Guardó sus cosas con rapidez y les arrebató el examen a los chicos que todavía permanecían sentados. Corrió hacia el patio esperando darle alcance. Miró en todas direcciones y la vio caminando hacia el área deportiva. Se acercó a ella apresurado y la abrazó por la espalda, sosteniendo su cintura. Se agachó hasta su oído para decirle:
—Dame una oportunidad, en verdad quiero que esto funcione. —No le dio tiempo a responder; la giró hasta encontrarse con sus ojos y la besó. Thaly intentó empujarlo, pero él la abrazaba firmemente.
—Acá no, alguien puede vernos. —Apenas separó sus labios para que sus palabras fueran escuchadas. Preocupada siguió empujando su pecho. Él la volvió a besar rodeándola con sus brazos.
—No te preocupes no hay nadie —susurró.
—Podría venir alguien, me pones nerviosa. ¿Te veré después de clases, sí? —Le dirigió una mirada dulce y suplicante, a la cual le era imposible decirle que no. Tenía toda la intención de llevársela en ese momento, no importaba a dónde, solo quería estar con ella. Sin embargo, se contuvo y aceptó de mala gana.
—Te espero a la salida, una cuadra más arriba del colegio, doblando la esquina ¿está bien? —Acarició su mejilla con el pulgar y ella cerró los ojos al sentir su mano. Aquella reconfortante sensación empezaba a hacerle cambiar de idea. Sacudió la cabeza para pensar con claridad y se mantuvo firme con el acuerdo.
—Después de clases...
Caminó torpemente al encuentro de sus amigos.
Caminó torpemente al encuentro de sus amigos. Ellos estaban reunidos en una mesa del jardín, tomando unas gaseosas. Se aproximó distraída, con una sonrisa en los labios. Pensaba en lo que había ocurrido, aquello parecía un sueño; un sueño extraño y agradable.
Alison se percató de su extraña actitud y la sacó de su burbuja preguntándole cómo le había ido en el examen. Le respondió «maravilloso», pensando más en Nicolás y su reciente declaración que en el examen de física.
Los chicos comentaban el examen, Thaly seguía en su mundo aparte asintiendo por momentos, sin prestar atención a lo que le decían. No sabía cómo se había metido en esa situación, jamás había pensado en ningún maestro, por joven que fuera, como algo más; sin embargo, Nicolás era distinto, se sentía extremadamente bien con su presencia, se sentía... ¿feliz?, nunca se había puesto a pensar qué era la felicidad, pero seguro que aquello se aproximaba bastante. Seguía distante, pese a los intentos de Alison por hacer que hablase, cuando la voz de Erick volvió a sacarla de su burbuja.
—Hola Thaly. Perdón por el viernes, la verdad no me acuerdo de nada, pero creo que terminaste volviendo sola. —Presentó sus disculpas con total indiferencia. Los amigos miraron a Erick sin comprender nada, no lo conocían y no tenían idea de qué hablaba. Thaly había olvidado por completo lo ocurrido días antes, las recientes distracciones la habían mantenido alejada de recuerdos escabrosos. Se levantó con calma, tomó una botella de gaseosa, dio un sorbo y le respondió:
—No hay problema, está todo perdonado... —Al mismo tiempo le vació el contenido de la botella en la cabeza. Sus amigos miraron estupefactos y Erick quedó mudo, con los ojos como platos sin saber cómo reaccionar. Thaly se retiró de la mesa como si nada hubiera pasado. Alison la siguió mientras el resto todavía intentaba comprender lo sucedido.
—Thaly qué pasó, ¿quién es ese chico y qué pasó el viernes en la noche? —demandó conocer lo que ocurría.
—Es una larga historia, luego te la cuento. —No estaba segura de qué decirle a su amiga así que decidió posponer las explicaciones hasta decidir qué versión de los hechos contar. Alison empezaba a molestarse, desde el campamento que su amiga se mostraba evasiva, parecía que vivía en un mundo aparte y ya no tenía la confianza suficiente en ella para contarle lo que ocurría; aun así decidió no presionarla, por el momento...
Thaly miraba el reloj antes del último periodo, tamborileaba impaciente el pupitre mientras contaba los segundos faltantes para salir. Ya no podía con los nervios, quería salir ya. Ni bien la manecilla larga llegó a las doce saltó del asiento y salió corriendo. Alison fue tras ella preguntándole si quería hacer algo después. Thaly negó con la cabeza y le respondió que tenía otra cosa que hacer. Aquello ya le molestaba, parecía que no quería ser más su amiga. Thaly no se percató de lo que pensaba, estaba más preocupada por encontrarse con él.
Corrió calle arriba y encontró el familiar auto azul de Nicolás. Abrió la puerta del copiloto y entró ágilmente. Nicolás la esperaba sentado con la cabeza apoyada en el asiento, escuchando música. Parecía que llevaba ahí un buen rato. En cuanto vio a Thaly sentarse a su lado le habló en tono serio.
—Estás consciente de que debemos mantener esto en secreto y que no podrás andar conmigo como si fuera algún chico del colegio ¿verdad?
—Por supuesto que sí —respondió con tono seguro.
—¿Y estás dispuesta a sobrellevarlo?
—Lo único que quiero es estar contigo, aún si eso significa vivir encerrados en una cueva.
—Bien, solo quería estar seguro. —le sonrió y la tomó de la mano. Puso en marcha el auto sin rumbo fijo—. ¿A dónde quieres que vayamos? —preguntó, tenía tantos deseos de verla que no se le había cruzado por la cabeza qué harían luego.
—Vamos a tu casa —respondió como si una gran idea se le cruzara por la mente. Nicolás la miró de soslayo reprimiendo una risa—. ¡No vayas a pensar nada raro! —Le dio un golpe en el hombro y él comenzó a reír.
—Yo no pensé nada, ¿para qué quieres ir?
—Para conocerte más. Tú sabes mucho sobre mi... demasiado... y me di cuenta de que yo prácticamente no sé nada sobre ti.
—¿Así que quieres comprobar que no sea un asesino serial o un psicópata?
—Sí, eso también —bufó—. Por favor, ni siquiera sé cuándo es tu cumpleaños, o que edad tienes...—se avergonzó un poco al decir lo último, pero era cierto, jamás le había preguntado su edad, no era algo que la incomodara, solo sentía curiosidad.
—¿Quieres saber qué edad tengo? —Thaly asintió intentando ocultar su entusiasmo—. Tengo treinta y cinco.
Thaly lo miró helada. Nicolás la miró de vuelta y se echó a reír de nuevo.
—¿En verdad parezco de treinta y cinco?
—No, ¡pero nunca se sabe! Puedes ser de esos tipos que se afeitan y tiene cara de bebé. Con esa edad podrías ser mi padre —repuso algo molesta.
—Tengo veintitrés, con eso solo me alcanza para ser tu hermano mayor.
Thaly respiró aliviada y contempló la carretera, quería recordar el camino a casa de su ahora «novio».