Desde que la luna me acompaña

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«Sentimientos que no se ven venir, al igual que la intromisión de algunas personas, y los problemas que vienen después». Part 1.
 

24 de agosto del 2015

14: 33 h

Hoy era el último día en el que Agatha le daría clases a Luciana, por eso, y sin poner pegas a lo que tenía que hacer se autoconvenció de que nada malo pasaría sí ella fuese a aquella casa y se encontrase con William una vez más; tenía que enfrentarse a él y a sus sentimientos, aún cuando él dijo que los alejaría y que solo los había dicho para querer sacarse lo que desde hace mucho, sentía por ella.

Suspiró.

—No es nada por lo que estar preocupada —sonrió de lado—. Solo es un hombre confesando lo que sentía, y que eventualmente, no llegaría a más que eso, pero —miró al cielo, preguntándose cómo debería sentirse respecto a ello, porque ni ella quería aceptar que removió algo que pensó estaba bien encerrado—. Eso no cambia el hecho de que yo, no puedo pensar en nada más que volver a sentirme parte de mí misma. Ese, tiene que ser mi primer objetivo.

Se dijo, alejando cualquier cosa que pudiese hacerla retroceder, cuando el año que venía, era el comienzo de una nueva vida con ella, y solo ella.

Se despidió de sus compañeras, que eventualmente volvería a ver los fines de semana, aún estando ocupada en la escuela, desde mañana, comenzaría otra vez su vida como maestra, y desde entonces, su camino de reconstrucción, será algo en lo que estará centrada, y en lo que se esforzará en lograr. En su camino, se encontró una vez más con la mujer de hace semanas atrás, maltratando a su hija, no había nadie que estuviese cerca para detener ese maltrato, por instinto llamó a la policía local y le dijo lo que estaba pasando, recordó que tenía que tener pruebas, tomando en cuenta que era una total extraña, y que solo pasaba por allí unas cuantas veces por semana. 

Sé que esto es algo en lo que no debería meterme, pero no puedo dejar que una niña inocente como ella sea dañada de esta manera, nadie lo merece, y es tan evidente que su madre lo hace todos los días, sin ninguna razón aparente. Mordió su labio, pensando en ello, y cuando tuvo las pruebas suficientes, se acercó con molestia a la madre.

—¿Ahora que fue lo que le hizo la niña para que la esté golpeando de esta manera? ¡Usted no puede hacerle eso a su hija! Se está pasando con los golpes, un padre tiene poder para pegarle a un hijo, solo sí se porta mal, y tampoco en una gran cantidad. ¿Cuál piensa usted que es la mejor manera para hacer que un niño obedezca? Porque esta, está claro que no lo es, señora —la mujer la miró, sus ojos inmediatamente la reconocieron, poniéndola más molesta de lo que estaba con su propia hija.

—Es la metida de la otra vez, al parecer a usted le vale rábanos que este no es su jodido problema, ¿o es que tengo que explicárselo mejor? —Se acercó a ella, rabiosa, agarrándola del cabello cuando se vio lo suficientemente cercana, sorprendiéndola—. Ya le dije una vez que sí se volvía a meter con mis cosas la pasaría mal ¿no se lo aclaré? ¿Por qué demonios no hace de la vista gorda como todos? —Bufa, mirándola de arriba abajo—. Dársela en buena gente muchas veces no es la mejor opción, hermosa, debes quedarte con las manos quietas y seguir tu camino. Eso es lo que la gente hace, y eso es lo que tienes que hacer tú también, ¿me oíste? —Le soltó la cabellera, creyendo que ella estaba de acuerdo con ella, pero, era claro que ambas tenían un pésimo carácter, en cuestión a Agatha solo lo tenía con ese tipo de personas.

—Mire que se está equivocando en una cosa; no todas las personas serán cómo usted lo espera, eso la gente lo aprende a la mala o a la buena —no quiso jugar con la misma violencia que ella le mostró, pero igualmente, lo hizo, aquello le había dolido—. ¿Cree que me quedaré de brazos cruzados luego de que me haya maltratado a mí también? Patrañas, sé defenderme de personas como usted, ahora lo sé y no dejaré que su hija siga pasando por esto con una madre tan irresponsable como usted —gruñe—. ¿Qué le cuesta quererla y dejar todos los vicios que posee? Porque está claro que es alcohólica y —la olió, haciendo una mueca al mismo tiempo—, drogadicta al parecer. ¿Sí no la iba a querer, para qué la tuvo? ¿Para qué mantenerla con usted en estas condiciones tan horrendas? —Miró a su alrededor, dándose cuenta de que habían personas mirándolas, observando como peleaban entre sí. La soltó—. Otras personas querían mantener a sus hijos a su lado, que al contrario de usted, los aleja y los daña importándole como eso podría perjudicarlos después —la mujer se le queda viendo, deteniéndose a mirar a su hija, quién se había escondido de ella, bufó, enojándose más.

—¡Ana María ven aquí! ¿Qué te he dicho de esconderte de mí? ¡Acaso quieres que te pegue otra vez! —Fue a su encuentro, olvidándose de Agatha—. Cuándo hablo contigo, y te digo algo, es para que lo cumplas, no para que se te olvide, niña del demonio —le agarró de las greñas, con fuerza—. Tendremos una charla larga esta noche también, nunca entiendes. Al parecer te gustan los golpes, estúpida. 

—Mamá, por favor, deja de pegarme, no he hecho nada malo —mordió su labio, tratando de no llorar por el dolor que sentía—. Solo estaba allí porque no quería meterme en lo de ustedes. Por favor, ya suéltame, me duele mucho.

Le dio una cachetada al escucharla, le había dicho que dejara de contestarle de esa manera pero aún así lo seguía haciendo, le molestaba demasiado que siguiera haciendo eso. 

—Ah, Dios, ¡cuántas veces te tendré que decir que dejes de ser de esa manera tan rebelde! Tú —iba a volverle a pegar, pero Agatha la detuvo, justo al mismo momento que se escuchaban las sirenas acercándose con lentitud. 

Andrea miró hacia allá poniéndose pálida en el acto, Ana se dejó abrazar por los brazos de Agatha, lejos de los de aquella mujer que parecía más un monstruo que su propia madre.




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