Desde que la luna me acompaña

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12 de julio del 2015

14: 33

Isidro había corrido despavorido de su trabajo hacia el hospital, Miguel le había mandado un mensaje de que, a su hermano, Raúl, le habían disparado, y estaba en cama, solo que él no sabía que apenas despertó fue que le mandaron el mensaje, Miguel sabía que no tenía por qué estar allí, preocupándose por la condición de su hermano cuando él también tenía problemas que solucionar, y, que apenas, podía con ellos. Llegó a la habitación, sudoroso, y cuando entró en ella, ni siquiera se molestó en expresar su molestia; su rostro lo decía todo. Raúl lo saludó.

Hey, hermanito, ¿cómo estás? Apenas me he enterado de que casi no la libro, pero mira, estoy como nuevo —sonríe—. Ese disparo pudo dejarme en pésimas condiciones —Miguel le interrumpió, como quien no quiere la cosa.

En realidad, sí que lo hizo, ¿te has mirado en un espejo? Estás horrible analiza sus palabras—. No, esas no son las palabras exactas, tú nunca te has visto bien, la cosa aquí es que casi te mueres y apenas sobrevives imbécil, lo tuyo sí que es ser optimista ¿no? Gran capullo que eres.

Será que no te has visto a ti, eres el más feo de los tres. Papá siempre lo quiso negar mientras estabas frente, pero luego se volteaba y te señalaba, si hablamos de aspecto, aquí el ricitos nos gana a todos —el mencionado se deja caer en el asiento más cercano, calmándose, no podría contra dos locos, él estaba en su sano juicio, todavía—. Quita esa cara ricitos, que estoy vivo, oye, ¿quieres que te cuente mi gran lucha con el asesino, para que te calmes? —Comenta sin burla en la voz, pero claramente quería despejarse la mente, quitárselo de la cabeza, aquello que lo perseguía durante semanas. Isidro lo miró como si estuviese mal de la cabeza, más de lo que pensaba desde un principio.

¿El disparo te dejó tostado? ¿Por qué diablos me interesaría una lucha, que, en un universo alterno, podrías haber muerto, Raúl, explícame? Con dureza, le contestó. Eso le quitó las ganas a Raúl, quien quería comportarse como siempre, pero veía que tenía que esperar que se le pasase la desazón a su hermano.

Vale, vale, que pensé que te gustaría aquella historia, como salí de este problema, no tan ileso como esperaba, pero al menos estoy bien ¿no? Eso es mucho de lo que se podría pedir de amenazas como las que me hicieron —suspira, aliviado del resultado final—. Además, deberías de dejar esa expresión, no eres tan viejo, deberías de disfrutar más tu juventud, estás en tus treinta todavía, disfrútalos, y deja de parecer un viejo siempre, eso me irrita. La alegría debe formar parte de tu ser, ¿por qué no la dejas entrar? Te hará las cosas más fáciles —Miguel le lanzó un pedazo de manzana a la cara, en negativa.

No trates de convertirlo en ti, te tenemos. ¿No lo crees suficiente con eso? —Se acomoda al lado de él, suspirando—. Es razonable que esté de esa manera, estuvo preocupado por ti, imbécil. Que deberías sentirte halagado, estamos aquí por ti, nuestro hermano se tomó el tiempo de llegar hasta aquí mientras que tu esposa te prepara comida para más tarde, ¿no deberías dejar esa faceta tuya, no sé, por algunas horas? Es bastante frustrante tener que lidiar contigo así, cuando pasaste horas sin dar señales de vida —hizo una mueca, cambiando el tema radicalmente—. Además, ¿por qué diablos tenías que hacerlo hoy, de todos los días? Estaba divirtiéndome con Helen, pero tuviste que hacer de las tuyas y estropeármelo como siempre. Han sido dos veces ya que lo has hecho, ¿acaso no te cansas? Yo también quiero tener una noche pasional sin problemas, no eres el único que busca la felicidad, hermanito.

Oh, ¿lo hice? —Sonrió de oreja a oreja, importándole el dolor que sentía en el cuerpo, eso no era nada cuando los tenía en frente, junto a él—. Lo siento, Miguel. Es una costumbre que debo dejar, debes saber que no lo hago por mal, ni siquiera apropósito, perdona a tu tonto hermano por arruinarte el sexo —hace un suspiro exagerado, dejando claro sus intenciones con esa acción—. Helen también debe estar desolada por su cuñado, cuando le diga que así es como piensas puede que termine por abandonarte, que mal me sentiré cuando eso suceda, a mi hermanito no le quedará más nada que matarme, ¿no? Aun espero aquella pelea que no me diste, hermanito. Me la darás una vez me recupere ¿no? Después de todo tendrás una razón para golpearme.

Tú no quieres salir vivo del hospital ¿no? —Ensanchó su sonrisa.

—Me han dicho miles de veces que soy masoquista, ricitos, ha de ser algo que heredé de nuestra madre, ya sabes, esa mujer siempre renegaba sobre la música que escuchábamos, que era del diablo y no sé qué —sonrió con tristeza, recordando como era su madre en aquellos tiempos—. Aun así, la bailaba conmigo, ¿te acuerdas? Era una mujer muy contradictoria con lo que hacía, aun extraño que baile conmigo, y puedo ser muy viejo y lo que sea, pero mi madre seguirá siendo la primera y única mujer con la que el baile ha sido mi pasión.

Has tenido muchas pasiones en tu vida Raúl, el baile simplemente ha sido lo que más has compartido con mamá —triste, comenta Isidro. Miguel suspira.

No entremos allí, mis soldados, no entremos allí. Que no saldremos nunca de aquella guerra sonríe con malicia, ocultando sus planes una vez que menciona lo siguiente—; ¿Jugamos a las cartas?

¿Las cartas? ¿Por qué tan de repente? —Refuta meticuloso hacia su hermano, él se encoge de hombros sin dar muchos detalles.

—Solo porque sí, el ambiente se ha tornado melancólico y he preferido sacar algo que todos sabemos hacer muy bien, ¿qué dicen? ¿Se apuntan? —Raúl y Isidro se miran, encogiéndose de hombros, aquello fue su respuesta. Sacó unas cartas, y se dirigió a la cama de su hermano, junto a Isidro—. Ya saben las reglas, y lo que pase en el partido queda a cargo y específicamente de ustedes, ¿se entendió? —Asintieron, empezando así la partida, habían caído en su trampa, y cuando este salió victorioso ni siquiera los golpes de su hermano le hizo soltar aquel bollo de dinero. Era así de tramposo, el no tan joven, pero aun así más experimentado del trío Albacete.




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