Punta Dorada, julio 2013
Si bien era cierto que Silvano había estado negándose a tener cualquier contacto con Damila, desde que se enterase de su inminente matrimonio, y ciertamente no había tenido ninguna intención de asistir al mismo, el día anterior cuando escuchaba el último mensaje de ella, Luciano entró a su habitación.
Luciano había visto brillar los ojos de Silvano con una ira que conocía bien, de modo que cuando el chico se había puesto de pie, se preparó para esquivar el posible golpe. Sin embargo, él solo se había girado caminando hacia la ventana y había encendido un cigarrillo a continuación.
Después de eso Luciano había abandonado la habitación dejando a Silvano más curioso por lo que él le había dicho que preocupado por sí mismo. Sin embargo, independientemente de lo que Silvano hubiese podido pensar de lo que había escuchado, o de si lo había hecho siquiera, el asunto era que no solo había decidido asistir a la boda, sino que también le estaba haciendo un regalo muy especial a la pareja.
Ángelo se había sorprendido al escuchar la voz de Silvano, pero no por eso había dejado de tocar, y lo que sí se estaba preguntando era si Luciano, que siempre lo sabía todo, estaba al tanto también de aquella sorpresiva intervención, así que lo buscó con la mirada y por la sonrisa que vio en sus labios, asumió equivocadamente que así era.
Entre tanto Kelly, y aparte de sentirse muy feliz de ver a Silvano, pensó que el universo siempre se encargaba de colocar todas las piezas en su lugar, y que no había podido escoger un mejor momento para traer a Silvano de vuelta. Ella al igual que Luciano, opinaba que no podemos arrancarnos el amor o curarnos de él como si fuese una enfermedad, pero éste era susceptible a cambiar, de manera que, aunque también sabía que era imposible que en el caso de Silvano hubiese cambiado en tan corto tiempo, al menos estaba en vías de hacerlo y su presencia allí así lo demostraba.
El resto de los que sabían de la relación que existió en algún momento entre Silvano y Damila, siempre habían pensado que se había tratado de una especie de experimento juvenil, de manera que no les lució para nada extraño que se presentase de aquel modo, porque también sabían a lo que había decidido dedicarse, y porque aquel chico era inquieto en demasía y tan pronto estaba en un lugar como en otro. En el caso de Domenico, aunque no mantenía una muy cercana relación con su hijo, y aunque por un tiempo se sintió muy molesto con Giulio por lo que él consideraba algo muy cercano a la traición, si bien había terminado por aceptar lo inevitable, y en verdad ya no sentía ningún rencor por Giulio, algo en los ojos de su hijo hizo que la ira intentase imponerse de nuevo, porque en medio de su proverbial desorden mental, Domenico era un Del Piero que había heredado la sagacidad de sus ancestros, y ayudado tal vez por esa intuición que suele atribuírsele a los padres, estuvo seguro que Silvano seguía interesado en aquella condenada muchachita.