Guadalupe, julio 2013
Damila se sentía en una especie de limbo y no veía ni sentía nada a su alrededor, pero poco a poco las sensaciones fueron haciéndose más tangibles. Su primer pensamiento consciente fue el de suponer que ya habían partido, porque debido a su aversión a volar, la sensación de vacío en el estómago le indicó que no estaba convenientemente en tierra. No obstante, cuando abrió los ojos, la sensación antes descrita empeoró mucho, pero ahora por efectos de la impresión visual, ya que al ver a los sujetos a su alrededor, los recuerdos recientes saltaron a su memoria.
Si bien hasta hacía relativamente poco, Damila había vivido una vida normal y sin mayores sobresaltos, en los últimos años la misma había cambiado mucho y la amenaza perenne se había instalado en su cotidianidad, de modo que hizo su mejor esfuerzo por no exteriorizar sus muchos temores, de entre lo que destacaba el estado de Giulio y de Ángelo por lo que sabía de la manía que les tenían.
Aunque ella no dijo nada, lo que sí hizo fue mirar con atención al sujeto. Tenía buena estatura, edad indefinida y rasgos comunes, de manera que no difería en mucho de cualquiera a quien ella hubiese podido encontrarse en un centro comercial o en el teatro de no ser, porque vestía de una manera bastante similar a los miembros del GA. Sin embargo, y teniendo la experiencia que ya tenía, y después de lo que había sucedido, estaba segura que ninguno de los que estaban en aquella nave calificaba en el rango de común.
A pesar de que Damila estaba lógicamente asustada, aquella criatura era sin duda alguna hija de su madre, porque miró al individuo de arriba abajo con sumo desprecio antes de abrir la boca.
En ese momento tanto quien le había hablado como el resto de los que estaban allí, rieron.
Damila pensó que aunque no conocía a este, dudaba que alguien le ganase a Dante o a Gianpaolo.
Sin embargo, no pudo concluir, porque el que lo había mandado a callar no parecía tener buen carácter, y lo sujetó por el cuello colocando a continuación una filosa hoja en el mismo.
Damila lo miró con ira manifiesta, porque para ella, y aunque no era una Del Piero de sangre, los miembros del GA eran sus chicos y no estaba dispuesta a aceptar o a tolerar que nadie menospreciase sus habilidades. Sin embargo, bien fuese por la convivencia con individuos tan fríos e hirientes como Ángelo, Piero o Luciano, o porque lo traía en la sangre, ya que Kelly podía serlo en grado extremo en algunas circunstancias, controló su ira y exhibiendo una sonrisa gélida lo miró como quien examina un producto de dudosa calidad.
Cabe suponer que aquellos hombres habían tenido un entrenamiento similar al del GA si se dedicaban a una actividad como aquella, así que sin duda no sería asunto fácil molestarlos, pero Damila pensó, al ver sus rostros, que lo que posiblemente no habían tenido era una educación como la de sus chicos, opinión ésta que se acentuaría al escuchar a uno de ellos.