Mi sonrisa se agrandó al ver a mi madre de pie fuera de la casa, ella
hizo el mismo gesto y fue cuando corrí para abrazarla. Al sentir
como sus brazos se enrollaron en mi cuerpo, pude sentir el calor
que me brindaba. La había extrañado tanto.
—Hola, amor— susurró cerca de mi oído—. ¿Cómo has estado?
Me separé para poder mirarla y responder.
—Me ha estado yendo mejor que antes. Quise venir aquí, de nuevo,
he echado tanto de menos Sídney.
—Igual se te extraña por aquí— murmuró regalándome una sonrisa.
—Hemos traído unos bocados— Neisan intervino acercándose a
nosotras—. Algunos refrescos también, algo para llenar nuestros
estómagos.
—Gracias, hijo, me parece perfecto— mi madre mencionó—.
Hubiesen avisado que llegarían, no he lavado los trastes, ni he hecho limpieza, está todo desacomodado. El trabajo me mantiene
muy ocupada, demasiado para ser sinceros.
Mi madre aún se mantenía en su trabajo, a pesar de que la muerte
de Luke le había afectado, llegó a tomarle cariño y afecto, es por
eso que los psicólogos no debían tener algún efecto sentimental
hacia sus paciente por lo mismo. Y no hablábamos de un tipo de
relación con morbo, sino, la de aprecio, aquella en donde te
encariñas con ellos.
Por un tiempo, ella llegó a pensar que surgiría algo entre Neisan y
yo, pero al final de cuentas, no fue así, él fue un gran apoyo para mí
—hasta la fecha—, y nunca me abandonó a pesar de que yo pidiera
que se alejara. Neisan me sacó del hoyo del que una vez Luke lo
llegó a hacer.
—Entonces vamos adentro— mi madre indicó—. Así comemos y
duermen un poco. Han de venir agotados.
—La verdad es que yo quiero a un lugar— dije. Ambos me miraron y
relamí mis labios—. Quiero ir al cementerio.
—De acuerdo— la mujer asintió—, pero primero comemos y te
acompañamos.
—No— negué con la cabeza—, quiero ir sola. Lo necesito. Estoy
bien y puedo hacerlo.
—Cariño...
—Mamá, tengo que hacer, en algún momento tendré que superar
todo— musité, tratando de hacérmelo creer a mí misma.
—¿Sabes?— Neisan habló— Eres muy necia y testaruda, pero a
pesar de eso tienes razón, digo, no siempre vamos a estar y es algo
que tienes que superar poco a poco, solamente te pido que comas
algo, no lo has hecho en todo el camino.
—Está bien— accedí.
El chico me sonrió. Mi madre se acercó a mí tomándome de mis
hombros para adentrarnos a la casa, mis ojos escanearon toda la
casa, seguí casi igual, a diferencia de que ahora por dentro era de
color crema y que algunos cuadros nuevos yacían en las paredes de
la sala. Ahora entendía porque mi madre se mantenía en el trabajo,
estar sola en casa era algo triste.
La observé una vez que se alejó de mí y sonreí para mi misma. Ella
era una gran mujer.
Traté de concentrarme en el momento, de disfrutar el tiempo con las
dos personas que nunca me abandonaron, que me ayudaron a
levantarme cuando la persona que lo hacía se fue.
No me quería equivocar está vez, no de nuevo. Quería superar este
daño, quería seguir por él y por sus sueños. Quería revivir el
recuerdo de Luke, pero con mi vida continuando. Esa sería la única
forma de poder tenerlo conmigo siempre sin que yo me dañara.
Mis pies se movían sobre el césped del cementerio con mi vista en
busca de su tumba, después de varios minutos, me detuve en seco.
Estaba justamente en frente de mí, sentí la famosa presión en mi
pecho, su nombre permanecía ahí, me di cuenta que había tres
ramos de flores que comenzaban a marchitarse.
Acorté la distancia dando dos pasos más y mis ojos se nublaron, se
llenaron de lágrimas y me convertí nuevamente en esa chica que
era cuando él cerró los ojos para siempre, me sentí pequeña y rota.
Bajé el ramo de flores y la puse cerca de su lápida, con las yemas
de mis dedos la toqué, estaba fría. Recordé sus roces, cada que
acariciaba mi mejilla y su tacto siempre estaba frío, siempre me
hacía estremecer y sentir cosquilleo.
En sentido literal, Luke siempre había sido tan frío, pero la verdad es
que su corazón era tan tibio. Solo necesitaba un poco de calor alrededor para poder liberar el de adentro.
Luke se mostró ante mí de diferentes maneras, tuvo muchas facetas
que no le enseñó a todos, solamente lo hacía con la gente correcta,
aunque una persona conocía todas sus facetas y no le permitió
explorar al ser dañado que había en su interior.
Ese ser que perdió a su hermano cuando a penas era adolescente,
cuando solo necesitaba el apoyo de sus seres queridos, solo
necesitaba aliento para seguir hacia adelante y no derrumbarse más
de lo que ya se encontraba. Aunque a veces la vida es algo injusta y
no da oportunidades, así como la muerte que no respeta tiempo ni
edad.
—Hola— murmuré con la voz quebrada.
Quería contarle como me estaba yendo en la universidad, como
había estado luchando para seguir, así como decirle todas las cosas
que quería hacer después de obtener mi titulo universitario, pero no
sabía si él me escucharía.
—La escuela es algo pesada— musité —. Exige mucho y quiere
todo al pie de la letra, es algo cansado, me siento cansada. Lo
estoy.
Me detuve, tratando de detener los sollozos que comenzaban a
amenazarme, pero no fue posible. Lloré. Me derrumbé enfrente de
su lápida. Yo lo necesitaba.
—¿Adivina qué? Pude sobrevivir un año sin ti— le regalé una
sonrisa rota —. Y no solo uno, sino dos, y próximamente serán tres.
Luke, me pediste solo un año, no toda la vida. Dijiste que
regresarías, que nos casaríamos, que viviríamos muchas cosas
juntos, que de viejitos me dirías que tú tenías razón al decirme que
yo era el amor de tu vida — sollocé —. Pero no lo hiciste, nunca
regresaste, ¿y sabes qué es lo peor? Que no lo harás. Y es que...
cada vez estás más lejos.