Destello Nocturno

Capítulo II: La noche de las bestias

«A veces buscamos lo que todavía no estamos listos para encontrar»

— Libba Bray.

🥀🥀🥀

El hombre no sobrevivió mucho tiempo. Sus heridas eran demasiado profundas. Los curanderos hicieron todo lo posible, pero la sangre que había perdido no le permitió calmar nuestras esperanzas.

Su llegada fue tan corta como su último respiro. El único rastro que dejó fue un extraño dispositivo que llevaba entre sus manos, algo que ni los más ancianos pudieron identificar. Parece un objeto metálico, cubierto por marcas que no pertenecen a ninguna escritura familiar.

Me acerco con Even al dispositivo, lo observamos en silencio. Tiene una extraña forma, como un cilindro grueso con símbolos grabados en su superficie. Parece algo más avanzado que nuestras herramientas de cacería, no está hecho con algo que pueda encontrarse con facilidad en la naturaleza. Mi hermano lo observa pensativo, como si estuviera leyendo entre líneas lo que aquel moribundo no había dicho en vida.

—Podría ser una señal —su voz es grave. El viento sopla entre los árboles, y la oscuridad de la noche parece cerrarse a nuestro alrededor —. Tal vez haya otros humanos. Tal vez un grupo que aún lucha por sobrevivir, quienes lo estuvieran acompañando.

A nuestro alrededor, el resto de nómadas se comienza a reunir. Todos observan el objeto con el mismo aire de incertidumbre. Darren se acerca, siempre tiene una estúpida mirada cargada de desagrado, como si todo le provocan ganas de vomitar.

—¿Deberíamos buscar a esos sobrevivientes? —soy cautelosa con mi pregunta—. Si hay más como este hombre, podemos ayudarles. No podemos dejarlos morir.

Los ancianos comienzan a hablar, sus voces duras y llenas de experiencias concuerdan con las protestas de Rami. Es el más anciano y sabio de entre nosotros, siempre resguardado entre la piel de un coyote, deja saber a todos lo que vivió del caos desde que las criaturas se levantaron, desde que los hombres más armados les dieron la espalda y se escondieron detrás de una muralla que me suena a un mito.

—Nosotros hemos aprendido de las cicatrices del pasado —todos volteamos hacia Rami, su rostro arrugado le otorga, de una extraña manera, algo más de firmeza —. Las expediciones hacia lo desconocido sólo nos han traído más dolor. Los humanos somos criaturas egoístas por naturaleza, y es mejor así. Cuidar de los nuestros para que no nos vuelvan a dejar atrás sin piedad, sabiendo que las bestias asolan este mundo.

Otro anciano interviene, Ronan, su voz áspera por los años de sufrimiento nos otorga una visión más clara de la realidad.

—La prioridad es resguardar a los nuestros. Ayudar a otros podría significar exponer a todos a más peligros. ¿Quién dice que no estamos atrayendo a las bestias al mismo tiempo? No podemos arriesgarnos.

Los murmullos empiezan a convertirse en una discusión concuerda. Algo de lo que no estoy muy segura de querer participar. Pero, es demasiado tarde para tratar de convencer a la mayoría de lo contrario. Desde hace tiempo empecé a sentir un ardor en el pecho, como si se tratará de una lejana corazonada.

Quiero ir a buscar supervivientes, pero el sabio Rami tiene razón, este mundo está plagado de peligros, y cualquier paso en falso puede significar nuestra perdición.

Observo a Even permanecer en silencio, con su mirada fija en la hoguera. No es sencillo tomar una decisión, pero al final suspira profundamente y sus palabras se alzan por encima del ruido.

—Movilizaremos a todos al día siguiente —dice con firmeza, la tensión que flota en el aire empieza a desaparecer casi de inmediato—. Continuaremos nuestra ruta. No podemos exponer a nuestra gente. No podemos correr el riesgo de atraer a las bestias hacia nosotros.

Su mirada se posa en su madre y en mí, en los niños que mantienen el terror en sus ojos, observa el rostro de todos los que le seguirán a donde sea que él vaya. Lo conozco demasiado como para saber que es una de las decisiones más difíciles que ha tenido que tomar, pero es la más sensata. Even es un hombre muy prudente, jamás arriesgaría a un hombre, ni siquiera a Darren, aunque suele sacarle las arrugas de su frente.

—Mañana, partiremos al amanecer. El peligro está cerca y no podemos permitir que nos alcancen.

Esa noche permanezco despierta observando la radiante luna mientras el malestar continúa oprimiendo mi pecho. Observo a Malani descansar, y a Even caminar de un lado para el otro. La oscuridad a nuestro alrededor luce apacible, como si fuera la calma antes de la tempestad. Porque, cada partícula de mi piel me indica que algo se acerca, pero no comprendo tal sensación. Quizás, solo estoy envuelta en un debate moral sobre lo que le sucederá a las personas que viajaban con aquel hombre.

Entre mis manos acaricio el objeto metálico que traigo colgando de su garganta, es lo único que he conservado de aquel moribundo, en espera de encontrar respuestas. Está marcado con símbolos desconocidos e incógnitas que pueden ser la causa de mi desvelo.

Tan pronto como el sol empieza a asomarse, nos alejamos de la zona. Nuestros pasos son acelerados. Fácilmente podemos ser percibidos como una manada de animales que continúan la ruta de migración. Y con el tiempo, el camino bajo el intenso sol cambia a un fuerte aire.

El suelo bajo nuestros pies está marcado por la oscuridad, y en un parpadeo, aquel aire fresco empieza a impregnarse de sangre. En cuanto cruzamos el estrecho paso entre dos inmensas montañas, la tierra se estremece bajo el paso de los colosos, inmensas criaturas capaces de transportar las más pesadas rocas como si fuesen pequeños troncos de leño. Bestias con la piel más gruesa de entre todas las criaturas más letales que recorren la tierra.

Su manada aparece desde lo alto, deslizándose como olas oscuras, rugiendo y devastando todo a su paso. Aquella ruta tan meticulosa, finalmente falló. Hasta el momento, evitábamos enfrentamientos directos con semejantes bestias, pero, es demasiado tarde para retroceder.




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