Capítulo 18
Todo el día había estado patas arriba. Y ahora tendría que ir hasta el fin del mundo para comprobar aquella dirección. Después de todo, los documentos parecían originales, auténticos. Y eso no le gustaba para nada. Además, el nombre Vera… Vera Stepánivna... no le decía absolutamente nada. ¡Y ese apellido, Barida! Era la primera vez que lo escuchaba.
—Puede retirarse. Muchas gracias por su trabajo —le dijo a la secretaria, que frunció los labios y se quedó en silencio.
Bueno, su jefe seguía siendo tan seco y frío como siempre. Y ella que había pensado... Sí, había pensado que esa niña había conseguido derretir un poco su corazón helado. Incluso le había permitido andar en bicicleta, y había pedido comida para ella. Parecía que algo humano todavía había en él... Pero, al parecer, eran sólo restos de humanidad. Porque estaba deseando deshacirse de aquella niña lo antes posible.
Pronto trajeron la comida del restaurante. Orisia desayunaba en la mesa de la secretaria, mientras Valentyna Petrivna llevaba un paquete especial con la comida para el jefe al despacho de Sergio, y le dijo que no dejaría pasar a nadie hasta que él la llamara, dando a entender que podía comer tranquilamente.
Sergio comía con placer unos deliciosos varenyky del restaurante en unos recipientes plásticos especiales, incluso saboreaba ruidosamente de satisfacción. ¡Hacía mucho que no comía algo tan rico! Y para su sorpresa, entre los varenyky había unos con cerezas que inmediatamente le hicieron recordar otras cerezas… o mejor dicho, unos labios que se parecían a cerezas...
¡Y qué agradable resultaba desayunar! Ya se había acostumbrado a no desayunar casi nunca. Siempre tomaba deprisa una taza de café fuerte, atrapaba al vuelo algún pedacito de queso y corría al coche para irse al trabajo. Pero desayunar por la mañana resultó ser algo muy placentero.
Después del desayuno, ya de mejor humor, salió del despacho y, lanzando una mirada a Orisia, que seguía sentada en el sofá, examinando con interés una gruesa revista sobre bicicletas, le dijo a Valentyna Petrivna:
—Voy a pasar por contabilidad, necesito llevar estos documentos que ya firmé —agitó ante la secretaria una carpeta con papeles.
Y rápidamente salió de la recepción.
«¡Vaya! —pensó Valentyna Petrivna—. Antes era yo quien recogía los papeles del despacho del jefe y los llevaba personalmente por los departamentos. ¡Ahora él mismo ha guardado los documentos en una carpeta y con sus propios pies ha ido hasta contabilidad! ¿No tendrá esto algo que ver con esa chica nueva con la que hoy ha hablado? ¿Cómo se llamaba...? Creo que Verónica...».
La mujer sonrió, se reclinó en el respaldo del sillón, puso las manos detrás del cuello y se estiró.
—Oye, Orisia, ¿y si vemos unos dibujos animados? —preguntó de repente a la niña con voz alegre—. ¿Cuáles te gustan?
—¡Peppa Pig! —exclamó la niña con alegría.
Y ambas se sentaron a ver dibujos en el portátil de Valentyna Petrivna, mientras Sergio Lozar se encontraba en ese momento junto a la puerta del departamento de contabilidad.
Llevaba allí casi un minuto dando vueltas y no se decidía a entrar. Sentía en su interior una extraña anticipación llena de alegría. Hacía mucho tiempo que no experimentaba emociones tan raras, inesperadas y completamente incomprensibles...