Destrucción Consecuente©

Capítulo 1. Año nuevo, Vida nueva.

<<Año nuevo, vida nueva>>

Era una de las típicas frases que mi padre me decía al empezar un nuevo año. ¿Qué era un tópico? Podría ser, pero amaba nuestros amaneceres en las playas de California mientras susurraba cada palabra.

Era inolvidable.

Bueno ellos eran imposibles de olvidar. Porque ni mi nuevo yo podía hacer borrón y cuenta nueva, al menos, no de ellos. Tanto que mi subconsciente me sabía jugar malas pasadas al verlos en cualquier persona o escuchar sus voces en bocas de otros. Era como tener miles deja vu.

Sí, estaba loca.

Pero no había encontrado otra forma que está; dar un cambio radical a mi vida de trescientos sesenta grados, o como mis abuelos paternos – la única familia que me quedaba – decían, era otra Abigail. Es decir, mi esencia seguía ahí, pero por fuera era muy diferente. Ya no existía el cabello largo ni castaño, ahora estaba más corto y oscuro, y sin contar que mi forma de vestir era otro cambio. Adiós ropa pija, y hola a la ropa casual.

Otros de mis cambios eran las amistades – o si eso se podía llamar – que había dejado por completo, aunque no de todos; Klaus era el único que había conservado de mi pasado. Ahora la pregunta era si seguía teniendo los datos correctos.

— ¿Me pudiste averiguar lo que te pedí? — pregunto a mi abuelo una vez ingresa. Hombre qué a pesar de tener sus sesenta y cinco años, era más joven que el resto de sus conocidos, algo que envidiaban más de uno.

— Obviamente — reprocha haciendo una mueca —, pero antes de darte la información. ¿Por qué tanto interés? No dijiste que ibas hacer borrón y cuenta nueva.

— Sí…pero solo quiero saber de él — murmuro —. Él fue único que estuvo ahí — suspiro —. Jamás me miro mal o me reprocho por las idioteces que hice, simplemente me ayudo sin pedir nada a cambio — regreso a verle —. Solo quiero agradecerle, ya perdí mucho en mi vida y, él, no será uno de ellos.

Me observa por varios minutos analizando cada una de mis palabras, buscando algún matiz de mentira, pero tanto él como yo sabemos lo importante que es Klaus en mi vida, y no podía dejarlo atrás.

Después de meditarlo por unos segundos, saca un pendrive de uno de sus bolsillos para entregármelo y decirme que no me vuelva paranoica: cosa que no sabía si iba a cumplir al cien por cien.

Al fin de cuentas, era una loca compulsiva.

 

***

 

— Entonces, ¿estas decidida? — pregunta con inquietud. Después de dos semanas de tomar la decisión de irme a Stanford a estudiar, sigue sin aceptar, aunque no podía negar que tenía sus razones.

— Por supuesto. Creí haberlo dejado claro días atrás — informo, dejando la taza de té sobre la mesa.

— Solo quería asegurarme, cariño — dice encogiéndose de hombros —. No quiero que te sientas incomoda ni desplazada.

— Podré con eso y más — aseguro.

Sé cuál es su miedo y no le juzgo. ¿Qué abuelo no quisiera proteger a su única nieta? Obviamente pues todos. A pesar que su sobreprotección era exagerada.

A fin de cuentas era algún gen hereditario, porque mi padre era igual que él.

¡Ay, papá! Cuánto te extraño.

De soslayo veo a mis abuelos bien acaramelados, algo que no era nuevo, pero a veces me llegaba a incomodar, como ahora. Tanto que simplemente me levante de la mesa para irme al jardín. No era su culpa, pero el mero hecho de ver a mi padre reflejado en mi abuelo; dolía como la mierda, que de preferencia evitaba estar cerca de él al menos una hora, porque era revivir una y otra vez imágenes que pretendía olvidar.

O era lo que al menos me repetía una y otra vez.

Rato después me voy al dormitorio, sin antes ver como mis dos únicos parientes, se habían quedados dormidos como dos pequeños. Eran imágenes imposibles de olvidar, aunque la mayoría de las veces mi subconsciente me jugaba malas pasadas, porque confundir sus rostros no era de gente normal; y bueno yo no lo era, o al menos es el concepto que me tenía: porque nadie hiere a las personas que amas ni mucho menos decepcionas a quienes te dieron la mano. Pero en fin, esa era yo.

Una completa loca.

Sonrío al ver tal desastre en mi dormitorio. Realmente ya quedaba menos de veinticuatro horas para trasladarme al otro extremo de la ciudad, porque si, Stanford estaba bien lejos. Aunque no me importaba sinceramente. Sí no iba a negar que les fuera a echar de menos, pero al menos existía teléfonos o Skype para poder verles, sin la necesidad venir para acá; era hermoso donde había nacido y vivido, pero las tragedias ganaban a los mejores momentos de mi vida.



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En el texto hay: familia, secretos, amor y odio

Editado: 27.02.2019

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