Desde que la luna me acompaña

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10 de agosto del 2015

15:04 h

—Así que esa loca no te ha dejado en paz ¿eh? —Mueve con una sonrisa la comida que tenía en mano—. Ya esto no es un juego, se está volviendo cada vez más molesto para mí también, sino fuese una mujer hace tiempo que estaría hospitalizada —aquella sonrisa siniestra dejaba en claro a que se refería, Isidro rodó los ojos.

—Siempre pensando con la violencia. ¿Es que no queda algo de cerebro en aquella cabeza? —Suspira—. Yo también quiero terminar con esto pero es que las cosas no apuntan bien para mí, he buscado de una u otra manera el quedarme con la pequeña, o llegar a un acuerdo con ella pero es imposible. Siempre piensa en una forma de fastidiarme los planes y arruinarme la existencia —gruñe—. Ya no sé que hacer. Estoy al límite. No puedo pensar en nada más cuando ella tiene comprado a cualquiera que busque.

—Solo queda una cosa que hacer, que pensé sería demasiado, pero viendo como están las cosas, no me queda de otra —sonrió con pesadumbre—. ¿Estás preparado para la acción, Migue? Necesito de tu entera disposición para esta misión. ¿Lo harás? —La sonrisa del susodicho no pudo ser más complacida de la que él le brindaba.

—A la orden hermanito, ¿qué tengo que hacer? ¿Hay que acorralar a alguien, o hacer pasar que es un secuestro? Tú dime. Estoy dispuesto a lo que sea para que esa mujer deje en paz al ricitos.

—Eh, chicos, ¿qué es lo que piensan hacer? Sí es una ayuda ilegal les voy diciendo que no necesito tales métodos a pesar de lo desesperado que estoy por culminar con esto —regaña con severidad, ellos sonríen entre sí, cómplices.

—No te preocupes ricitos, que nuestro método nunca ha fallado, después de todo, es copiado —eso avivó más su curiosidad pero se vio callado cuando dos mujeres entraron a la sala, sentándose una al lado del menor, y el mayor respectivamente.

—¿De qué hablan? ¿Por qué tanto estrés en sus rostros? Principalmente en la tuya, Isidro, pareces que no has dormido en años —señala su rostro, y al mismo tiempo, lo toca, analizándolo—. Tengo algo muy bueno que puede ayudarte a cambiar los años que llevas encima —sonríe—. No sé, pero, creo que deberías tratarte más, probablemente conseguirías más mujeres haciendo cola. Que tampoco tienes necesidad, estás bastante bien —aquello último lo comenta para sí misma, sin embargo, todos lograron escucharlo, Raúl es el primero en sonreír, y por supuesto, en seguir con el tema antes de que ambas mujeres llegaran.

—Armábamos un plan para destruir a la psicópata de nuestra excuñada. Nuestro ricitos apenas puede dormir gracias a esa tarántula, ¿te lo puedes creer? No deja que visite a la niña, mucho menos lo deja en paz, y lo vive amenazando con no sé cuanta cosa —suspira—. Pero eso se acabó, Miguel y yo ayudaremos a nuestro hermanito a salir bien parado de esa trepadora, desde la última vez que nos visitaste estaba decidido a pensar en algo que pueda sacártela de encima.

—Lo bueno es que nos tiene a nosotros —sonríe con malicia—. El cerebro y la astucia. Hacemos un buen equipo cuando uno de nosotros está en problemas —mira a sus hermanos, con complicidad—. ¿No es así, chicos?

—Realmente lo son, estos dos me tuvieron totalmente engañada cuando sucedió el accidente del acosador —suspira—. Nunca pensé que ocultaras tan bien las mentiras, incluso de mí, que debí ser una de las primeras en enterarse —reclama, aún molesta por lo que había hecho su esposo en aquel momento, dejándola fuera de los problemas que enfrentaban ambos, pero que él decidió enfrentarlo por sí mismo, sin contarle.

—Por favor, estarías mucho más nerviosa que yo, y no dejarías de acechar la casa, sé que tienes la capacidad de defenderte pero eres mi mujer y no dejaré que algo malo te pase, mucho menos si tengo la oportunidad de evitarlo —refutó, convencido de que había tomado la decisión correcta aun con todo y quejas.

Isidro se quedó pensativo, realmente le preocupaba como había ido hacia él, con un arma y completamente inestable. Temía demasiado por lo que estuviera pasando su hija en aquel momento. Pasó sus manos por su rostro, contrariado con aquellos sucesos que no lo dejaban en paz.

—¿No hay una manera efectiva de quedarme con Esmeralda sin tener que hacer tanto papeleo por la custodia? —Pregunta de repente—. No la vieron, sus ojos estaban fuera de orbita, mi pequeña ha estado mucho más asustadiza cuando voy a verla, ni siquiera habla como antes. Raúl, eres abogado. ¿Qué puedo hacer para tenerla? No quiero que siga allí, puede que esté siendo lastimada en este momento y yo sin enterarme de nada —traga saliva—. Yo en verdad no me perdonaría que mi niña quede traumada por su madre, y porque yo no fui capaz de ayudarla antes. Estoy asustado. Realmente asustado por lo que es capaz Natalia —observa fijamente a su hermano, mostrándose tal cuál es en aquellas palabras—. Su estado no le permite estar estable. Sus cambios de humor pueden afectarla mucho más de lo que pienso, lo que dañaría mucho más la relación que ella tiene con Esmeralda.

Dejó caer su espalda en el sofá, cansado, harto de aquella situación que lo dejaba en constante lamento y presión. Patricia miró confusa la situación en la que se encontraba, y que era participe al hacer aquella pregunta con tanto significado.

—¿Eres Psicólogo, no es así? —Asiente, no teniendo ganas de especificar su área de servicio—. Puedes usar eso a tu favor. Además de que ya has averiguado lo que le pasa a tu ex, puedes claramente usarlo en su contra y quitarle a la niña —todos la miran con sorpresa, no creyendo que había una solución tan fácil entre sus manos—. He visto muchos programas de leyes, aparte de que es una de las carreras que estudié también. Raúl puede ayudarte en ello, a pesar de ser un completo canalla la mayoría del tiempo es el mejor en el campo —sonríe de lado—. Podrás tenerla, costará mucho, pero debes buscar los papeles y obtener pruebas de su enfermedad. El juez sin duda alegará por ti.




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