Punta Dorada, julio 2013
Después del emotivo regalo de Damila y cuando Giulio fue capaz de pensar y hablar al mismo tiempo, se giró hacia sus parientes.
Mientras algunos reiteraban sus felicitaciones a la pareja o felicitaban específicamente a Damila por la reciente actuación, Ángelo sonrió y se preguntó cuánto demoraría su sobrino en pasar de aquel estado de dicha, a sufrir otro ataque de celos o a sentirse dramáticamente miserable por cualquier improbable motivo. Y en el caso de Alessandro y a pesar de haber depositado un desmedido amor paternal en Damila, aunque no lo reconocía, lo que pensó fue que Giulio caminaba derecho al desastre, porque a pesar de lo primero, él seguía manteniendo su opinión en el sentido de que los hombres que eran suficientemente estúpidos como para hipotecar sus vidas a nombre de una sola mujer, estaban destinados a perder no solo la tranquilidad, la libertad y la autonomía, sino que muy probablemente también sus arrogantes cabezas.
Entre tanto, Giulio después de besar nuevamente a su mujer con muy poco recato, había extendido su brazo y estaba estrechando la mano de Vladislav.
Damila sonrió, porque por una parte Giulio no tenía expresión amenazante ni desagradable, y por la otra, porque normalmente Vladislav no se refería o se dirigía a él de otra manera que no fuese Del Piero y era la primera vez que le decía G, de modo que en su opinión, esa era una buena señal de que las cosas comenzaban a cambiar entre ellos.
Con dificultad Damila logró que Giulio la soltase para ir a cambiarse, y cuando regresó ya estaban disponiendo la comida principal que ya estaba muy retrasada.
Aquello era relativamente cierto, pues si bien recién en ese momento se suponía tomarían el ya muy tardío banquete nupcial, durante todo lo que iba del día, los meseros habían estado llevando y trayendo bandejas con diversos canapés fríos, calientes, dulces o salados, y a Damila le parecía que Giulio los había comido todos, mientras que ella se había contentado con solo admirar las elaboradas decoraciones y con probar algunos que no le luciesen muy sospechosos. De manera que no entendía cómo era que Giulio podía decir que moría de hambre.
Kelly que siempre había sostenido más o menos la misma opinión que su hija, en el sentido de que aquellas personas comían de forma exagerada, pero siendo más astuta que Damila, no perdía el tiempo en decirlo, sino que simulaba comer mientras en realidad prestaba atención a su entorno, mismo que en ese momento no era especialmente agradable, porque Nicola estaba muy cerca y haciendo el tipo de comentario que siempre provocaba a alguien y terminaba por reportarle pésimas consecuencias.
Aquel venenoso comentario era por todas partes no solo inexacto, sino que estaba vestido del injustificado odio que sentía Nicola por Luciano, pero lo más curioso quizá, o al menos Kelly lo veía así, era que dijese cosas que él sabía tan bien como todos, que eran soberanas mentiras, porque ni Ángelo podía tener hijos, y por tanto Luciano no podía serlo aparte de que todos sabían perfectamente quién era, ni el programa era inútil como había insinuado, y era algo que habían podido comprobar especialmente Kelly con el asunto de la amenaza que había estado suspendida sobre la cabeza de su hija.