Desde que la luna me acompaña

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«El camino de la aceptación, lo importante que es la familia y cuan difícil puede ser levantarse de la oscuridad».

 

31 de agosto del 2015
15: 19 h

Después de que unos días pasaron, y de que no quería molestar a su tía mucho más de lo que lo estaba haciendo, se quedó en la casa compartida, allí casi nadie sabía que estaba en casa, continuaba su trabajo sí, pero desde casa, sin desearlo realmente, solo queriendo acabar. Aquello no le gustaba para nada, quería volver a ser la misma, pero cada vez que lo intentaba, el recuerdo de aquella espantosa noche le venía a la cabeza. Hizo una mueca, viendo como su celular sonaba cada vez más, no había tenido contacto con muchas personas, solo con su secretaria y nada más. De allí a que le importase salir de la cama para conversar, para ver el sol, no, no lo hacía, solo salía para lavarse el rostro, para ocultar el cansancio que sus ojos tenían, para olvidarse de que se sentía sucia, sucia y sin remedio para que eso se quitase de ella.

Escuchó un golpe en la puerta, era Maura, quién ya estaba preocupada por la cantidad de tiempo que ella pasaba en la habitación, sin salir, sin comer un pedazo de pan siquiera. 

—Luz, soy Maura. ¿Podrías tomar un poco de esta comida? Hice demasiada, me preguntaba sí quisieras un poco de ella —no escuchó respuesta, insistió—. No me iré hasta que decidas abrirme la puerta y que te lo comas. Es lo único que te pido. No has comido mucho en estos días, es lo que preparé aquella vez ¿te acuerdas? Te gustó mucho como lo preparé. De seguro te gustará lo que le añadí. 

Con renitencia, separó sus pies de la cama y le abrió la puerta, mirándola por un nano segundo antes de coger la comida y cerrar la puerta, sin embargo, ella evitó que eso pasara y le sonrió con dulzura.

—Estoy siendo muy entrometida, sí, pero es que no eres la misma de antes, así que —sacó algo detrás de su espalda, emocionada de que tal vez le gustase—. Te traje algo que podría gustarte, Darío me comentó que es tu favorito, no sé sí lo hice igual donde los compras, pero el intento es lo que vale ¿cierto? —Le sonríe, no sabiendo sí lo cogería o no.

Ella se quedó mirándola a los ojos no esperando eso de su parte. Se forzó a hablar, no haciéndolo desde hace unos días atrás. Sintió su voz rasposa.

—No tenías porque hacer eso, no te lo pedí, Maura —sonrió de lado, viendo como se desanimaba—. Pero eso no significa que no esté agradecida contigo por haber hecho eso por mí, gracias. No tenías por qué.

—Lo hice porque quería que sonrieras, y mira, ¡lo logré! Al menos es un progreso —le sonrió de vuelta, sorprendiéndola más de lo que ya estaba—. En unas horas quiero que estés en la sala, haré una comida y estarán todos aquí, así que no deseo que no esté la que nos dejó quedarnos aquí, por lo que —la miró con advertencia, pero era más como ver un pequeño conejito que una mujer en aquella ropa. Le sonrió—. Quiero que estés allí, no importa que excusas preparadas tengas. ¿Está bien? Llevas encerrada allí por mucho tiempo, no quiero que te pongas mal. Ya me escuchaste, te espero allí en unas horas —se dio media vuelta cuando recordó algo—. Te lo comes todo ¿ok? Es lo menos que deberías hacer ¿no crees? Alimenta a ese cuerpo y no nos preocupes tanto, por favor.

Con esas últimas palabras la dejó sola, pensativa y muy agradecida por tener a personas que la querían y se preocupaban por ella, limpió una lágrima traicionera que cayó por su mejilla.

—Así que esto es lo que se siente —mordió con cuidado el postre, sintiéndose querida—. Tan diferente a antes. Tan diferente.

Se sentó en la cama otra vez, colocando la comida a un lado y volviendo a trabajar. Una vez que completó todo lo que tenía que hacer por hoy, miró el plato lleno de comida, y hizo una mueca recordando que tenía que comer. Se acomodó.

—Ella dijo que tenía que comer —sonrió de lado—, esa pequeña sí que es tenaz. Sin duda que tiene el poder de convencimiento en ella.

O simplemente dice la verdad. Piensa, luego de un rato. 

Se quedó mirando la ventana cuando terminó la comida y no tenía ganas ni fuerzas de enfrentar a las personas que vivían allí y que la vieran de esa manera. Suspiró. Nunca he sido buena en afrontar situaciones incómodas, mucho menos cuando me importan las personas. De todas formas, saben que es lo que me pasa, los medios no pueden hacerse esperar con ese tipo de noticias... a veces quisiera que como la gente puede olvidar ese tipo de problemas, yo también pudiera.

—Pero no es así —dijo esta vez en voz alta, no queriendo estar más en aquellas cuatros paredes solo con ella, y sin pensamientos que no la dejaban en paz ni siquiera cuando iba a dormir.

Pensó que lo que había dicho Maura era una mentira, pero en realidad estaban todos allí, con el único que no había pasado palabras era Hugo, y él se había tomado un tiempesito para estar allí, junto a ellos, queriendo desearle lo mejor de los deseos a aquella mujer que no pasó un buen momento en su vida, y que lo merecía, puede que no tenga la mejor de las actitudes pero siempre está dispuesta ayudar cuando alguien lo necesitaba. Por eso es que, cuando vio a todos allí, con caras sonrientes y carteles, sus lágrimas estaban a punto de salir de sus ojos.

—¿Qué...? —No terminó de hablar cuando vio lo que decían cada una de ellas.

Es difícil que algo como esto se supere en un dos por tres, pero, una sonrisa siempre es mejor que una lágrima, no lo hagas por los demás; hazlo por ti, cuando te sonrías sinceramente a ti misma, en ese momento, sentirás la pureza de tu corazón, y la limpieza que cualquier problema, haya dejado en ti se habrá ido inmediatamente, solo tienes que intentarlo.

No sé ni para que te escribo esto sí ni siquiera le prestarás la debida atención, pero, es mejor tener la fiera que hay en ti, que la calma, das miedo, mujer, ¿por qué no me gritas al menos una vez así siento que no estoy viendo un fantasma? Y para que sepas, te ves horrible cuando lloras, solo muéstrame esa sonrisa maquiavélica que tienes y sabré que estás bien, solo así, sentiré que estás de vuelta en el mundo.




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