Luego de largas horas de interrogación, finalmente nos permitieron irnos y Kean se ofreció a llevarnos hasta el apartamento.
Durante el viaje, Aidan, quien estaba en el asiento del copiloto, intercambiaba palabras sueltas con él y viceversa; más por educación que por querer realmente hablarse el uno al otro. Y tampoco es que les quedara otra opción porque yo iba sumida en un gélido silencio, mirando por la ventana en el asiento trasero.
─ ¿Vienes? ─me preguntó Aidan cuando llegamos.
─No ─le dije─, ve tú. Me quedaré aquí unos minutos y luego entraré.
─Bien ─asintió y se fue sin decir nada más.
─ ¿Por qué estabas tan callada? ─preguntó Kean, una vez crucé hacia el asiento de adelante.
─Solo pensaba en lo que tengo que hacer a continuación.
─ ¿Sobre qué?
Él estaba totalmente girado hacia mí, con la luz del sol cayendo sobre su rostro, provocándome unas ganas de inclinarme y besarlo. Pero en estos momentos tenía otras cosas rondando mi cabeza; algo que describiría como un ciclón de pensamientos.
Suspiré.
─Nunca terminé de contarle toda la verdad a Aidan. Él no sabe cuál es mi verdadero nombre, ni para quien trabajo es mi padre y otras muchas cosas que ni incluso tú sabes.
─ ¿Realmente ibas a decírselo a él? ─inquirió un poco ofendido.
Negué con la cabeza.
─Iba a decirle lo primero, pero ya no creo que lo haga. Al menos no antes de que me asegure que no correré ningún peligro diciéndoselo. Aún hay cosas que no me dejan confiar en él del todo. Hay cosas que debo averiguar antes.
─Él sigue siendo un riego que no estás dispuesta a correr ─adivinó.
Al menos no aún, la parte interna de mi cabeza no pudo evitar recalcar.
Me sonrojé y Kean levantó una ceja, disfrutando mi reacción.
─ ¿Está pasando algo entre ustedes dos?
─ ¡Por supuesto que no! ─solté inmediatamente.
─Ya... Sabes que no te creo, ¿cierto?
─ ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué nos besamos?
─ ¿Se besaron? ─abrió sus ojos con sorpresa.
─Sí... ─hice una mueca.
─ ¿Eso significa que ahora saldrás con los dos?
─ ¡Kean! ─lo regañé indignada.
─ ¿Qué?
─Me haces ver como si fuese una perra sin corazón, cosa que soy, pero ese no es el punto ─tomé un respiro─. Mira, solo bajé la guardia porque traía éxtasis encima. No estaba realmente con la disposición de controlar mis impulsos, no es la gran cosa. Y no es como si pueda permitirme tener una relación de todos modos. Además, ¿necesito recordarte que no lo soporto?
─ ¿Necesito recordarte cómo nos llevábamos tú y yo al principio? No querías verme ni en pintura.
─Lo sé, pero tú supiste como llegar a mí. Realmente no era tu culpa que odiase a los hombres. Y si me preguntas por qué te di una oportunidad, es solo porque no haces que sea complicado.
─ ¿Y con Aidan lo es?
─ ¡Por supuesto que sí! Nunca podemos estar de acuerdo con nada, siempre tenemos que estar enfrentándonos el uno al otro; siempre queriendo tener la última palabra.
Él soltó una carcajada.
─Lo que te molesta es que nunca te dé la razón tal como yo te la doy.
─Y es por eso que te quiero a ti ─le di un beso en la mejilla.
─ ¿Realmente lo haces?
Puse mis labios sobre los suyos sin poder resistirlo más.
─Tú sabes que lo hago ─acaricié su mejilla con delicadeza─. Igual que tú a mí. No de una manera romántica, pero nos queremos.
Kean levantó una ceja y me atrajo hacia él.
Inmediatamente hice que el asiento se deslizara para atrás y me puse a horcajadas sobre su cuerpo, besándolo una vez más; esta vez más intensamente.
─Esto es todo lo que podemos permitirnos, ¿me permites seguir queriéndote así?
Quitó el cabello de mi rostro y me miró con ternura.
─Solo si me prometes que si ninguno de los dos encuentra a alguien, dirás que sí cuando te pida que nos casemos ─sonrió─. Y luego nos iremos y viviremos felices, lejos de esta vida de mierda que nos atormenta.