Lil se estaba colocando el brillo labial y echando una última mirada a su aspecto cuando su móvil repicó.
A pesar de lo extraño de la situación, y de que había tenido oportunidad de rechazar aquella invitación, una vez en casa, Lil casi estaba esperando que Andras no se presentase, de manera que cuando lo encontró recostado en su auto, sintió una extraña felicidad y le sonrió.
Lil no se consideraba preciosa, o al menos no como Maureen que con sus dorados cabellos y figura escultural, fácilmente podría ser una modelo de pasarela; de lo que Lil no parecía ser conciente, era que si bien efectivamente su amiga era muy bonita, aquella delgadez que exhibía quizá estuviese bien para las mencionadas modelos, pero no se comparaban con las suaves y femeninas curvas de Lil, al igual que el pesado maquillaje que solía llevar Maureen y en el que invertía una enorme cantidad de tiempo independientemente de a dónde se dirigiese, contrastaba con su fresca sencillez y que esto parecía atraer mucho más que lo anterior.
Lil tuvo la sensación de haber dicho algo incorrecto por la forma que la miró Andras, pero a continuación iba a sorprenderse mucho.
Como se habían detenido ante una señal de pare, Andras giró la cabeza hacia Lil.
Lil le había contestado en forma distraída, pues estaba recordando el malestar de esa noche y la urgente necesidad que había tenido de marcharse, así que al menos la razón de la molesta sensación que ella había asociado a los ojos que había visto, había quedado aclarada y al parecer no tenía nada que ver con lo anterior.
No obstante, Lil pronto se olvidó del local, de los ojos azules y de la sensación que había experimentado, pues Andras la llevó primero a un encantador restaurant donde cenaron y después fueron al bar de lo que parecía un club muy exclusivo.
El padre de Lil era un acaudalado empresario, pero, aunque ella lo habría podido tener todo sin ningún esfuerzo, para enorme fastidio del padre, ella se había empeñado en vivir de manera miserable en opinión de éste. Aquella apreciación distaba mucho de la realidad, porque si bien Lil no vivía en la propiedad familiar, lo hacía en un departamento que no era de ninguna manera una pocilga como decía su padre, y a pesar de que su coche no era del año, no era de la clase que podía permitirse cualquier asalariado. Sin embargo, Lil no frecuentaba lugares como aquellos a los que la había llevado Andras ese día, y de hecho se negaba a hacerlo cuando Maureen y Tony lo sugerían, pero intentó disfrutar de la compañía sin prestar atención al ambiente, o al menos lo hizo hasta que repentinamente sintió que la estaban observando y se tensó.
Ella dudaba que en un lugar como aquel corriese algún peligro, pues distaba mucho de ser una ruidosa disco como las que acostumbraba visitar los fines de semana con sus amigos. Aun así, se las arregló para inspeccionar con disimulo el entorno, pero no encontró nada fuera de lugar y ciertamente nadie la estaba mirando. Se disculpó un momento con Andras para ir a los servicios, pero mientras se dirigía hacia allá, la sensación se volvió tan intensa que casi echó a correr. Debía lucir un aspecto como mínimo aterrorizado, porque la encargada de aquella área se acercó a ella con cara de preocupación.
Lil se miró al espejo preguntándose qué demonios le sucedía, pues ella no era de la clase asustadiza, pero allí estaba con las piernas que parecían de gelatina y el corazón a punto de salírsele del pecho. Después de reprenderse a sí misma, abandonó los servicios con algo más de aplomo, pero el mismo se fue a paseo cuando vio que un individuo de piel aceitunada y grandes ojos avellana se dirigía hacia ella; Lil estaba segura que no lo conocía, pero al mismo tiempo tenía la seguridad de que él sí la conocía a ella y estaba más segura aun que representaba un peligro. La sensación aumentó cuando el hombre estuvo a solo unos pasos, pero antes de que ninguno de los dos pudiese decir nada, Lil sintió que una mano se cerraba alrededor de su brazo.