Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 3.

05-03-19

...

No volví a mi salón la mañana anterior, tanto el director como mi madre pensaron que lo mejor sería que regresara a casa. Por lo que mi madre me llevó en su auto, no dijo ni una sola palabra durante el camino. Y cuando llegamos a casa, solo dijo:

            -Tengo una operación de emergencia. Hablaremos cuando regrese. Dame tu celular. –Dijo muy seria.

No le respondí, solo asenté con la cabeza y se lo entregué. Mi madre salió mientras ponía mi mochila sobre el sofá. Escuché el sonido del motor de su auto hasta que se fue. Aquel día no podía dejar de pensar en el porqué de lo que hizo Gael. Y por más que lo pensara cientos de veces, no podía encontrarle una razón. A la hora del almuerzo, mi madre no regresó. Lucas regresó del colegio en un taxi. Cada uno almorzó en su habitación y no hablamos en toda la tarde, nos silenciamos más de lo común. Cuando mi madre regresó en la noche, yo ya estaba durmiendo. Por lo que no hablamos sobre lo que pasó.

A la mañana siguiente me vestí para ir al colegio. Pero esta vez salí de mi habitación con diez minutos de anticipación. Bajé las escaleras y me dirigí al comedor, mi madre estaba comiendo junto a Lucas. Dejé mi mochila sobre el sofá y me acerqué.

            -Ve a cambiarte. –Dijo mi madre sin apartar la mirada de su taza con café.

            - ¿Qué?

            -Dije que fueras a cambiarte. Hoy no irás al colegio, tienes que ir dar tu declaración en la comisaría.

            - ¿Mi declaración? –Pregunté, pero mi madre no respondió. Se mantuvo mirando su taza de café, con una pésima actitud. Como si hubiéramos intercambiado roles. Agarré mi mochila que estaba sobre el sofá y subí a mi habitación a cambiarme. Tenía que sacar provecho de eso, tenía pensado preguntarle a Gael el porqué de culparse. ¿Por qué salvarme? Si ni siquiera fuimos amigos.

Lancé mi mochila sobre la cama, abrí mi ropero y me cambié la ropa. Me ponía una pulsera cuando mi madre apareció en la puerta.

            -Al auto. –En tono autoritario.

Lucas apareció junto a ella, cargaba su mochila en el hombro izquierdo y nos miraba a ambos con intriga.

            - ¿Desde cuándo reina la monarquía en esta familia? –Pregunté acomodándome la pulsera.

            -Desde que me mentiste. –Y se fue.

            -Párale. –Dijo Lucas–. Piensa en cómo se siente… –Y también se fue.

Suspiré hondo un poco de aire. Me miré un momento al espejo y salí. Mi madre esperaba en la sala, mirando hacia las escaleras con seriedad. Cuando salí de la casa y subí al auto, Lucas ya estaba sentado en el asiento del copiloto. Mi asiento.

            -Muévete, engendro. –Le abrí la puerta para que se salga.

            -Él se va a quedar ahí. –Dijo mi madre, cerrando la puerta nuevamente.

            -Es mi lugar.

            -Hay más espacio en la parte de atrás. –Y se subió al auto. Mi sentimiento de soledad no se había sentido tan intensa como entonces. Me estaba hundiendo en un hoyo muy profundo.

Me subí al auto sólo porque en serio necesitaba hablar con Gael. Sin importar mi declaración, necesitaba aclarar un par de interrogantes. Al ambiente en el auto se volvió pesado, ninguno decía ni una sola palabra. Hasta que llegamos al colegio, fue ahí cuando Lucas bajó del auto, dijo:

            -Adiós mamá.

Y ella respondió:

            -Adiós hijo.

Miré por la ventana, para ver si aparecía algún conocido mío. Lo que me recibieron fueron los cientos de miradas de preocupación, y ni siquiera sabía el porqué de su preocupación, pero todos en la entrada me miraban fijamente. Hasta que vi a Camila junto a Percy. Ella hacia señales con las manos de que me estuvo llamando. “No tengo celular” le dije en señas. Marco nos miraba confundido, resultaba gracioso ver la forma en que trataba de entender. Mi madre puso en marcha el auto, seguí mirando por la ventana mientras me alejaba cada vez más del colegio, hasta que lo perdí de vista. Me volví hacia dentro del auto, resignado a la tranquilidad. El silencio era relajante, no podía pedir otra cosa.

Luego de diez minutos, habíamos llegado a nuestro destino. Mi madre bajó del auto en silencio, y yo supe que debía bajar también. Caminé por detrás de ella, expectante por lo que fuera a pasar. Mi madre se acercó al mostrador y habló con una señorita un tanto regordeta. Yo me quedé mirando hacia la calle hasta que ella me llamó. Caminamos hacia dentro del edificio, mientras avanzamos pensaba en lo absurdo que era todo esto, ¿cómo es posible que estemos pasando por esto sin tener ni una sola pizca de idea? Ni siquiera sabía lo que debía decir.

Un comandante se nos acercó y nos saludó. Mi madre y él hablaron un momento y me hicieron sentar en una silla en el pasillo. Pero mi paciencia se vio afectada y me levanté, acercándome a donde estaban de pie.

            - ¿Puedo hablar con Gael?

            -Erick, no creo que…

            -Sólo quiero hablar cinco minutos con él, ¿Puedo? –Le pregunté al comandante.

            -Sólo si tu madre está de acuerdo. –Dijo muy serio.

            -Cinco minutos –Pronunció.

El comandante le informó a un policía que me llevara hasta una celda, en la que estaba Gael. Al llegar a ella, vi a Gael recostando sobre una banca metálica, miraba hacia el techo y al escuchar nuestros pasos, solo nos miró un segundo y volvió su mirada al techo.

            -Regreso en cinco minutos. –Dijo el policía, y salió.

Me acerqué más hasta las barras de metal. Las toqué con las manos y el frío en ella era alucinante.

            -No te preocupes, no voy a involucrarte.

            -Quieren que dé mi declaración. –Dije.

            - ¿Qué? –Se sentó, asombrado. Clavó sus ojos en los míos.




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