«Es sencillo hacer que las cosas sean complicadas, pero difícil hacer que sean sencillas» — F. Nietzsche.
🥀🥀🥀
Las palabras de Corolla aún flotan en el aire, suspendidas entre el humo del fuego y el crujido de los leños ardiendo. Esas palabras han atravesado mis oídos y se han incrustando en mi pecho como hielo caliente, dejando una quemadura que no duele del todo...no aún. Me siento como si alguien hubiese quitado el suelo bajo mis pies, pero sigo en pie, con el cuerpo apenas sosteniéndome.
—¿Reencarnación? —susurro, casi sin voz— ¿Una...somdella?
Las palabras se pegan en mi lengua, se siente tan extraño pronunciarlo, algo imposible, algo ajeno. No entiendo lo que significa realmente, pero la forma en que lo ha pronunciado me hace creer que es algo sagrado y temido al mismo tiempo. Un tipo de sentencia.
Denrek rompe el silencio con el filo habitual de su sarcasmo, como un cuchillo que no puede evitar cortar.
—¿Ahora resulta que esa tal somdella es ella? ¿una elegida mística de una especie que nadie ha oído jamás? —se echa hacia atrás, cruzando los brazos con fuerza—. Nos estás diciendo que todo esto no solo es real, sino que gira a su alrededor y atrae a ese acosador a su mente. Claro, suena convincente...o, mejor dicho; ridículo.
Su voz suena en el aire como una piedra contra un espejo. No puedo culparlo, también lo he pensado por un segundo, pero al ver la mirada tan neutral de Corolla, empiezo a pensar que quizás no es una cruel broma.
Corolla no reacciona de inmediato. Simplemente lo observa, paciente. Es como si hubiera escuchado esa misma incredulidad una y mil veces antes.
—Ridículo es suponer que lo conocido es todo lo que existe—habla con una calma firme que me tensa la piel—. Lo tuyo, criatura nocturna, es arrogancia disfrazada de lógica. Pero la historia de Adelaide es anterior a tu linaje. No forma parte de sus escritos porque se selló entre nosotras, las deidades que llaman brujas, y los insondú. Ningún humano, ningún clan fuera del círculo supo jamás la verdad.
Se incorpora lentamente, con esa gracia oscura que la envuelve como una segunda piel y se acerca más al otro extremo de la mesa de madera. Ahí coloca otro libro cubierto de corteza vieja, con símbolos tallados a mano. No lo abre, lo deja allí, como si su sola presencia fuera suficiente para probar lo que dice.
—Solo ha existido una somdella. Solo una. Adelaide. Nacida de un acto prohibido, casi imposible con la unión de magia humana ancestral y la esencia más pura de los insondú. Fue un milagro...o una anomalía, es muy debatible.
Un nudo se empieza a formar en mi garganta. Algo dentro de mí comienza a reaccionar, como si sus palabras tocaran una fibra antigua. Una que no sé si realmente existe, pero siempre ha estado allí, esperando.
—Vivió poco, muy poco—continua Corolla—. Y cuando murió, su poder no se extinguió como esperábamos. Se dispersó...y luego se condensó de nuevo. Como si su esencia eligiera no desaparecer, como si supiera que aún no era su tiempo.
Me pide que le ofrezca la mano donde he derramado sangre, cuando la sostiene entre sus cálidas manos, las rodea y posiciona sobre ese libro. Luego, murmura algunas palabras que no logro comprender mientras cierra los ojos, como si estuviera buscando algo más en mi interior. Puedo sentir un estremecimiento, como la sangre dentro de mis venas parece alterarse mientras ella continúa pronunciando esas palabras.
Entonces, abre los ojos. El silencio que continúa es sofocante, casi desgarrador.
—Antiguamente se cree que adhirió su alma a el roble blanco más cercano, purificando todo a su paso. Ese lugar se convirtió en un altar para realizar ritos sagrados, creyendo que su esencia resguardada nos brindaría un ancla—sus ojos lucen más profundos, como si estuviera viendo algo a través de los míos—. Pero nos equivocamos, de alguna manera fue enviada. No a un linaje, no a una descendencia, sino a un alma. Una que aún no había nacido y se encontraba cerca. Un recipiente frágil, condenado a morir antes de su primer aliento. Una vida breve como un hilo a punto de romperse. Adelaide entró, su esencia salvo esa alma, le dio forma y fuerza mientras ha dormido allí, silenciosamente.
Siento la garganta seca, de alguna manera sé lo que dirá, mi corazón lo sabe.
—Esa alma, eras tú.
El silencio que sigue es absoluto. Me siento desdoblar, como si una parte de mí se estuviera separando y quedando flotante por encima de mi cuerpo, observando todo desde la distancia. ¿Soy la reencarnación de esa criatura imposible? ¿De un ser nacido de magia prohibida, luz y sombra?
Niego con la cabeza.
—No...no tiene sentido. No recuerdo nada, no siento nada.
Corolla asiente con lentitud.
—Y no lo harás aún, no por completo. Escucha, la esencia de Adelaide no te reemplazó, Julietta, solo se integró a ti. Esa parte de ti, que permanece latente, dormida. Es lo que el Suus ha encontrado tan fascinante.
El Suus. Esa criatura que siempre ha estado allí, en mis sueños, en mis pensamientos...en la sombra detrás de cada luz.
—Siempre me ha llamado Adelaide—mi voz está casi apagada—. Nunca me ha llamado de otra manera.
Corolla baja la mirada, como si estuviera observando el inicio de una tormenta inevitable.
—Para él, tú eres Adelaide. Y si ha empezado a acercarse...es porque sabe que la fusión está despertando.
Alejo mis manos de las suyas, las siento temblar. No sé si debo correr, gritar o simplemente desaparecer. Pero, no puedo moverme. Las palabras de Corolla flotan en el aire como humo denso y por un momento he olvidado cómo respirar. Mi mente está hecha un torbellino de preguntas, de negaciones, de fragmentos sin sentido.
—Eso no es posible—murmura Denrek inclinado hacia atrás, cruzado de brazos y con esa expresión que se ha transformado en una mueca sarcástica, la misma que usa cuando algo le molesta más de lo que le gustaría admitir.
#24660 en Fantasía
#9605 en Personajes sobrenaturales
vampiros bruja y licantropos, misterio y suspenso, dolor y amor
Editado: 07.07.2025