Habían pasado años desde la última vez que entró en la casa de su padre. Sara tenía las llaves, mientras abría la puerta principal, una intimidante cámara de seguridad se movió en su dirección. El jardín no había cambiado demasiado, le traía buenos recuerdos, de cuando él y sus hermanas corrían por ahí, persiguiéndose u ocultándose tras los frondosos árboles frutales. Volvió a sentirse como un niño al entrar al despacho de su padre. Recordó las largas horas de sermones que había tenido que escuchar en ese mismo lugar. Siempre que hacía algo malo, por minúsculo que fuera, su padre lo llamaba a esa habitación que usaba para trabajar, sabiendo lo intimidante que le resultaba el lugar.
El doctor Cohen lo esperaba sentado detrás del escritorio, en una pose casual y con un atuendo cómodo que usaba los fines de semana cuando no debía trabajar.
—¿Para qué me llamaste? —espetó sentándose de malagana.
Sara entró también y corrió a saludar a su padre cariñosamente.
—No te di permiso de sentarte —le dijo serio, con Sara aún colgada de su cuello.
Nicolás se levantó enfadado y cruzó los brazos mirándolo con odio.
—Puedes sentarte —le señaló cordialmente el asiento—. Ahora... ¡¿Me puedes explicar por qué demonios te están denunciando por violación a una menor?!
Nicolás se enderezó en el asiento con una expresión de pánico.
—¡Qué! —Exclamó quitándole un papel de la mano—. Maldito hijo de perra —masculló al ver la denuncia—. ¿No vas a creer que es cierto?... —levantó la vista hacia su padre.
—No sé qué creer porque no tengo idea de qué está pasando. Agradece que conozca a las personas indicadas y todo lo que tiene que ver con el General Ayala pasa por mis manos. Dime de qué se trata todo esto y qué tienes que ver con ese hombre y su hija. —Cruzó los dedos y se inclinó hacia adelante, esperando a que su hijo le explicara cómo se había metido en ese lío.
—Tú sabes perfectamente qué pasa. Gracias por avisarme sobre esto, lo arreglaré yo solo. —Cuando intentó irse, su padre se le adelantó, bloqueándole el paso a la puerta.
—¿Qué relación tienes con ellos? —demandó saber.
—¿Qué Vanessa no te mantuvo al tanto? —preguntó incrédulo, convencido de que su padre se hacía el que no sabía nada, como estrategia para sacarle información.
—¿Conocías a Vanessa?
—¿Me dejas que se lo cuente yo? —interrumpió Sara, dándose cuenta de que su padre de verdad no sabía lo que estaba pasando.
—No, tú no tienes nada que ver, es más ¿qué haces aquí? Vete. —Enojado, Nicolás le señaló la puerta.
—¿Papi puedo quedarme?
—Claro que sí preciosa —dijo mirándola con dulzura. Cambió su expresión de golpe y miró a su hijo esperando a que hablase.
—Desde hace meses salgo con su hija, y ella... está embarazada, pero no la violé —añadió—. Vanessa sabía sobre lo nuestro casi desde el principio y se aprovechó de eso para amenazarme con involucrarme en cualquiera que sea el estúpido plan que tiene contigo para deshacerse de su marido.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó desconcertado.
—Sí, y no te hagas el que no sabía nada, porque Vanessa me dijo que hablara contigo para ayudarles.
—No me refería a eso. Lo que no puedo creer es que te metieras con una muchachita de diecisiete años y encima la embaraces. ¿Eres imbécil o qué? Además, si Vanessa te pidió que hablaras conmigo ¿por qué no lo hiciste?
—Porque no iba a dejar que ella y tú controlen mi vida, me amenacen y me involucren en Dios sabe qué. Thaly y yo vamos a salir de esto a nuestra manera.
—Un momento —lo interrumpió—. ¿Thaly? Por favor dime que no es quién creo que es.
—Sí, sí lo es —habló Sara.
—No sabía que era ella, no la había relacionado con la hija del General Ayala. ¡Es una niña! Además es alumna tuya en el colegio.
—Entonces dime qué rayos es lo que sabes. Por qué te enteraste de la demanda que ese hijo de puta puso en mi contra y qué tenías que ver con Vanessa. —Esta vez era Nicolás quien exigía respuestas. Vanessa no había sido honesta con ambos y cada uno era dueño de diferentes partes de la verdad. Esa había sido su intención, sabía que de haberle contado a su abogado sobre la relación de Thaly y Nicolás, él lo habría involucrado a la fuerza.
Ambos regresaron a su lugar, decididos a hablar con calma e intercambiar información. Sara era una espectadora impaciente, ansiosa por reunir todas las piezas.
—Vanessa me buscó hace unos meses. No estaba seguro de por qué, pero ahora voy entendiendo sus motivos. Quería meter a su marido a la cárcel. Tenía pruebas, nada concluyente: sin embargo, estábamos reuniendo lo necesario; extractos de cuentas bancarias, libros de inventarios y registros de empresas fantasmas, lo cual demostraba que está lavando dinero.
—¿Narcotráfico?
—Armas... pero se las vende al narcotráfico. Nuestro problema era demostrar de dónde salía el dinero y cuando Vanessa se suicidó pensé que el caso no llegaría a ninguna parte, hasta que recibí esto en la mañana —dijo sacando un sobre manila del cajón de su escritorio. Nicolás lo abrió apresurado, descubriendo varias fotografías en el interior. —Me las mandó Natalia. Son fotos de los libros reales de contabilidad. No es todo, pero dice cuanto vendió y a quienes, incluso qué piensa vender. De todas formas esto no es una prueba contundente. Necesitamos los libros originales y recuperarlos de su propia casa.
—¡Ni pienses a usar a Thaly para eso! Vas a sacarla de ahí. Cuando su padre se enteró que estaba embarazada casi la hace abortar a golpes; si sabe sobre esto, va a matarla.
—Espera... ¿la golpeó? —Nicolás puso un extraño gesto de satisfacción al preguntarlo—. Esto es genial —explicó dichoso inclinándose en su asiento.
—¡Por supuesto que no es genial! —gritó levantándose exaltado, haciéndolo retroceder, pues parecía que iba a pegarle.
—Bueno, no es genial que la lastimara, pero ahora tenemos un motivo para arrestarlo y sacar a Thaly de su casa. Si me hubieras llamado como debías, habríamos actuado antes, así que en cierta forma es tu culpa.
—Yo le dije papi, y él no me hizo caso —intervino Sara mientras daba vueltas en la silla giratoria.
—Estoy seguro de que sí muñeca, pero como siempre él es tan orgulloso que termina empeorando las cosas.
Nicolás los miró con odio.
—De acuerdo, me equivoqué —masculló volviendo a sentarse—. ¿Qué haremos con la denuncia en mi contra?
—No hay prueba alguna de que la hayas violado, además Natalia está por encima de la edad de consentimiento sexual; vas a ir a la policía conmigo. El hermano de Natalia está en camino, con la denuncia contra su padre, él tendrá la custodia temporaria de su hermana. Él y Natalia podrán aclarar la situación. Aunque estoy pensando seriamente en denunciarte yo mismo al colegio —se aproximó a la puerta y le hizo una señal para que se fuera. Su hijo lo miró retadoramente, sin moverse—. Como siempre voy a sacarte de problemas. No voy a decir nada al colegio y me encargaré de que no se sepa, pero va a costarte, y mucho —le sonrió maquiavélicamente mientras el joven salía furioso.
—Ves, si hubieras hablado con él... —Sara le echó en cara su error todo el camino hasta la estación de policía.