Punta Dorada, julio 2011
La noticia del noviazgo de Giulio y Damila, finalmente fue asimilada y aceptada por todos, aunque Luigi seguía pensando que aquel muchachito malcriado solo quería divertirse y que Damila pasaría a ser solo un nombre más en su larga lista de novias.
Durante la semana siguiente, Damila y Francesca pasaron la mayor parte del tiempo juntas, ya que Ana había ido con su padre al DF para conocer el departamento que el señor Marin había adquirido allá y además para hacerse con un nuevo guardarropa de tipo universitario como decía ella. Vladislav se había ido a dictar un seminario de técnicas de expresión corporal que en teoría duraba solo tres días, pero aun no había regresado, y aunque Damila había hablado en varias ocasiones con él por teléfono, no había querido darle la noticia hasta no poder hacerlo personalmente; y Cristian había viajado con sus padres a otra provincia con el fin de hacer la solicitud de ingreso en otra universidad previendo que no saliese seleccionado en la de Punta Dorada. Esto había generado el automático enfado de Damila, porque aunque no irían a la misma facultad, no concebía la vida sin su amigo de toda la vida, de manera que se había enfurecido y todos habían sufrido las consecuencias.
Mientras Damila le explicaba a Giulio su gran tragedia, Ángelo había mirado a Nino en forma por demás significativa, de manera que el chico no necesito ni de explicaciones ni de órdenes específicas para saber que debía encargarse de resolver aquello.
Afortunadamente para todos, Nino no solo había demostrado ser un excelente profesional en su área, sino que era además un hábil y diplomático negociador; sumado a lo anterior y gracias a su carisma, había tejido una enorme red de útiles contactos que le permitían resolver casi cualquier cosa y en cualquier ámbito fuese social o laboral. Él se había encargado de hacer el generoso aporte a la Universidad a la que ingresaría Damila, pero eso no iba servirle de mucho en el caso de Cristian, pues lo que él quería estudiar no lo impartían en ninguna universidad privada, de manera que Nino tuvo que valerse de sus contactos, porque una vez que Gino se encargó de conseguir la información relativa a las notas obtenidas por Cristian en el examen de admisión, mismas que le daban oportunidad de ingresar, había que resolver el problema de los cupos disponibles, pues la demanda era mayor que la disponibilidad y ahí fue cuando Nino entró en acción consiguiendo la seguridad de que el chico podría ingresar, y así quedó resuelto el gran problema de Damila.
Una mañana de principios de agosto, Damila bajó a desayunar y como se había hecho costumbre, encontró un ramo de rosas esperándola junto con la también habitual tarjeta.
Buongirono principessa. Ti amo, G.
Ella sonrió, y aunque aquello no sustituía la presencia de Giulio, sonrió y comenzó a comer. No obstante, Francesaca la miró con preocupación, porque desde la noche anterior la había visto muy pálida, y al parecer no solo ella lo había notado, porque por la siguiente pregunta de Enzo, le quedó claro lo anterior.
Damila se tomó lo que Enzo le había llevado y luego se fue al estudio de ballet aun en contra de la recomendación de los Rossi en el sentido de que subiese a su habitación a descansar un rato. Ya cercana la hora en que Giulio debía volver para el almuerzo, Damila se quitó las zapatillas y caminó hacia el salón, pero cuando iba a mitad de pasillo, se detuvo lanzando un grito de alegría.
A pesar de que ya Lisandro llevaba casi un mes en Punta Dorada, ella no lo había visto y de ahí la sorpresa. Piero que como de costumbre estaba de pie ante la puerta del estudio, rio y compuso expresión de regocijo al ver la incomodidad de su compañero, pero la borró muy de prisa en cuanto Ángelo abandonó el estudio. No obstante, y aunque Piero sabía que a su jefe no le agradaba lo que estaba viendo, ni el uno ni el otro tuvieron tiempo de decir o hacer nada, porque a continuación lo que escucharon, y posiblemente media humanidad lo escuchó también, fue el grito enfurecido del príncipe que venía entrando. Si a Ángelo le gustaba poco aquella familiaridad entre Damila y algunos de los miembros del grupo de seguridad, ni qué decir hay que a Giulio lo enfermaba todo el asunto, algo que quedó demostrado en aquel momento con su salvaje forma de demostrarlo.
Afortunadamente para Lisandro, Fredo y Piero intervinieron o las cosas habrían podido terminar mucho peor. Kelly y Francesca que estaban en el saloncito que Ángelo había mandado a remodelar y que le servía a la vez de estudio de trabajo a la primera, habían corrido hacia la conmoción y ambas se habían acercado a Damila que miraba todo el asunto con horror, pero del mismo pasó a la ira y Kelly no pudo detenerla.
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Editado: 27.03.2022