La mañana del lunes se encontraba más relajado, Sara por fin se había ido de luna de miel dejándole un catastrófico desastre en su departamento; ocasionando que la señora que iba a hacer la limpieza estuviese a punto de renunciar. Después de negociar, volvió a tener todo como antes, excepto por el refrigerador, el cual Sara había llenado con pastel y comida restante de la boda; suficiente como para alimentarlo un mes.
Solo tenía una cosa en mente que lo preocupaba. No estaba seguro, pero parecía que Vanessa sabía mucho más de lo que le había dicho. Se había quedado dos noches encerrado en la misma habitación que Thaly, dudaba que su mente fuera tan inocente como para creer que no había pasado nada. No podía hacer nada al respecto, más que esperar, sabía que no pasaría mucho antes de que ella le dijera algo a Thaly; lo más probable era que le prohibiese verlo de nuevo y avisara a la directora del colegio. Aunque eso era poco factible si comprendía un poco la mente de aquella mujer. Lo último que desearía sería que todo el mundo se enterase que su sobrina mantenía una relación amorosa con un profesor del colegio.
Desde que estaba con él su rendimiento en el colegio había aumentado. Escuchaba hablar a los otros maestros acerca de la milagrosa y notoria mejoría de Natalia. No necesitaba pensarlo demasiado, cualquiera se haría la idea equivocada, creyendo que Natalia se acostaba con sus maestros por conseguir nota, y eso era algo que ni él, y menos Vanessa, deseaban.
Qué más le quedaba, decidió esperar y tratar de pasar menos tiempo con Thaly en las tardes, solo por esa semana, después sería más fácil tenerla junto a él en las vacaciones venideras.
Empezó la clase como de costumbre. Era la semana previa a las vacaciones y los chicos parecían más pendiente de sus próximos viajes y actividades que del colegio, así que solo repasó un poco el tema anterior. La mayoría no le prestaba mucha atención, y eso era algo que realmente no le importaba, también estaba cansado y sin ánimos de dar clases. Les dejó una tarea, aunque sabía que nadie, a excepción de Daniel y Laura, la harían. De nuevo no le importó y aprovechó de contemplar a Thaly, quien por momentos le regalaba una de sus hermosas sonrisas, para luego volver a centrar la atención en su libreta. Hacía tiempo que no la veía escribir sus famosas listas.
Estefanía también lo notó, su enemiga número uno antes se la pasaba escribiendo en su pequeña libreta azul de espiral. La curiosidad la embargó, aquello debía ser una especie de diario, y de ser así, no podía dejar de echarle una hojeada.
La clase terminó, y como de costumbre, Thaly guardó sus libros lentamente para ser la última en salir, mientras Nicolás borraba la pizarra y guardaba sus cosas con la misma lentitud. Sin embargo, en esa ocasión parecía que no importaba qué tan lentos fuesen, había un grupo de chicas que permanecía conversando y no daban miras de irse pronto.
Nicolás abrió la puerta para salir y le hizo un gesto a Thaly con los ojos. Ella ya sabía a qué se refería. La esperaría en la misma aula vacía de siempre.
Esperó unos momentos luego salió detrás de él.
Estefanía se quedó junto al grupo de amigas de Laura, esperando a que su profesor y el resto de alumnos salieran.
—¿Para qué nos hiciste quedar? —preguntó Josefina. Estefanía les había mandado un mensaje durante la clase para que permanecieran cuando tocase el timbre.
—Pensé que querían darle a Natalia un regalo antes de las vacaciones —dijo con perversidad, buscando en la mochila de Thaly. Abrió el bolsillo delantero y encontró la libreta.
—¿Qué es eso? —señaló Ada con curiosidad, mientras la otra chica abría ansiosa la libreta.
—Las porquerías que escribe Natalia. Quién sabe, tal vez encontremos algo interesante.
Comenzaron a hojear página por página, cada una tenía una lista diferente de cosas banales y triviales.
—Es solo basura, no hay nada interesante. —Josefina se levantó, estuvo a punto de irse seguida por sus amigas cuando Estefanía esbozó una sonrisa de fascinación.
—Si uno escarba encuentra tesoros hasta en la basura —recitó abriendo la última página en la que Thaly había escrito durante la clase.
Nicolás sabía que no contaba con mucho tiempo, solo podía robársela unos minutos, pero le era difícil verla durante la clase y reprimir el impulso de besarla o abrazarla; y ella tenía la culpa, por mirarlo de esa forma tan inocente o cruzar las piernas de manera apetecible, como si lo invitara a acariciarlas y sentir su tersa piel.
La tomó con delicadeza del rostro mientras la besaba con vehemencia, casi con desesperación, cada día la necesitaba más, cada día era más adicto a ella. Después de un momento bajó sus manos hacia su espalda, y luego más, hasta levantarla y colocar sus piernas alrededor de su cadera. La sentó en el escritorio sin dejar de besarla con aquella intensidad y pasión que solo ella desataba.
—¿Qué no aprendes? —Thaly logró separarse apenas, comprendiendo sus intenciones.
—La tercera es la vencida —respondió comenzando a acariciar sus muslos. De pronto su sentido racional comenzó a hacerse presente—. Vete antes de que me arrepienta —soltó en un suspiro, alejándose.
La chica salió sonriendo del aula. Debía admitir que le encantaba cuando lo dejaba en ese estado, era una de las pocas ocasiones en que sentía que ella poseía un mínimo control sobre él y no al revés como ocurría siempre.
Thaly y sus amigos pasaron con normalidad el resto de las clases hasta el almuerzo. Ni bien entró en compañía de Alison y Daniel sintió todas las miradas posadas en ella. El camino hacia la mesa del fondo se les hizo el viaje más largo y tenso de sus vidas.
—¿Qué les pasa? —preguntó Alison en un murmullo, sentándose y viendo que todos los miraban y cuchicheaban, algunos se reían también.
—No sé, pero no me agrada —dijo Daniel.
Comenzaron a comer mirando alrededor, nerviosos, cuando Alex corrió hacia ellos.
—¿Thaly ya viste esto? —Se sentó a su lado mostrándole un volante. Ada y Josefina lo están distribuyendo en las puertas de los baños.
Thaly le arrebató el papel de las manos y sintió que iba a morirse al leerlo.
—Natalia ven conmigo. —La directora apareció junto a los chicos mientras estos leían uno de los tantos volantes que Alex le había quitado a Josefina.