Después de clases

Como si no pasara nada

A Nicolás se le hizo extraño no ver a Natalia durante la clase de química. Imaginó que se había quedado dormida, aun así le preocupaba. En primera instancia habían pensado que el embarazo de Thaly pasara desapercibido hasta acabar las clases, mas viendo las circunstancias, tal vez no iba a funcionar. La lesión pequeña que había tenido en un entrenamiento de atletismo, había sido la excusa perfecta para que ella no volviera a pasar la clase de deportes, y el que tuviese un estado de ánimo tan bajo podía atribuirse a la muerte del profesor Cohen. También habían presupuesto que a los cuatro meses, un embarazo no sería tan notorio, pero recordando lo delgada que era Thaly, no estaba tan seguro.
Escribió unos ejercicios en la pizarra, para que sus estudiantes resolvieran mientras él llamaba a su novia. Al poco rato, lo interrumpió la secretaria de la directora. Ella lo requería en su oficina con urgencia. Se dispensó de la clase y por un instante tuvo el mal presentimiento de que era algo referido a Thaly. Caminó por los pasillos hasta la dirección rogando que no fuese sobre ella. Aparentemente sus ruegos no fueron escuchados, ya que la directora empezó con las palabras más temidas para él.
—Sucedió una tragedia en casa de Natalia —le avisó con tono angustioso.
Se le paró el corazón y sintió el sudor frío de desesperanza corriendo por su frente. No podía gesticular palabra y dejó que la directora prosiguiera.
—Su madrastra murió anoche.
—¿Qué? De cómo, qué pasó... ¿está bien Thaly?... —Por un lado se alivió de que no le hubiese pasado nada a la muchacha; por otro, se desconcertó; sin duda no esperaba que Vanessa hubiese muerto. Un montón de sucesos vinieron a su cabeza, así como las consecuencias de aquello.
—No lo sé. Todo fue muy repentino. La secretaria del general Ayala me llamó para informarme, no me dio datos precisos, un paro al corazón aparentemente. Aunque es extraño, se movieron muy rápido ya van a enterrarla esta tarde. No pude hablar con Natalia, así que iré al entierro. Como tú te llevas bien con ella pensé que querrías saberlo.
Nicolás no entendía nada, solo sabía que debía ir por ella de inmediato. Algo no le cuadraba. Salió con rapidez de la oficina para llamar a Thaly. El teléfono sonaba y ella no contestaba, así que decidió ir a su casa.
En la entrada a la residencia estaba parqueada una patrulla de policía. Aquello le dio mala espina. Se aproximó a uno de los patrulleros para preguntar lo ocurrido y se sorprendió más, si era posible, cuando con tranquilidad le informó que había ocurrido un suicidio.
«Se supone que iba a cuidarla, ese era el trato. ¿Por qué lo hizo?» pensaba angustiado golpeando el volante. Todavía faltaba para el entierro y no se decidía si ir a la casa del padre de Thaly o ir directo al cementerio. Decidió ir a la casa.
Ya había un montón de gente en la residencia. Varios entraban, y otros salían del velorio. Nicolás se abrió paso entre la gente buscando a Thaly. No la divisaba, estaba seguro de que ella no querría estar ahí. Posiblemente necesitaba tiempo a solas así que se retiró. Thaly podía estar en cualquier lugar de la ciudad caminando sin rumbo.
A las cinco de la tarde fue al cementerio. Se le hacía extraño volver después de apenas unos días. Pero debía estar con Thaly. La gente ya comenzaba a irse y la vio discutiendo con su padre y un hombre que supuso debía ser su hermano mayor. Permaneció alejado mirándolos, esperando para acercarse. Sintió una gran aprehensión al verla. Se la notaba cansada, pálida y más frágil que de costumbre, parecía que se derrumbaría en cualquier instante. Estaba angustiada, lo podía ver en sus ojos tristes y desesperados. Cerró los ojos para no seguir contemplándola, escuchaba a Santiago gritarle a su padre, mientras la muchacha miraba de un lado al otro procurando no llorar.
—¡Todo es tu culpa! —gritó Santiago, totalmente fuera de sí—. No voy a permitir que sigas torturando a Thaly de la misma forma, voy a llevármela, no importa lo que digas.
—No vas a llevarte a nadie, hace tiempo que ya no eres mi hijo y no tienes derecho sobre ella. Las cosas seguirán como antes. No quiero volver a verte —le habló como si le diera una orden a uno de sus soldados, mientras agarraba a Thaly del hombro y la jalaba bruscamente hacia él.
—Nunca la quisiste, siempre buscaste la manera de deshacerte de ella. ¿Para qué quieres quedártela? —le gritó de vuelta jalando a Thaly del brazo.
—¡Ya basta! —gritó la muchacha al no soportar que hablasen de ella como si no los entendiera—. ¡Dejen de hablar como si yo no estuviera! ¡Los odio a los dos! ¡No quiero estar con ninguno! ¡Solo quiero estar muerta! —soltó deshaciéndose en lágrimas.
—Thaly no digas eso —dijo su hermano agachándose hacia su rostro.
Ella lo esquivó. Su padre les dio la espalda, avisándole a su hija que la esperaba en el auto. Santiago aprovechó ese momento a solas para hablar con ella.
—Voy a arreglar esto, te lo prometo. No voy a dejarte con él.
—¿Cómo me dejaste antes? —resopló.
—Te dejé con mamá, ella te cuidaba, ahora yo voy a hacer lo mismo. Ayer me llamó en la noche, me pidió que te vigilara. No sabía por qué, no imaginé lo que estaba pensando hacer... —hizo un pausa—. Andrea me dijo que mamá dejó una carta en el mueble del baño y que tú la tomaste. ¿Qué decía?
—No dejó ninguna carta —negó la muchacha.
—Pero me dijo que ella la vio...
—No dejó nada. Vanessa era una mujer rota por dentro, por más que demostrara lo contrario. Simplemente colapso. Papá terminó de succionarle la vida.
—Y va a hacer lo mismo contigo si no te llevo conmigo.
—Puedo cuidarme sola. Regresa a Inglaterra, seguro tienes cosas que atender. —Le dio un abrazo de despedida y se dirigió al auto de su padre. Nicolás aprovechó entonces de darle alcance. Le puso las manos sobre los hombros sin saber si era conveniente abrazarla. Thaly se separó de él.
—Luego —le dijo retomando su camino.
Nicolás estaba impotente. No podía abrazarla, no podía consolarla, tampoco llevársela de ahí. La dejaba marcharse directamente hacia el peligro.
—¿Eres conocido de mi hermana?
Nicolás prestó atención al hermano de Thaly. Ella le había hablado en varias ocasiones de él. Como lo adoraba cuando era pequeña y como disfrutaba de irlo a visitar a Inglaterra, las pocas veces que Vanessa la llevaba. Era un hombre de veintisiete años, delgado y de semblante tranquilo, con el cabello castaño igual al de Thaly y ojos verdes como los de su madre.
—Soy Nicolás, soy profesor de Thaly en el colegio —se presentó sin estar seguro de qué más añadir. Decirle que era novio de Thaly tal vez no era buena idea.
—Thaly está muy mal —Santiago le contó con angustia.
—Sí, lo sé. ¿En verdad puedes llevártela? —Esa era otra posibilidad. Si el hermano de Thaly podía conseguir la custodia de la chica, podría alejarla de su padre el tiempo necesario hasta que ella pudiera irse a vivir con él.
—No lo sé. Mi padre no quiere y si él no da permiso tendría que iniciar un juicio y tengo todas las de perder. Además Thaly tampoco quiere.
—¿Por qué? No entiendo, ¿por qué prefiere vivir con su padre?
Santiago encogió los hombros.
—Es que yo vivo en Inglaterra, supongo que ella ya tiene una vida aquí, además no quiere saber nada conmigo, cree que la abandoné —habló con decepción.
—Sí, algo así me contó.
—Debe apreciarte para que te haya contado eso —le dijo con una media sonrisa—. Yo quise llevármela hace tiempo, pero no lo hice por mi madre. Ella estaba muy encaprichada con Thaly... en realidad ella era lo único que le quedaba, no podía quitársela, por eso la dejé. Miró hacia el cielo un momento y luego volteó hacia Nicolás—. Lo lamento de nuevo, no tengo por qué meterte en mis problemas familiares.
—Está bien, yo me preocupo mucho por Thaly. Ahora está mal, le sucedieron demasiadas cosas, pero es fuerte, necesita tiempo. Cuando supere esto pensará con claridad.
—Se nota que la conoces muy bien —dijo extrañado.
—Sí, bastante —respondió, le parecía increíble que Santiago le hablase como si él fuera ajeno a Thaly.
—Yo no puedo quedarme, haré algunos arreglos y debo volver —habló consternado, la muerte de su madre le había supuesto un terrible shock y encima debía pelear con su padre por la custodia de Thaly. Por algún motivo confió en Nicolás, en verdad parecía preocupado por su hermanita—. Este es mi número. —Sacó una tarjeta de su traje y se la entregó—. Si puedes habla con ella, por favor, y si le sucede algo o logras que cambie de opinión llámame. —Añadió antes de irse solitariamente.
Nicolás asintió y observó la tarjeta. Ahora tenían otra opción además de huir y un posible aliado que los ayudaría con lo que Vanessa había iniciado.




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