—Que bueno que despertaste, ¿cómo estás? —preguntó mi madre.
—Mi cabeza me duele. —respondí.
Me acerqué a Chris. Pude ver la herida en su cuello más de cerca a pesar de la sangre que salía de él. Con dificultad, pude ver que era una mordida. Maldición, Chris no tenía pulso.
No sabía exactamente lo que había pasado, y todo era muy confuso.
—Ayudalo. No tiene pulso. —dije.
—Perdóname, hijo.
—¿Por qué? ¿Qué sucedió? ¿Dónde está Cassia?
—Frederick se la llevó. —respondió mi madre.
—¡¿Qué?!
— Lo siento, no pude hacer nada. —respondió llorando.
Tomé tan rápido como pude mi espada y la metí en mi cinturón. Salí de mi casa casi corriendo y mi madre me miraba extrañada, in entender lo que mi mente tenía planeado hacer.
—¿A dónde vas? —preguntó.
—Iré a buscar a Cassia. Tú ayuda a Chris.
Fue lo último que dije antes de correr por todo Dines. Escuchaba la voz de mi madre pidiendo que me detuviera. Sonará extraño, pero mi próximo destino es el infierno. No sé exactamente en donde queda, pero estoy seguro que lo encontraré. Había escuchado millones de historias sobre donde estaba el infierno, pero no sabía exactamente en donde estaba.
El cielo comenzó a tornarse de un color oscuro y entonces supe que la noche estaba por caer. Prácticamente sólo estaba recorriendo todo Dines con esperanzas de encontrar a Cassia o por lo menos oler aquel terrible olor a demonio. Mientras seguía avanzando por la calle, pude ver una silueta y de inmediato saqué mi espada. Me preparé para atacar a quien fuera, sin embargo vi a una chica de cabello pelirrojo salir de entre las ramas. Ella cargaba una espada también, con la cual apuntaba hacia mí.
—¿Eres Frederick? —preguntó ella.
—No, pero necesito encontrarlo. —respondí.