Niklas estaba solo con una camisa, se había quitado el saco y la corbata del trabajo, manteniéndose muy despierto, mejor dicho, vigilando el sueño de Nancy para cuando en unas horas fueran a decirle que podían irse. Era lo más cercano que podían estar ambos, porque a lo mejor ella lo iba a despreciar como siempre al día siguiente.
Joshua era un niño que a pesar de no tener el crecimiento que debería llevar, era un niño muy inteligente, demasiado para su propio bien.
Caminó fuera de la habitación, sentándose en el pasillo, y estirando las piernas lo más que podía, tenía que hacerse responsable de las cosas que estaban por pasar.
— Señor Lemann —el doctor a cargo del caso de Joshua apareció—. Ya está la receta del pequeño. Cuando gusten, pueden ir a la farmacia —le pasó unos pequeños papeles y una bolsa de medicamentos—. Estos son los que deben suministrarle a primera hora.
— Entiendo… —arrugó la frente—. ¿Está muy grave?
— Me temo que sí, es un milagro que esté con vida, porque el promedio de natalidad de las personas con esa enfermedad en el corazón es de cinco años o menos —el hombre se sentó a su lado—. Los medicamentos que le daremos ahora son un poco fuertes, pero ayudará solo por un tiempo. El niño necesita con urgencia un nuevo corazón.
— Si fuera tan fácil…
— Con la condición que tiene, debe estar entre los primeros cinco, pero está casi fuera de la lista, señor Lemann —le informó el doctor, ajustando sus lentes—. Es raro, pero debe ser más porque en Londres se rigen más las normas de las clases sociales que aquí en Francia.
— Ella me lo recuerda todos los días —apoyó la cabeza en la pared—. Ya dejé mis datos en la recepción, los gastos corren por mi cuenta.
— Bien, que tenga una linda noche —el hombre se levantó—. Le recomiendo que duerma en una de las habitaciones vacías o en el sofá de la habitación.
Niklas asintió hacia el hombre, y se quedó mirando a la nada. Estaba el pasillo vacío, no había mucho que ver o hablar con alguien. Si entraba a la habitación mucho menos iba a dormir.
Durante las horas de vigilia, fue a ver a Nancy dormir abrazando al pequeño Joshua como si fuera su mundo entero, algo que deseaba que ella hiciera con él, pero era algo imposible, puesto que debía investigar más a fondo las razones por las cuales ella lo odiaba tanto.
Lo admitía, era un clasista, odiaba a las personas que no tenían el mismo nivel social que él, pero ella siempre sería una excepción. Cuando el personal médico fue a primera hora, él se quedó en la puerta del baño, luego de lavarse la cara. Ella miraba a todos como si fueran a hacerle daño al niño, pero era todo lo contrario, ese niño le haría daño a cualquier persona que se interpusiera en su camino.
— Ya este chico puede irse a casa —les indicó uno de los doctores—. Él…
— No sé en qué idioma hablan, mamá —Joshua tenía la frente arrugada mirándolo al doctor—. Hablen…
— Es francés, pequeño desastre —Nancy le ayudó a ponerse la misma ropa con la que había llegado—. ¿En dónde tengo que ir a liquidar?
— Ya están saldados los gastos del hospital —le dijo el otro doctor—. El señor Lemann pagó todo. No se preocupe.
— ¿Qué? —ella literalmente chilló ante eso—. ¿Él pagó qué cosa?
— Después podemos hablar de eso —Niklas intervino, tomando sus cosas del sofá—. Vamos, el camino al hotel es complicado.
— ¿Iremos contigo a tu hotel? —Joshua hubiese saltado si no fuera porque su cuerpo aún estaba bajo medicación—. Mami…
— Nos iremos ahora mismo a Londres —sentenció ella—. No tengo por qué…
— No pueden viajar durante unos días, señora —dijo el primer doctor—. El chico debe quedarse en el país por unos días, hasta saber que la medicación está haciendo el efecto indicado.
— Pero no…
— Mamá…
— Acabas de hacer algo internacional que pone en riesgo mi trabajo —ella quería volver a llorar—. No sé si es buena idea, tengo un trabajo al cual regresar y mi hijo… está…
— Ven, papá —Joshua estiró sus manos hacia Niklas—. Cárgame y vámonos.
Ella quería que el mundo se la tragara y más cuando él hizo sin rechinar lo que su hijo decía. El personal médico los acompañó hasta la salida del hospital, puesto que ahí ya estaba el auto de Niklas. Nancy les agradeció muchas veces lo que había hecho por su hijo, tanto que no encontraba las palabras correctas para agradecerles por lo que había hecho por su hijo.
— Mis cosas…
— Ya están en el hotel —Niklas le puso el cinturón de seguridad al pequeño—. Tenemos que comprar ropa para los días que estarás aquí.
— Yo no…
— Sé que no tienes dinero —él cerró la puerta con cuidado—. Sube al auto en el asiento de copiloto —le ordenó—. Vamos a comprarte ropa y a Joshua…
— Tengo ropa…
— La ropa que tienes es del trabajo, Nancy —le abrió la puerta de copiloto—. Sube.
— ¿Cómo es que sabes eso? —ella tragó en seco.
— Sé muchas cosas.
La vio titubear acerca de subirse al auto, pero de todos modos lo hizo, porque tampoco es que tenga muchas posibilidades de negarse a ser llevada por él a otro lado. Estaba realmente nervioso, más de lo que debería y a decir verdad, pensaba que era su imaginación, pero ella estaba en el mismo auto que él como si fuera su pareja.
— Conoces bien todo el país —ella le habló en inglés—. ¿Has estado mucho aquí?
— Hablo necesario para no cometer errores con otras personas —mintió a medias—. ¿Cuántos idiomas hablas? Me di cuenta de que tu francés es muy bueno a decir verdad.
#335 en Novela contemporánea
#1200 en Novela romántica
amor a primera vista, comedia romantica, segundas opotunidades
Editado: 02.09.2024