Desde que la luna me acompaña

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02 de agosto del 2015

13: 12 h

—Nuevo día, mismas torturas —suspira—. ¿Qué tengo que hacer para apartarme de este pasado doloroso? —Se pregunta, ya cansado de tener que mirarse en un espejo y ver lo destruido que estaba.

—Por eso te he dicho que vayas a donde aquel psiquiatra —repitió una vez más Cía. Hugo suspiró.

—Fui, pero eso no es lo mío. A pesar de que quiero —apretó los dientes—, dejar de estar de esta manera, no sé sí dejarte ir sea —hace una mueca, llena de tristeza y nostalgia—. Sea una buena idea.

—¡Sí que lo es! Estoy harta de tener que repetir lo mismo. ¿Por qué eres tan terco cuando tú mismo sabes que no está bien seguir de esta manera? —Bufa—. Como sea, hablar contigo es innecesario. No escucharás por más que te lo diga.

—No es eso, Cía —comienza a decir, pero el teléfono comienza a sonar, aunque este no sabe donde está, frunce el ceño—. ¿Quién será a esta hora? Tengo el día libre por lo que no se atreverían a llamarme.

—Tal vez sea uno de tus hermanos pidiéndote salir. Con eso de que no sales demasiado de esta casa —suspira—. Tu vida está muy limitada, Hugo, ¿por qué no comienzas a conocer a gente nueva, o incluso a las mismas personas de esta casa? No te quita demasiado de tu tiempo. Lo sabes bien.

—No tengo tiempo para hacer amistades. Mi horario es nocturno y, evidentemente, todas las personas de aquí no se van a quedar a esperarme como si fuésemos dos viejos amigos ¿no? —Busca por todos lados, había bastante reguero en su habitación y no había tenido tiempo de limpiar, hoy era un día perfecto para ello—. La vida no es tan sencilla, las amistades no vienen de la nada Cía, hay que construirla con tiempo, con sinceridad y honestidad —la observa cuando encontró por fin el celular. Dejó de sonar—. No me apetece tener que contarles mi pasado, mis tormentos y mis problemas, gracias. Me parece mejor estar cada uno por su lado, sin mucha información. Siempre es bueno de esa manera —descolgó la llamada, extrañado—. ¿Quién es?

—¿Habla Hugo Lavalle? —Preguntó con cautela.

—Sí, él habla. ¿Quién demonios es? No conozco este número en lo absoluto —miró una vez más el número, no reconociéndolo.

—Ah, por supuesto, no lo sabrías, hace tiempo que no sabemos los unos de los otros —suspira—. Soy Elías Zalazar, ¿me recuerdas ahora?

—¿Elías? —Sorprendido, dice su nombre. Cía pone un dedo en su mentón, pensativa—. ¿Ese Elías cabezota que no soporté en mis años de músico, me hablas de él? —El mencionado ríe, de acuerdo con sus palabras.

—Ese mismo. Queríamos hacerte una propuesta —con seriedad, comienza a decir—. Pensamos que después de tanto tiempo, no te atreverías a decir que no, la música siempre ha sido tu pasión, y lo has hecho perfectamente cuando estabas con nosotros, probablemente los fans estarán alegres de que volvieras al grupo —sonrió—. Queremos que vuelvas al grupo.

—¿Ah? —Procesó la información durante unos segundos, riéndose en el proceso luego de captar a qué se refería—. Perdóname pero ¿estás de coña? ¿Qué pasó con el bajista que teníais? Según me enteré consiguisteis uno bastante bueno desde que me fui. ¿Qué es esto ahora? ¿Soy un reemplazo de mi reemplazo? Joder, impresionante —vuelve a reír, no tomándoselo de una buena manera.

—Estamos hablando en serio con lo de tu regreso. El grupo ha estado bien desde que te fuiste pero no ha sido lo mismo, sino te hemos llamado antes es porque así lo has querido. Pero ahora no hay ninguna excusa, ya el tiempo pasó, ya debes saber que es lo que quieres ¿no es así? —Sonríe—. Tienes tiempo hasta este viernes. Daremos varios conciertos por Perú, y necesitamos a un cantante que toque el bajo.

—¿Te piensas que aceptaré así como así? ¿Por qué estás tan seguro?

—Hugo, vamos, que es obvio. Amas la música tanto como nosotros, y tienes que darte cuenta de que lo que has estado haciendo en tu vida no es realmente lo que quieres ¿o es que realmente me equivoqué cuando te elegí para entrar en la banda? Una persona que toca como tú lo haces cuando está en el escenario no lo deja nunca, ni siquiera porque esté incapacitado.

—¿Hasta cuando dijiste que lo tengo que pensar? —Preguntó en cambio, no respondiéndole directamente.

—Hasta el viernes. Tu lugar estará disponible hasta entonces, hablamos después, ahora tengo algo que hacer —colgó, dejándolo con la información de un nuevo cambio.

Cía gritó de alegría, contenta.

—¡Enhorabuena! —Aplaudió llena de regocijo—. Ya era hora de que volvieras por el camino que te impusiste una vez. Dejarlo fue una tontería, bien dicen que lo que es verdaderamente tuyo, volverá a ti. Esto es claro ejemplo de ello —sonrió.

—No lo sé, todavía tengo que pensarlo. Tengo un trabajo después de todo ¿sabías? —Niega con la cabeza, despreocupada.

—Bah, que trabajo. ¡La música es tu verdadero trabajo! ¿Por qué siquiera te haces el inteligente conmigo? Tu respuesta es evidente. No hay que pensarlo demasiado.

—Hablemos de eso después, ahora tengo que cocinar —sonríe, recordando aquella vez—. En verdad sí que me gustó. No puedo esperar a probarlo otra vez.

Cía miró con una sonrisa entre aliviada y triste la espalda de Hugo.

—Vas por buen camino amor, vas por buen camino —este se giró al escuchar sus murmullos, ella negó inmediatamente con la cabeza. Quitándole cualquier duda.

Constantes cambios y nuevas personas. Hugo no sabía que ya había alguien que estaba haciendo cambios en él, y bastantes buenos.

16: 43 h

Agatha sonrió cuando vio que Luciana estaba logrando entender las matemáticas perfectamente, aunque ya le había enseñado muchas cosas, la pequeña quería seguir aprendiendo, era de esas personas que les gustaba aprender, y a ella le encantaba enseñarle todo lo que podía.

—¿Cómo se supone que tengo que hacer esto? —Pregunta, confusa por ver una división complicada. Agatha sonríe.




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