Capítulo 16

Lo que está destinado a suceder...
Siempre encontrará una forma única, 
mágica y maravillosa para manifestarse.

Nunca he tenido que estar en el hospital más de una hora, siempre tengo una que otra ida al centro médico más cercano, para un chequeo mensual por órdenes de mamá o cuando tengo alguno que otro examen de sangre de rutina, pero eso ha sido todo. Los hospitales nunca me han gustado mucho, y las agujas, bueno, ellas me dan autentico pavor, tal vez ya tenga 21 años pero yo y las agujas somos enemigas mortales; afortunadamente nunca he estado hospitalizada y tengo que agradecer a Dios por eso, sí, enserio, me volvería una autentica demente en una camilla y con el maldito catéter a un costado o colgando de mi brazo.

Intenté comunicarme con Tatum después de que la llamada se cortara pero todo fue una odisea imposible, marcaba y marcaba pero nadie me contestaba, tengo que admitir que todavía estoy en shock después de haber visto esa maldita foto; siento como si mi mundo de ahora en adelante estuviera por cambiar remotamente, y por alguna razón eso no es del todo bueno, tengo un mal presentimiento y eso me asusta.

Tatum

Amiga, por favor no me dejes así,
estoy muriendo de la angustia,
responde cuando puedas.

Enviado a las 5:15 pm

Tatum sigue sin responder y ya van a ser las siete de la noche, siento que literalmente me estoy muriendo de los nervios y la ansiedad mientras aguardo por su respuesta o su llamada, pero sigue sin contestar mis mensajes; estoy tan preocupada y confundida, no estoy entendiendo absolutamente nada, es como si todo lo que conocía no tuviera ninguna clase de sentido después de ver esa foto.

Todos esos pensamientos se arremolinaban en mi mente mientras me lavaba el cabello y todo el cuerpo en la ducha a ver si por alguna razón consigo dormir cuando salga; aun cuando está bastante temprano comparado con la hora a la que suelo acostarme. Salgó de la ducha y secándome el cabello con ambas manos en la toalla me visto con una de mis pijamas térmicas.

—Declan, ven aquí por favor —escuché la voz de mi madre con un tono extraño al esbozar cada palabra, parecía preocupada y molesta, y mi corazón se aceleró al escuchar el resto de la oración poco después—: ¡Ven ahora mismo!

Prácticamente gritó lo último y yo sentí una horrible punzada en el pecho; dejé la toalla sobre la cama y salí de la habitación con las pantuflas de garras que tanto me gustaban.

—¿Mamá? —pregunté apenas divise la silueta de mis padres en el recibidor, mamá traía un sobre extraño en las manos y me miraba con los ojos inyectados en dolor e ira; mi padre venía detrás suyo con la mirada perdida y miraba a mi madre y a mí como si no tuviera ni la menor idea de cómo proceder ahora— ¿Qué está sucediendo?

Antes de que pudiera darme tiempo de reaccionar, la mano de mi madre impactó con fuerza contra mi mejilla y yo tuve que sostenerme fuerte del muro de la pared de la entrada para no perder el equilibrio por el fuerte golpe, me llevé una mano a la mejilla golpeada y la miré confundida y dolida.

—¿Por qué? —fue lo único que salió de mi boca a punto de desbordarme en llanto casi de inmediato, mi vista se nubló en tiempo récord con esa única bofetada y era totalmente comprensible. Mamá nunca me había puesto un dedo encima.

—¿Cómo pudiste hacer esto Declan? —preguntó mientras las lágrimas caían bruscamente por sus mejillas pero ella no cedía ni un ápice la mirada afilada con la que me miraba, luego me extendió el sobre sin moverse de su lugar. Lo tomé rápidamente y fue cuando sentí que mi corazón se saltaba un latido; éramos Eli y yo, en mi habitación, besándonos, eran unas tres fotografías o cuatro de aquella escena que había tenido como escenario mi habitación, no pude revisarlas todas porque mamá ya me había arrebatado nuevamente el sobre y me había golpeado la otra mejilla con un poco más de fuerza que la primera vez.

—¡Basta! —Grité dolida apartándome de ella quien estaba a punto de golpearme nuevamente—. Nunca me habías puesto una mano encima y no creo que me lo merezca, no hemos hecho nada malo.

Mamá me tomó del antebrazo y me sacudió pero yo me solté bruscamente de su agarre.

—¿¡No han hecho nada malo!? ¿nada malo? —volvió a gritar y mi padre intentó caminar hasta ella para calmarla pero ella levantó una palma hacia su dirección dándole a entender que no interviniera—. Rompieron más de cuatro leyes de Dios y del mundo con ese maldito beso Declan, yo no te eduqué de esa manera, creí que tu trastorno o lo que fuera que era eso había sido curado, no puede haber absolutamente nada entre Elías y tú, son hermanos ¡maldita sea! ¿en qué idioma tenía que decírtelo para que lo entendieras? Estás enferma, pero eso se va a arreglar, iremos ahora mismo a un hospital psiquiátrico.

—¡Eli y yo no estamos locos! —Grité nuevamente—, solo nos amamos, no sé qué tiene de ilegal o de loco amar a alguien.

—Tiene todo de malo, tienen la misma sangre, y por si no lo recuerdas, en los Estados Unidos el incesto es castigado, y adivina —habló de forma sarcástica abriendo mucho las manos con cada palabra—, vives en uno de esos lugares donde les pueden dar hasta veinte años en prisión. No quiero que mis hijos se conviertan en un par de delincuentes por culpa de un estúpido trastorno, no lo voy a permitir, nos iremos ahora mismo a un psiquiátrico.

—No voy a ir a ningún sitio contigo —me aparté de ella justo cuando nuevamente iba a tomarme del antebrazo—, ya no soy una niña a la que puedes mandar a terapia cuando se te entre en gana, y ¿sabes qué? Me alegra mucho que esas fotos te hayan llegado, así no debo seguir mintiendo, amo a mi hermano —hice énfasis palabra por palabra para que quedara claro—, además, te comunico que en New Jersey el incesto no es ilegal y en varios estados aparte de ese tampoco, si es lo que quieres, Eli y yo nos iremos para allá, todo con tal de que nuestra felicidad no sea arruinada ni por ti ni por nadie, pero eso sí, si cruzo por esa puerta olvídate de que tienes hijos.