Destrucción Consecuente©

Capítulo 2. Miedos


¿Y qué piensas hacer?

— No lo sé — murmuró, botandome sobre el colchón.

Pues deberías aclarar las cosas, cariño — murmura mi abuela a través del teléfono. Ella ha sido siempre una buena consejera —. Klaus es tu amigo…y la única persona que haz llegado a fraternizar después de lo ocurrido. No deberías perderlo.

— Lo sé — respondo masajeando mi sien. Este problema me estaba dando una jaqueca terrible —. Pero no quiero…

Abigail — me interrumpe —, tú misma le rogaste a tu abuelo que averiguara de él. No dejes que tus miedos decidan por ti… porque después te arrepentirás.

Y tanto. Durante todo el trayecto y noche no pude sacarme la imagen de Klaus; estaba dolido, y no era para menos, porque en términos cortos le había dicho que no quería acordarme de él.

A veces odiaba mi lengua viperina.

— Esta bien — acepto —. Le buscaré y hablaré con él.

Así me gusta.

Creo que era lo que esperaba oír porque ya no volvió a tocar ese tema, y realmente se lo agradecía.

Lamentablemente, la buena charla se acabó, al ver que el reloj marcaba la hora de irme a clases. Algo bueno y malo a la vez, porque siempre me agradaba hablar con ella pero detestaba cuando estaba plan detective. En fin, que podía hacer, era mi familia y así los quería.
 

~***~

 

Tres semanas sin adaptarme, sin sentirme cómoda ...sin nada bueno. Literalmente, desde que había venido para acá, todo estaba mal; no me sentía cómoda en clases, odiaba las miradas de los chicos, me sentía sola, mi mejor amigo me ignoraba... En fin, era un cúmulo de cosas negativas, de las cuales me estaban afectando más de lo que pensaba.

Supongo que eso me había obligado a recorrer ochenta y cinco kilómetros para ver a mi psicólogo. Necesitaba respuestas a mis tantas preguntas, y qué mejor, que el doctor Choi.

— Señorita Crawford, puede pasar — me avisa Susan, la secretaría.

— Gracias — respondo, dejando la revista que no venía sobre la mesa.

Camino hasta la puerta donde había entrado en los últimos años, inspirando hondo, para entrar. Porque siendo sincera, sus sesiones eran muy intensas, tanto que mis emociones salían a flor de piel. Así que era preferible prepararse mentalmente.

— Abigail, un gusto de volver a verte — me saluda, una vez ingreso. Para ser un señor de cincuenta y pico, se mantiene bastante bien, y no por tener descendencia japonesa, simplemente aparentaba menos de lo que tenía —. Tú abuelo me indico que necesitabas conversar conmigo de carácter urgente. ¿Qué es lo que te inquieta?

Uff. Bien empezamos, al grano.

— Todo — murmuró, caminando hasta el ventanal grande —. Creo que todavía no estoy lista. No debería haber salido de aquel sitio.

— ¿Por qué?

Inspiró hondo, recordando cada uno de mis movimientos últimamente, y son de personas cobardes. Se suponía que tenía que afrontar las cosas como persona madura, y no escabullirme o echando la culpa a otros; pero no, mis miedos, recuerdos ganan a mi mente…a mí.

>> Soy un desastre sin arreglo — murmuró —. No puedo perdonar ni perdonarme. Todo lo veo gris, ya no hay luz en mi vida, es como si fuera una alma pena. ¿Por qué me dejaste salir? — inquiero, regresando a verle — Sabía a la perfección que mis pesadilla seguían presentes, y más vivas que nunca, pero aún así me diste de alta. ¿Podía haber recaído?

— ¿Y lo hiciste? — me pregunta, alzando una de sus cejas canosas. Niego — Entonces porque no; a los enjuiciados se les da el beneficio de la duda, a los bancos de guardar nuestro dinero y a los médicos la confianza de cuidar nuestra vida, porque no darte ese beneficio de la duda a ti.

>> Eres humana, y por defecto nacemos con imperfecciones, no solo físicas sino psíquicas — dice mientras se acomoda en su silla —. Debes aprender amarte y respetarte, porque si no lo haces tú ¿quién lo hará?. Está vida...el mundo en sí es un juego de ruleta rusa; el más fuerte y astuto sobrevive, pero si no tiene dos dedos de frente, vendrá otro y te derrumbara. No dejes que tus miedos y culpas te cohíben de ser quien eres.

— Pero si no recuerdo — le interrumpo, sentandome en una de las sillas que tiene enfrente de su escritorio —. Hace tiempo que no soy lo que piensan ni la que era, me desconozco. Me cambie de look buscando una nueva yo, pero sigo sin encontrarme, es como estar en medio de un laberinto sin encontrar la salida.

— Eso ¿lo piensas? o ¿lo asimilas?

— ¡¿Importa?! — replicó.

— Por supuesto. Si lo meditas bien, pensar y asimilar son dos conceptos muy diferentes; porque puedes pensar y cambiar ese pensamiento en cualquier momento, y asimilar es cuando ya lo consideras un hecho.

>> Así que te sugiero que lo medites detenidamente — me indica con determinación al ver mi cara perpleja —. Recuerda que tú eres la que se aísla, la que espera lo malo de otra de persona, dejándote sin probabilidad de experimentar nuevas experiencias. No dejes que tus miedos ganen tus metas.



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En el texto hay: familia, secretos, amor y odio

Editado: 27.02.2019

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