Desde que la luna me acompaña

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30 de julio del 2015

11: 00 a.m.

El drama en el que se había convertido la vida de Camilo, y posteriormente la de él se había calmado con los días, sin embargo, su hermano había perdido la confianza en sí mismo, y en la mayoría de las personas, cerrándose, convirtiéndose en alguien que solamente escuchaba y nada más, eso era lo que le había dejado aquella persona; la desconfianza.

—Estás demasiado preocupado, ¿no es suficiente que me veas por el teléfono? No necesitas venir tan a menudo —le contestó con otra pregunta a lo que le había preguntado, Isidro sonrió de lado.

—Te equivocas, sino te controlo yo, Harold terminaría despedazándote, estoy siendo justo, creo que prefieres mi amabilidad que su mal humor ¿no?

—No lo sé, tendría que preguntármelo —chasquea la lengua—. Como sea, ninguno es recomendable, serían igual de insoportables.

—Oh, vaya, me siento herido —puso una mano en su pecho, dramatizándolo—. ¿No quieres decirme otra cosa? Tal vez así se te vaya esa sensación que tienes ¿no? Estoy seguro de que sí —sonrió de oreja a oreja cuando le vio refunfuñar.

—¿Siempre has sido igual de fastidioso? Qué problema —contestó a su vez, irritado—. De todos modos, ¿qué quieres que haga? —Con seriedad, terminó por decir—. No sé cómo enfrentarme a algo que me ha dejado —hace una pausa, sin saber muy bien que decir—, choqueado, la verdad. Pero no puedo dejar que eso me consuma, no estaría siendo yo. Hermano, ¿cómo, dime que puedo hacer para no sentirme de esta manera?

Se queda pensativo, analizando la postura que Camilo tenía a su lado, y, por primera vez se dio cuenta de que lo poco que le había contado no más había sido una farsa, todo lo que le hacía doler la cabeza, era mucho más, y ahora, no sabía ni qué hacer con ello. Suspira.

—Lo primero —alza la mirada, concentrándose en él—. Cambiarte ese desparpaje que ni siquiera deberías tener —se levantó del sofá y jaló de los hombros a su hermano, parándolo—. Luego te llevaré a donde un amigo. Ya era hora de que lo decidieras por ti mismo —sonrió, más tranquilo—. Gracias, gracias por confiar en mí, Camilo. No puedes echarte para atrás una vez que entres ¿está bien? Sé que no eres amante de ese tipo de situaciones, pero ¿podrás lograrlo? ¿Lo harás?

Camilo le lanzó un golpe leve, sonriente, pero esa sonrisa estaba llena de temores, y angustia. Fácil la encubrió.

—Soy tu hermano después de todo, no hay nada más que decir —subió las escaleras con su hermano siguiéndole los pasos—, solo necesito a mi familia. Con eso es más que suficiente.

13: 09 h

Maura daba varías vueltas por el jardín, pensativa, no había mucho que hacer en la casa, y ya estaba aburrida. Vio una caballera larga cerca, sentado en el pasto. Sonrió. Allí está. Pensó, muy animada. Cuando se acercó a él se sorprendió de verle llorando.

—¿Por qué estás llorando? —Preguntó, precavida, hacia él. Le enseñó su celular.

—Por esto —limpia sus lágrimas, pero es en vano, le había dolido aquella muerte, aún no lo superaba—. ¿Cómo diablos puede alguien no llorar por él? ¿Acaso son humanos? —Se quejaba con lágrimas en los ojos, Maura no entendía, solo miraba dibujos animados y nada más.

—¿Qué es esto? No entiendo nada —fijó con más atención su vista, pero seguía sin entender—. ¿Lloras por esta caricatura? ¿Por qué?

—Porque él era —hace una mueca, dolido—. Sigue siendo en realidad, mi personaje favorito. Mientras otros puedan decir que Alphonse o Edward es su favorito, o siquiera Mustang, yo sigo diciendo que es Hughes, y mira, me lo asesinan a la menor oportunidad.

—Ah, bueno —juega con sus manos un momento, no sabiendo qué responder—. Qué triste por ti, sin embargo, sigue siendo una carica- ¿q-qué? ¿Por qué me miras de esa manera? —Dijo, una vez vio como la mirada de Hugo la penetraba con firmeza.

—No necesito que me recalquen lo obvio ¿sí? Déjame llorar en paz, lo siento como una persona común y corriente ¿bien? Suena estúpido, lo sé, pero así lo siento ¿acaso no has sentido cariño por algún personaje de ficción antes? Es tan común como decir que el dolor nos sumerge en la peor de las redes —sonríe sin mucho ánimo—. ¿Eso te es suficiente respuesta, Maura, o necesitas algo más?

Ella negó con la cabeza, un poco insegura. Lo había visto siempre en ese tipo de situaciones, se preguntaba cuando podría verlo feliz, sonriendo de verdad, y no con aquellas sonrisas falsas y llenas de dolor que siempre le daba. Dejó caer su mano en el celular, queriendo analizar aquello más de lo que posiblemente podría.

—No. No necesito nada más, pero —dio a reproducir, escuchando voces en un idioma distinto— quiero entender. ¿Por qué siempre estás así? Y no hablo de tu llanto ahora por una caricatura, no —lo observó, interesada—, hablo de la vida. La vida que tienes es realmente misteriosa, amarga y triste ¿por qué sigues dándole pies a ella? Tú —la interrumpió, callándola.

—No te metas. No es algo en lo que tengas que meterte. No te incumbe —dijo, firme. Sin dar a lugar a réplica, Maura mordió sus labios, asintiendo poco después. Hugo suspiró—. Cambiemos de tema, no te he encontrado mucho en estos días, ¿has ido a visitar a tu familia? Te ves radiante.

—Ah, sí. Lo he estado —comenta, un poco ofuscada por como le había hablado antes—. He experimentado muchas cosas nuevas en estos días, ni siquiera sabía que era una serie de esas, hasta que Soledad me las mostró —ríe vagamente—, me he quedado enganchada con ello, cada que nos invita tenemos que ponerla o sino no paro de insistir. Y —confundida, comenta, no queriendo hacerlo por alguna razón, pero aun así, lo mencionó—. He estado con César un par de veces. Un amigo que he hecho en las primeras semanas de meses pasados. Ha sido extraño, muy extraño estar con él.

Hugo frunce el ceño, pero sonríe con alegría hacia ella, dándole ánimos.




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