Diálogos inconclusos. Inari Masga.

18. Soltar.

Soltar no significa olvidar, y eso es algo que la princesa sabe muy bien; en repetidas ocasiones ha tenido que soltar temas que perdían impacto, personas que se alejaban y gustos que antes disfrutaba...

Imelda miraba nuevamente el río cristalino, el Rey cabalgaba y ella iba en sus brazos; a medida que avanzaban, la doncella comenzó a vislumbrar algunas figuras caminando cerca de la orilla, ¿quiénes serían?

Había un hombre que cargaba muchas herramientas, iba caminando con mucho temor, parecía que le daba miedo el agua, o a caerse; el Rey se percató de la curiosidad de la princesa y la ayudó a acercarse al Inventor. La doncella lo observó con detenimiento, su cabello era lacio y lo llevaba parado, su cara era alargada y llevaba barba de uno o dos días, su ropa era una mezcla de estilo casual con un poco de elegancia; más lo verdaderamente interesante, era su mano derecha, le faltaban dos falanges de un dedo y un cacho de otro, además de una gran cicatriz que se extendía del pulgar a la palma. 

- ¿Estás perdida? - preguntó el hombre sin apartar la vista del río, a través del agua veía el reflejo de la muchacha, ella no respondió, él la miró y de forma estúpida, creyó enamorarse, no era algo habitual el encontrar a una princesa rondando por aquellos caminos, ¿y si él era el afortunado de desposarla? La princesa le miró a los ojos con curiosidad - ¿Qué cargas en esas maletas? - preguntó de manera directa, el hombre quedó impresionado ante tal osadía, en sus veintitantos años nadie le hablaba así de directo, respiró profundamente y se sentó sobre una roca - son mis grandes anécdotas - sonrió, pero en su mirada se veía inmenso dolor - cuéntame - pidió la chica, y así pasaron muchas horas, hablando y escuchando las historias de aquel Inventor; hasta que se quedó sin habla, y ya no había nada nuevo qué decir o contar...

Después de varios segundos de silencio, la incomodidad se hizo presente, y con ella visualizo varias sombras detrás del Inventor, ¿eran fantasmas? El Rey posó su mano en el hombro de la princesa y le entregó un pergamino, ella lo leyó y comprendió que aquel Inventor necesitaba ayuda de los Guardianes, así tomó su postura de autoridad - gula, entra en la maleta - y la sombra más grande se introdujo en la maleta vacía; sin embargo, las demás sombras se encontraban molestas por ser reconocidos por la princesa, uno de ellos comenzó a enfurecer al Inventor y la paciencia de la doncella se agotó - ira, guarda silencio y ve con tu hermano - indicó señalando a la primera sombra - ¿ira?¿me llamaste ira? - preguntó el hombre bastante confundido - tengo que hacerte enojar para que entiendas que debes cambiar - explicó la doncella con soltura, los ojos del Inventor se volvieron cristalinos, comenzó a llorar - no me hagas enojar - pidió, ella suspiró - es lo que debo hacer, usted no entiende por las buenas - encogió los hombros tratando de disimular la obviedad - pero no lo haga, es malo, muy malo cuando me enojo - dijo en un mar de lágrimas, sus manos y su espalda estaban tensas, ella lo miró con lástima; pobre Inventor, había sido una excelente persona y se desvió de su camino, trabajaba en el palacio, y ahora, vagaba cerca del río. El hombre se dirigió al árbol que les cubría y comenzó a golpearlo con los nudillos hasta que logró sacar su rabia; parecía un animal, sin control ni lógica. 

La princesa se sentó en la alfombra que habían colocado en el suelo, junto al río, siendo abrazada por su padre; ambos veían la evolución del Inventor. 



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En el texto hay: experiencias de vida, aventura y fantasia

Editado: 30.03.2022

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