Aunque las palabras de Kenny habían causado diversos niveles de asombro o extrañeza, Virgil fue el primero en recuperarse de las mismas.
Noah miró a Virgil y supo que se avecinaban problemas, porque si bien él conservaba muchas de sus virtudes angelicales, la paciencia no era una de ellas, de manera que decidió intervenir antes de que hiciese algo por lo que sin duda luego iba a arrepentirse mucho y a martirizarse el doble.
Mientras Noah hablaba con Kellen, Virgil lo había estado observando con atención, y en aquel momento Lil captó algo parecido a lo que había sucedido en la discoteca y que había atribuido a alguna clase de alucinógeno.
Lil miró a Virgil que tenía expresión impasible y no se había movido, mientras que Leah dio un paso hacia Kellen.
Aunque la voz de Leah era dulce y sedosa, y nadie habría encontrado nada ni remotamente amenazante en la misma, Lil sintió que un frío antinatural recorría su espina dorsal y supo de manera absoluta que en ella se encerraba un terrible peligro; y por otra parte, experimentó un miedo cerval que, aunque en ese momento no lo sabía, no era suyo sino de Kellen, pero aun sin saberlo quiso evitarlo, aunque no le fue posible moverse, algo de lo que se encargó Noah. De manera que vio impotente, cómo él caía sentado en el sillón cuando se le acabó el espacio, y a Leah estirar la mano en dirección a su frente.
A partir de ese momento el miedo de Lil se transformó en sufrimiento mientras que Kellen cerraba con fuerza los ojos. Lil tuvo una visión extraña y en realidad al principio todo lo que podía ver era una luz cegadora. Sin embargo, un poco más adelante fueron apareciendo una serie de imágenes que no se correspondían con nada que le resultase familiar, o al menos no hasta que fugaces cuadros en los que vio su casa y en ocasiones a sí misma, pasaron a toda velocidad como una película acelerada sin que entendiese realmente nada.
Unos minutos después, escuchó a Kellen gritar y ella misma comenzó a sentir como si dos grandes piedras estuviesen aprisionando su cerebro, pero las imágenes habían desaparecido y todo lo que quedaba era el dolor, uno muy superior al que hubiese experimentado nunca, y después todo fue oscuridad. Había perdido el sentido.
Leah obedeció y liberó a Kellen que parecía exhausto, sus ojos estaban rojos y las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Nadie tuvo oportunidad de detenerlo, sujetó a Kellen por la chaqueta levantándolo y sacudiéndolo en forma violenta.
Kellen cayó como un fardo y sangrando por varios lugares, pero aun así Virgil seguía queriendo hacerlo pedazos a pesar de conocer la inutilidad del esfuerzo.