Desde que la luna me acompaña

22

8 de agosto del 2015

14: 38 h


Tras pasar unos cuantos días, y golpearse unas cuantas veces, Darío terminó por aceptar ayudar a su hermano, le quedaba medio mes para que él estuviese preparado, de lo contrario, lo pasaría bastante mal, mucho más.

—¿Feliz? —Dice después de un rato en completo silencio—. Tengo preparada una coreografía que puedes manejar perfectamente. Solo observa —prendió la música de su celular y comenzó a bailar. Darío observó con atención.

Fermín era bueno en el baile, pero siempre arruinaba su talento con su actitud desafiante y malhablada. Sin embargo, en esta ocasión no fue debido a eso que tuvo el problema, sino por como le habían menospreciado, cuando él, lo único que no se atrevería a hacerle a otra persona es eso: menospreciarlo. No obstante, ya no había cabida a arrepentimientos, porque él estaba igual de ansioso respecto a esa competición. Se le veían las ganas en su rostro.

Movía sus pies como si nada en el piso, era algo sorprendente que lo hiciera con tal habilidad, él sabía que él era bueno en muchos tipos de bailes, no solo en el ballet sino que en muchos más, pero de ahí a que supiera también los bailes urbanos, y callejeros, era una cosa totalmente distinta.

—Sé que podrás hacerlo. Eres de mente rápida —luego de una respiración corta, vuelve a hablar—. Una persona más se nos unirá. No le veo el sabor si solo estamos nosotros dos, necesito a alguien que sea el picante de este baile —se detiene a pensar—. Lo que no sé sí esa persona aceptará hacerlo. Encontraré una manera, pero antes —lo voltea a mirar con desagrado—. Debo ver como está tu ritmo. Es evidente que hay muchas cosas que arreglarte. Empieza, empieza. Hay muchas cosas que hacer —apura sin tacto a su hermanastro, quién estaba deseoso de volverlo a golpear, pero hizo uso de la razón y le hizo caso.

Cuando empezó a bailar, se sintió en su salsa, lo que mayormente hacía en su juventud más temprana era bailar, sacar de quicio a los concursantes y conseguir un par de jovencitas disponibles, a su vez. Sonrió al dar la media vuelta con las manos y posteriormente hacer un giro de cabeza, que no iba en la coreografía, pero que él había añadido simplemente por querer.

—No está mal —pone una mano en su mentón, pensativo—. Sin embargo, tienes que mejorar más esa intensidad. No me das mucha. Hagámoslo otra vez —ambos se pusieron en posición y se dejaron llevar por la música.

16: 22 h

Tras haber acordado las cosas a mejorar Darío salió del apartamento con la intención de irse a trabajar en las fotografías de esta mañana, aunque pronto descubrió un imprevisto a penas dar unos cuantos pasos lejos del apartamento de Fermín. Alzó la ceja al ver lo joven que era aquella jovencita.

—Deme todo su dinero —dice—. Démelo todo o lo mataré —esa amenaza no estaba siendo una broma, porque había sacado una navaja de entre sus pantalones, apuntándola directamente hacia su rostro.

Darío bufó. Ya eran dos veces que le pasaba esto, pero no obstante, esta era una situación diferente que la anterior, aunque para él seguía siendo lo mismo porque atentaba contra su vida.

—¿Matarme? Niña, sino puedes siquiera con esa arma. ¿Cómo dices que lo harás, chiquilla? —Burlón, comienza a decir, procurando apartarse de ella cuando la provoca.

Miró hacia atrás y a los lados previendo si había alguien más junto a ella. Se alivió cuando no vio a nadie más.

—¿Se está burlando de mí acaso? ¿Piensa que no lo haré porque soy joven? —Refuta con molestia, y de esa misma manera se acerca a golpearlo, así lo agarraría con las manos en la masa.

—Vamos, niña. Deja de jugar, no tengo tiempo para esto —mira sus manos, posteriormente hace un movimiento en la que las intercepta, doblándoselas sin mucha fuerza, quitándole el arma de esa manera. Sonríe con victoria, aliviado de que eso se acabase rápido—. Que estés necesitada no tiene que llevarte a este tipo de actos. No es lo mejor para alguien que apenas conoce como es la vida, en algún momento esto te podría costar caro —le sermonea con firmeza, la jovencita le da una mirada envenenada, no queriéndole escuchar.

—Cállese, vejete. Usted no sabe nada. Deje de pensar que la gente le agradecerá por decirle esas tontas palabras —le sonríe con burla—. Conseguí lo que quería sin el menor esfuerzo. Y usted no se ha dado cuenta de nada.

Se aleja con rapidez dejándolo con preguntas en el rostro, pronto estas fueron contestadas al revisar sus bolsillos. Gruñó con furia.

—Niña de mierda. Me las vas a pagar —se grabó sus rasgos y fue en dirección hacía la policía, por otro lado, la atacante había dejado caer una fotografía.

Una fotografía que lo había dejado lo suficientemente curioso como para preguntarse de sí había una posibilidad de que ella fuese más cercana de lo que podría imaginar.

—No hay otra manera de averiguarlo —se guardó la foto en sus bolsillos y siguió en aquella dirección. Definitivamente encontraría respuesta si seguía sus instintos.

19: 05 h

Nieves le había dado muchas vueltas a como podría enfrentarse a Héctor de una u otra manera, y decidió hacerlo mañana, no podría quedarse de brazos cruzados cuando la única que podría calmar lo que sentía, lo que estaban pasando ambos, era ella. Y ella era bueno que sentará cabeza en ello. No podría darle más vueltas porque solo había una respuesta; hacerle frente y confesarlo. Sabrina aplaudió emocionada cuando la escuchó. Claudio igual sonrió, alegre de que ella por fin se decidiese.

—¡Con que por fin! Ya era hora reina, estaba cansada de verte con cara de muermo y fingir demencia porque a la señora le disgusta que le presionen demasiado —dice con un tono de voz divertido—. Ahora bien, en la fase de reconciliación ¿habrá sexo? ¡Oye! Que es una pregunta inocente, no te me ofusques tanto, mujer. Caray, y uno que pensó que iba a ser mejor cuando decidiese irse a por todas con el doctorcito.




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