Lo veo ahí tirado en el piso, no sé que hacer, estoy en un tipo de estado de shock. Todo a mi alrededor da vueltas.
Tengo ganas de vomitar, mi hermana llora y él solo ve su herida.
Iván se acerca corriendo a mí, pero yo no puedo dejar de ver como Óscar comenzó a desangrarse, gritando de dolor y agarrándose la herida.
Iván asiente y va hacia mi hermana, para abrazarla, y luego que se separan, la toma de la cara, para revisarla.
Yo también me acerco a Abi, al verla pongo mis manos en mi boca con sorpresa y dolor.
Su ojo izquierdo está morado, su labio roto e hinchado, tiene un gran verde en la frente, sus mejillas están rojas por el llanto, pero hinchadas por unos golpes que se notan a leguas.
Luego de unos segundos, se escuchan las sirenas de la policía, volteo a ver a Óscar, quien con mucho esfuerzo se levanta del piso e intenta correr.
Pero es muy tarde, porque la policía baja del auto y lo rodean.
Una ambulancia llega hacia nosotros, auxilian a mi hermana, revisándola y haciéndole un montón de preguntas.
Asiento de acuerdo y él se lleva a mi hermana, mientras yo los sigo detrás para subirme yo también.
No pienso dejar a mi hermana sola otra vez, ni aunque me pongan un revolver en la cabeza.
La ambulancia avanza, mientras yo recuerdo a Iván, no sé nada de él ¿Vendrá detrás de nosotras? Es mejor no quedar con la duda.
Saco mi celular y le envío un mensaje avisándole a donde vamos, él me responde diciendo que va en la otra ambulancia con Óscar, me dijo también que quería asegurarse de que no escapara y aunque la policía iba con él, no confiaba mucho.
Lo dejé en visto, pensando en todo lo que sucedió esta noche y el día anterior.
Ya puedo leer las revistas y sitios de chismes con el nuevo escándalo.
Será una puta bomba, lo puedo ver.
Luego de unos minutos, al fin llegamos al hospital, conde ya nos están esperando, los paramédicos bajan a mi hermana en una camilla.
Yo bajo con ella, pero al momento que cruzan una puerta, me prohíben el paso.
Frustrada y un poco cansada, voy a la sala de espera y ahí veo a Iván, voy hacia él y me siento a su lado.
No pongo objeción alguna, después de todo, si estoy cansada. Acomodo mi cabeza en su hombro y cierro mis ojos intentando dormir.
¿Con qué más nos habrá mentido? Pienso.
Pasamos un par de horas más en el hospital, donde ya me siento mareada, odio los hospitales y es por una razón específica.