Capítulo 1:
❝ Sentirme bonita no es ilegal. ❞
Eloisa no visitaba Desvard, Texas desde que su padre decidió llevárselos de ahí.
Era un pueblo pequeño, algo conservador, donde las mujeres vivían para los hombres y no sucedía lo mismo viceversa. Por eso Eloisa escapó de inmediato cuando su padre se mudó, decidiendo irse con él contrario a sus hermanos, quienes se les unieron un par de años más tarde. Y ahora había vuelto, ahora respiraba el mismo aire que la mujer que la había engendrado y la única que la había juzgado catorce años atrás.
Eloisa sacó un cigarrillo del paquete nuevo y lo puso en su boca. Cuando lo encendió dio una calada, apoyándose en el barandal del balcón de su nueva habitación, la misma que quedaba en el segundo piso de la enorme mansión que su padre había comprado.
Ni siquiera sabía por qué había vuelto.
Bueno, sí sabía, por su padre.
—Pensé que ya no fumabas…
Eloisa se volteó de inmediato, viendo a Violeta acercarse a ella.
Ella era casi igual que Eloisa. Ambas tenían la piel ligeramente tostada, compartían los ojos marrones e incluso el mismo color de cabello, pero Violeta se parecía más a su padre, mientras que Eloisa había adquirido los rasgos delicados de su madre, para su pesar.
Violeta era mayor que ella, se llevaban por cuatro años, pero aún así se llevaban tan bien que a veces creían que podrían ser mellizas. Tenían un lazo estrecho, al igual que con su hermano menor.
—Pensé que ya no era tu hermana —dijo Eloisa volviendo a su posición. Violeta la imitó quedándose a su lado. Tenían una vista hermosa, llena de árboles verdes que se perdían en el horizonte, y los rayos del sol se reflejaban suavemente en sus rostros. Desvard era un pueblo maravilloso, pero sus costumbres arruinaban todo lo bueno que podría ofrecer.
Oyó a Violeta suspirar. —Sabes que nunca quise decir eso.
Eloisa rió. —Bueno, dile eso a mi terapeuta. O podrías pagar mi tratamiento, fueron once años.
—No seas dramática —musitó Violeta—. Papá dice que tu caballo estará aquí el sábado… ah, y el desayuno está servido, por si quieres comer.
Violeta entró a la habitación para irse.
—Castle.
Violeta se detuvo. —¿Qué?
—Mi caballo. Su nombre es Castle.
El rostro de Violeta se desencajó. Reprimió una risa. —¿Dirty Dancing? ¿Estás hablando en serio?
—Claro que sí —Eloisa apagó el cigarro y entró a la habitación—. Vamos, como si no recordaras que estábamos obsesionadas con Johnny Castle.
—Habla por ti, a mi me gustaba Baby —dijo Violeta. Ambas salieron de la habitación que le correspondía a Eloisa—. Como sea, ¿cuántos años tiene tu caballo?
—Es de mala educación preguntar la edad.
—Idiota.
Ambas bajaron hasta la primera planta y entraron a la cocina, donde el desayuno las esperaba. La cocina era tan grande como para una familia de veinte personas, pero ellos eran sólo cuatro, más tres empleados que se encargaban de cocinar, limpiar y la jardinería. Eloisa tomó asiento al lado de Tobías, su hermano menor, quien estaba atragantado con un wafle.
—¡Hijas! —exclamó Horace, quien estaba sentado en la mesa también—. Me encanta que estemos juntos de nuevo… Pero hoy es un día importante, por lo que los quiero perfectos. Me apoyarán, ¿no?
—Claro que sí, papá —le dijo Violeta suspirando. Tomó un bollo relleno de crema—. No es como si yo hubiera cambiado toda mi vida porque sí, ¿no? Seré tu mano derecha en esto, así que no te preocupes por mí.
—Yo haré lo que sea que pidas —admitió Eloisa—. Siempre y cuando esté dentro de mis principios.
—¿Qué principios? —preguntó Tobías. Eloisa le lanzó una servilleta.
—Idiota —musitó.
Horace sonrió. —Mis bellos hijos —los contempló con orgullo.
—¿Qué sabemos de tus socios? —preguntó Violeta, quien sí estaba metida en los negocios de su padre, a diferencia de ellos.
Tobías recién había conseguido su master en psicología y estaba buscando trabajo en Desvard, al mismo tiempo que hacía su Ph.D. a distancia, hasta que supiera donde se establecería finalmente. Por otro lado, Eloisa tenía una larga trayectoria como jinete, siendo una de las mejores jinetes de la última década. Era famosa en el rubro y tenía cientos de campeonatos ganados, por lo que buscaba un poco de tranquilidad en Desvard hasta saber si volvería a competir o terminaría retirándose.
Sus agentes, por otra parte, la intentaban convencer de participar en el siguiente Derby.
—Su nombre es Silas Lewis, y tiene cuatro hijos: Devon, Claude, Ansel y Forest —dijo Horace untando mantequilla en su tostada—. Quizás los conocen, se paseaban de allá para acá cuando vivían aquí. Devon y Claude son los más involucrados, ambos rinden las cuentas y aprueban los presupuestos de sus tierras, mientras que Ansel es veterinario y Forest está estudiando. Son buenos chicos, tienen caracteres fuertes, pero nada que ustedes no puedan manejar. Ustedes son muy… muy criticones y tercos.
#23318 en Novela romántica
#3963 en Chick lit
romance adulto pasion amor eterno, familia adinerada secretos drama, amor entre vaquero y jinete
Editado: 30.07.2021