Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 31 Errores

 

Guadalupe, julio 2013

Guadalupe, región de ultramar de Francia, es un pequeño archipiélago de las Antillas situado a 600 km al norte de América del Sur y fue el lugar escogido por Ettore Neri para establecer su base de operaciones. Una vez que había recibido la venia de sus parientes para seguir con su cruzada en contra de los Del Piero, él había intentado establecerse en diferentes lugares, pero fue finalmente esta isla la que le pareció más propicia y que se ajustaba a sus fines y planes futuros.

Era por todos sabido que este sujeto no calificaba en el renglón de normal, y los marcadores de los psiquiatras, fueran éstos los que fueren, sin duda habrían arrojado un resultado alarmante con relación a su estabilidad mental. Sin embargo,  a pesar del diagnóstico y subsiguiente e inútil tratamiento que recibiese Ettore en su adolescencia, siempre había demostrado tener un cerebro netamente criminal pero brillante, de modo que cuando decidió establecerse en la isla lo hizo con discreción, la abandonaba cuando quería divertirse y así nadie podía asociarlo a cualquier desastre dejado a su paso por cualquier lugar, ya que no se quedaba mucho tiempo en ninguna parte.

No obstante, los últimos meses habían sido un verdadero via crucis para sus hombres, porque aunque Ettore había recibido ingentes cantidades de información por diversas vías y esto le habría permitido asestarles varios golpes a sus enemigos, se había enfrascado en un mismo tema. Si bien era cierto que la obsesión general de todos los Madonia eran los Del Piero, Ettore había centrado su interés en uno solo, Ángelo Del Piero. En principio esto habría sido casi normal por dos motivos diferentes, primero, porque había sido él quien cometiese el crimen, a ojos de los Madonia, de entrar a Sicilia; y en segundo término, porque era la cabeza de su familia y jefe de la organización. Sin embargo, Ettore había desechado algunas oportunidades, pero eso no era lo peor, sino que siendo casi imposible tener acceso a Ángelo, había decidido ir en contra de una persona que por los informes sabían que era muy importante para él.

Ettore estaba perfectamente al tanto del importante acontecimiento familiar que tenía lugar ese día, y por tanto esperaba ansioso las noticias, sin embargo, las primeras que recibió desataron su ira. Él había planeado cuidadosamente la operación; sus hombres debían impedir en primera instancia, que la ceremonia se efectuase y seguidamente montar al rehén en un avión directo a Guadalupe. De manera que cuando su lugarteniente le informó que esto no había sido posible, montó en cólera y casi mata al pobre infeliz, y no precisamente porque él no fuese capaz de defenderse, ya que Salvatore Cafici era un peligroso asesino con dilatada experiencia, sino porque Ettore no la emprendió a golpes como era lo usual y lo que hizo fue romperle una botella en la cabeza.

  • Ettore cálmate – dijo Salvatore ignorando la herida sangrante – Sabíamos – puntualizó – que esto podía suceder y…
  • ¡No tenía que suceder! – le grito él interrumpiéndolo - ¡Son una partida de inútiles! – siguió vociferando mientras iba de un lugar a otro – ¡Todo lo que tenían que hacer era impedirles llegar a la maldita iglesia!
  • No solo llevaban escolta terrestre, sino aérea, y suponiendo que lo hubiesen intentado, era una misión suicida que igual habría sido un fracaso que nos habría impedido dar el próximo paso – explicó – Aun tenemos una oportunidad Ettore

Salvatore no estaba muy seguro si aquello lo había calmado o no y no se enteraría tampoco, pues en ese momento perdió el conocimiento.

  • Que alguien vaya por Ottavio – ordenó Ettore

Los otros hombres que habían permanecido a prudente distancia, un par de ellos se acercó a levantar a Salvatore mientras otro iba por el médico. No obstante, si alguien pensaba que la petición obedecía a que Ettore estuviese preocupado por la herida de Salvatore, no podría haber estado más equivocado al menos en principio, algo que quedó demostrado en cuanto Ottavio hizo acto de presencia, y como éste conocía a Ettore, pasó su mirada de uno a otro antes de accionar en ningún sentido.

  • ¿Qué estás esperando? – preguntó Ettore mientras se subía la manga de la camisa

El individuo caminó hacia un aparador del que extrajo un frasco  y una hipodérmica, y un momento después estaba insertando la aguja en la vena de Ettore.

  • ¿Tengo permiso para ocuparme de él? – preguntó

Ettore se limitó a hacerle un gesto con la mano que debía tener un significado afirmativo, porque el médico se dirigió hacia donde habían colocado al herido.

Punta Dorada, julio 2013

Una de las mejores cosas de Luciano era que siempre intentaba adelantarse y tomar previsiones ante posibles situaciones de peligro extremo, sin embargo, su entrenamiento e instinto, aunque les eran muy útiles ambos y bastante acertados en la mayoría de los casos, solo alcanzaban para prever posibilidades, pero siendo que las mismas podían ser muchas y él no era una máquina como muchos aseguraban, estaba comprobando que a pesar del enorme trabajo que se tomaba para proteger a la familia, siempre existiría una falla, bien fuese humana o técnica. En las presentes circunstancias, y aunque aún no lo sabían, la falla había sido humana.

Paolo había sido quien detectara la primera anomalía. El club había sido construido siguiendo los parámetros establecidos por Guido Del Piero con relación a todas sus propiedades, es decir, había mucho terreno circundante que dificultaba el acceso, al tiempo que las protegía. De manera que este club se había construido de la misma forma, y para acceder a él, los visitantes debían salir de la autopista y recorrer alrededor de dos o tres kilómetros. Después de lo anterior y como era lógico, había una caseta de vigilancia donde debían probar que tenían derecho a estar allí, y solo después de la debida acreditación era que podían acceder. Sin embargo, y aunque los terrenos de los alrededores les pertenecían, no sucedía lo mismo con las vías que seguían siendo públicas, razón por la cual eran muchos los conductores perdidos o los chicos que solían salirse de la autopista, bien fuese buscando un paraje solitario donde estar con sus chicas, o para practicar drag racing [1], algo esto último que sabían bien individuos como Astor, Dante o Paulo que habían participado en muchos desde que estaban allí.




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