Punta Dorada-Bolonia, agosto 2018
Un manto azul inmensidad se extendía por todas partes y Luciano se retiró las gafas. A él desde niño le había gustado mirar al cielo, y uno de los poquísimos recuerdos que tenía de su madre, era el color de sus ojos que habían sido exactamente iguales a los de un cielo despejado, aunque no parecía tener consciencia de que los propios eran una copia fiel de los de su progenitora. También recordaba con frecuencia, que cuando estaba pequeño y como casi todos los niños, pensaba que las nubes eran algodón de azúcar y se decía que cuando aprendiese a volar, podría comer todo el que quisiese.
Aunque la pasión de Luciano seguía siendo volar, siempre le dejaba los protocolos de aterrizaje y despegue a Valentino o cualquiera que fuese con él. Miró por la ventanilla y sonrió, pues aquella era la segunda visita que harían a Módena, Italia, y recordó brevemente la primera.
Cuando se inició en firme la operación Regreso a Casa, es decir, con agentes directamente en el terreno, Fernando y Milos fueron trasladados a Italia con el fin de acercarse a los Madonia tanto como fuese posible, y como la mejor manera era a través de los negocios, aprovecharon los conocimientos de Milos en cuanto a los más importantes para su familia. Milos también aportó los nombres de los asociados clave y cómo acercárseles. De manera que en el presente, la “visita” de Luciano obedecía a una peligrosa misión de exterminio que acabaría con una productiva línea de distribución de los Madonia.
El equipo que había viajado para llevarla a cabo, había generado una pequeña discusión, pues se trataba del grupo Alfa que había entrado en activo justo un día antes de la boda de Giulio.
Por supuesto, Fabrizzio no estaba ni cerca de modificar la decisión de Luciano, pero aun así éste, una vez que finalizó la reunión, abrió el archivo del grupo que había estado comandado por Daiki. Los integrantes del mismo eran todos jóvenes individuos que habían entrado al servicio activo un día antes de la boda de Giulio y de hecho el rescate de Damila había sido su primera misión. Estaba conformado aparte de Daiki, por Stephan Fitzpatrick, François Subercaseaux, Ian Montgomery, Darío Avilés, y Marco Dazarolla, todos provenientes de las generosas arcas de Falcone. Luciano siempre se había preguntado qué pensaría Falcone si supiese que se había convertido en el proveedor principal de agentes de los Del Piero, porque aunque dudaba que no supiese que las bajas sufridas, pues ellos no solían dejar vivos a los sujetos a los que arrancaban de las manos a los niños, Falcone debía por lo menos suponer que era obra de éstos, pero era muy improbable que se preguntase qué había sido de todos aquellos niños.
Stephan era hijo de un caballero escocés que había compartido el nombre con su vástago, pero además había sido dueño de una productiva destilería. El señor Fitzpatrick tenía un socio minoritario muy decidido pero también muy ambicioso, de manera que le sugirió al primero expandir su negocio asociándose con Michel Subercaseaux, un acaudalado empresario francés dueño entre otras cosas, de una floreciente industria vinatera. Stephan sabía que una asociación de ese estilo no era viable, primero porque se trataba de dos productos muy diferentes, y segundo conocía bien a Michel y sabía que con dificultad se relacionaba con el prójimo, y Stephan al igual que medio mundo, siempre se preguntó cómo se las había arreglado para casarse y tener hijos. Sin embargo, no se opuso a los arreglos hechos por su entusiasta socio y aceptó reunirse con Michel y su familia, reunión que se efectuaría vestida de un mini crucero por el Egeo. Lo que Stephan ignoraba, eran las verdaderas intenciones de su socio, mismas que no eran otras que deshacerse de él y quedarse, legalmente, con su empresa, porque Stephan no tenía más herederos que su esposa e hijo. El desgraciado aquel alcanzó su objetivo de forma absurdamente sencilla, porque la bomba que mandó a colocar, destrozó la embarcación junto con todos sus ocupantes.
De lo que nadie se enteró nunca, fue de que el para entonces pequeño señor Fitzpatrick y el igualmente pequeño Monsieur Subercaseaux, no estaban a bordo, pues el par de angelitos era tremendamente competitivo y se habían pasado el día anterior apostando sobre diversas cosas, y la última era la que les había salvado la vida, ya que habían apostado sobre quién sería capaz de permanecer más tiempo bajo el agua sin un tanque de oxígeno, así que se las habían arreglado para que John, el pobre sujeto encargado de cuidar de Stephan, se aviniese a lanzar un bote al agua mientras sus parientes cenaban y ellos se habían escabullido en él, y aunque no se habían alejado mucho, no estaban en el lugar de los hechos. Sin embargo, estando bajo el agua, vieron el destello y escucharon la explosión, de manera que salieron a toda prisa, pero aunque no murieron en el desastre, estuvieron a punto de hacerlo al ver y entender lo sucedido.
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Editado: 28.07.2022