Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 54 Conflicto

 

Mesina, agosto 2013

Tomasino Madonia miraba por la ventana mientras se tomaba el primer café de ese día al tiempo que se preguntaba qué estaría pasando con Milos.

Tomasino no había tenido ocasión de advertirle a su nieto que estaría en Mesina, porque cuando sus hombres le avisaron lo que estaba sucediendo en la propiedad Del Piero, ya Milos se había marchado. Como Tomasino no podía creer lo que le estaban diciendo, había decidido salir de inmediato hacia allá aunque serviría más bien de poco, porque suponiendo que fuese cierto lo que le habían dicho, ya los intrusos no estaban allí como cabía esperar. Tomasino no había visto jamás a un Del Piero o a un Genovesse en persona, pero no por eso los odiaba menos a todos ellos y ciertamente no estaba dispuesto a permitir que burlasen la prohibición que pesaba sobre ellos, pero aparte de que ya era tarde como para perseguirlos, aunque hubiesen estado en el lugar al momento de los hechos, igual no habrían podido hacerlo a menos que contasen con una nave que pudiese derribar a aquella en la que habían escapado según sus hombres.

Si bien Nicola Del Piero estuvo dispuesto a vender todas sus propiedades incluida la plantación y lo hizo, lo que nunca vendió fue la casa familiar en Mesina y esta pasó a manos de un banco o al menos eso creyeron los Madonia, porque una vez que todos los Del Piero-Genovesse habían desaparecido de la isla y cuando los Madonia intentaron hacerse con sus propiedades, se encontraron con que éstas ya estaban en otras manos y en la mayoría de los casos ninguno estaba dispuesto a vender. Y en el caso de la casa grande como llamaban a la que fuese la vivienda principal de los Del Piero, se encontraron con la novedad de que el propietario era un banco extranjero. Esto produjo la ira de los Madonia que entonces intentaron destruirla, pero dos cosas impidieron esto; la primera la férrea oposición del pueblo que ni bajo amenaza estuvieron dispuestos a permitirlo y  habría sido necesario enfrentarse a casi todos los habitantes de Mesina; y la segunda, que los Madonia eran supersticiosos y como cada vez que intentaron algo en contra de la casa grande alguna desgracia les sobrevenía, finalmente habían dejado de intentarlo. Aunque dejaron la propiedad en paz, la ira en contra de la misma y de sus antiguos dueños seguiría creciendo especialmente porque serían testigos de cómo aquella casa se volvería lugar de culto a sus propietarios originales.

Lo que no sabían los Madonia era que aquella propiedad nunca había dejado de pertenecer a sus legítimos dueños, es decir, a los Del Piero, porque Nicola lo único que había hecho era colocar las escrituras de la misma en la bóveda de un banco suizo que pasó a manos de su nieto Guido y este a su vez lo legaría a sus futuros descendientes quienes tenían la responsabilidad de seguir pasándola de generación en generación hasta que alguno de ellos pudiese cobrar la vieja deuda que tenían con los Madonia, y así poder volver al lugar al que pertenecían por derecho de sangre.

Los hijos de Massimo habían muerto casi todos incluidas las hembras antes de que Guido mandase a matar a Massimo, de manera que quienes lo sobrevivieron fueron algunos de sus nietos quienes no debían estar muy bien de la cabeza, porque por empezar decidieron casarse con sus primas independientemente de si las criaturas en cuestión querían o no, y fueron estos mismos personajes los que iniciaron la carrera dentro del mundo que su abuelo había perseguido.

Por un tiempo aunque no muy largo, estos individuos parecieron olvidarse de los Del Piero dedicándose a construir su propio imperio, pero eventualmente y cuando alguien o algo se los recordaba, las cosas podían ponerse mal.

El periodo de relativa calma había durado muy poco, porque mientras los nietos de Massimo se habían dedicado a cimentar las bases de su criminal imperio, los bisnietos o más bien uno de ellos, Justiniano Madonia, fue el que inició de nuevo la persecución.

Si todo el mundo creía en la actualidad que Ettore estaba loco y lo estaba, esta no era condición aislada, porque Justiniano Madonia lo había sido con todas sus letras. Este individuo mató a uno de sus propios hijos porque le parecía que lloraba mucho y eso lo atormentaba. Si alguien le debía algo y esto podía ir desde un café hasta cualquier cantidad de dinero y no pagaba a tiempo, ya podía el desdichado ir despidiéndose de su vida, porque Justiniano no daba avisos ni plazos sino que enviaba directamente por la cabeza del deudor. Fue Justiniano quien financió a los primeros DiCastello que intentaron interferir en los negocios de Guido Del Piero en El Valle, y como no tuvo suerte con esto, comenzó a trazar otros planes que no podría poner en marcha él pero que legaría a sus vástagos. Esta joya violó a una de sus sobrinas quien sería la madre de Giovanni Madonia, quien a su vez y nadie estaba seguro de la razón suponiendo que alguien lo supiese y que la mencionada razón existiese, sería quien terminaría ostentado el mayor poder dentro de la organización y lógicamente en su familia.

Si Justiniano fue el primer portador de aquella condición mental o no, nadie lo sabía, pero a partir de él nacerían por lo menos dos más con ella, porque si bien Giovanni era violento y tenía eventuales ataques de ira que sobrepasaban la violencia usual, no exhibía la decidida locura de su padre, pero su hijo Pietro aunque con menos escándalo, sí demostró tener ciertos rasgos muy parecidos a los de su abuelo, y en el caso de Ettore, parecía haber heredado la condición completa.

  • ¡Señor! – exclamó uno de sus hombres interrumpiendo los pensamientos de Tomasino
  • Succede? – preguntó
  • La nave que iba a Miami explotó cerca de las Azores
  • ¡Donato! – exclamó después de un momento
  • El señor Donato…




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