Después del atardecer

Valentín 40 años

Cuando éramos niños, esto se percibía como algo normal y no se veía nada malo en ello. Solo ahora, al recordar esos tiempos, todo se contrae involuntariamente por dentro. Entonces a menudo nos gustaba llamar al Duende. Para hacerlo, esparcíamos harina sobre la mesa, dibujábamos un círculo en ella que dividíamos en cuatro partes, y en la intersección de las líneas poníamos algo dulce, como un caramelo o una galleta.

Después decíamos un conjuro para que el Duende viniera y disfrutara de la comida, y nos íbamos a la habitación de al lado, ya que nunca aparecía a la vista. Cuando regresábamos después de media hora, el aperitivo seguía en su lugar original y había huellas claras de las patas de un gato en la harina. Además, nunca hubo animales en nuestra casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.