Diario de un guerrero y un herrero - Máleran 3 | libro 3.

Octavo Capítulo - El tratado de los Serotianos.

Tiempo:

9:35am, 9 de agosto de 1945.

Lugar:

Palacio de la Emperatriz Cufia Grabada, Condado de Hijilifi, Continente Ranmer.

 

La guerra de los dos mil había acabado hacía varios meses, la Emperatriz Meyen Bogur y el Emperador Dutur Tolezso pudieron llegar a un acuerdo, el cual había sido a puertas cerradas y entre ellos dos.

Las reuniones entre los dos Emperadores, continuaron mes a mes y había llegado el momento de dejar el secreto de lado y pasar a comunicarlo a los otros cinco Emperadores.

El Galboreal de comunicación de la Emperatriz Cuifa Grabada caminaba rápidamente por el pasillo previo al salón donde se juntarían todos los altos mandos de los siete Condados, Se paró un segundo al frente de la gran puerta suspiro y la abrió lentamente luego de acomodar su corbata. La habitación no tenía ventanas, era similar a un pasillo, pero más ancho, con una mesa rectangular que tenía siete sillas tres a la izquierda, tres a la derecha y una en la punta, estaban adornadas con el escudo de su respectivo Condado y a su vez, a ambos costados de cada silla había otras dos para los cuatro Galboreales que se ocupaban de los asuntos de cada Emperador. 

El Galboreal saludo por encima a los demás asistentes de los Emperadores, eran un total de dieciséis, tomo el asiento al lado del Galboreal de Sociedad los murmullos no cesaron hasta que volvieron a abrirse las puertas nuevamente minutos después anunciarse los respectivos Emperadores que se habían podido presentar, el primero en ingresar fue Dutur Tolezso con su cabello oscuro y corona de plata con una letra M de color blanca que se encontraba unos centímetros de su cabeza suspendida con ayuda de la misma corona, llevaba unos lentes oscuros, no tenia barba y aparentaba unos cincuenta años, detrás de el ingreso la Emperatriz Meyen Bogur, luciendo un vestido muy esbelto de color amarillo claro, casi mostaza. Su cabello rubio estaba recogido en tres trenzas que caían a su espalda y su corona con la resplandeciente piedra violeta. La tercera en ingresar fue Cuifa Grabada tenía el cabello corto con numerosas trenzas formadas alrededor de toda su cabeza y caían hasta el fin de su nuca (eran aproximadamente unas veinte) y al final de cada una tenía un diminuto moño rojo con una pequeña campana que emitían un sonido similar al de dos copas tocándose. Llevaba un vestido corto (parecido a un tutu rosado) y una camisa blanca con saco negro y moño rojo del mismo estilo que los que llevaba en sus cabellos, su corona era muy simple tenía una circunferencia perfecta que rodeaba su cabeza no demasiado ancha de color rosa adornada con tres unicornios de diferentes colores sobre su frente, el Galboreal de la mano derecha tuvo que colocar unos tres almohadones sobre el trono de la Emperatriz para que la niña llegase a la altura de los demás Emperadores, tenia once años de edad. El cuarto y último ingreso en el salón, y el Emperador Sak Látira llevaba un short azul iba en cuero, pero todo su cuerpo estaba vendado dándole el aspecto de una momia, su boca y nariz estaban cubiertos por un pañuelo rojo y solamente podían verse sus ojos azules, el anciano tenía apenas cabello y llevaba su sombrero de copa color rojo, su corona era un trapo rojo que estaba atado a su cabeza las tiras casi llegaban al suelo, el anciano se ayudó con su bastón para llegar hasta el asiento. 

—Damos inicio a la octogésima octava reunión de los siete Emperadores en la tercera dinastía —expresó el Emperador Sak con su voz ronca y cansada pero imponente—, todas las decisiones tomadas serán acatadas por los siete Condados con ausencia de tres Emperadores —los cuatro mandatarios y dieciséis Galboreales miraron hacia su frente admirando los lugares vacíos—.  Bajo el poder que me ha dado Narelam en siendo el primer Emperador de la tercera dinastía en ver fallecer al último Emperador de la segunda dinastía le concedo la palabra a quien nos solicitó aquí, la Emperatriz Meyen Bogur.

—Un placer estar aquí reunidos —dijo Meyen Bogur—, tras la guerra de los dos mil, mi hermano y yo logramos llegar a un acuerdo. Tras eso se nos ocurrió una idea magnífica que con la ayuda de nuestros Galboreales hoy podemos presentarles —la Emperatriz recibió un pequeño sobre de parte de su Galboreal de la mano derecha repartiéndose entre los otros dos Emperadores allí presentes, la niña y el anciano sacaron la carpeta, que tenía un título—, el tratado de los Serotianos. 

Meyen y Dutur esperaron unos minutos a que leyeran los puntos más llamativos del informe.

—¿Quieres que compartamos soldados? —expresó Cuifa Grabada con su voz aguda.

—No solo soldados, Emperatriz Cuifa —exclamó Dutur—, serán la fuerza militar más increíble del mundo. Si pueden ir a la página nueve, allí damos los detalles del entrenamiento que tendrán los Serotianos, gracias a las técnicas de nuestra persona elegida, no es alguien famoso, es más nos costó muchas semanas encontrarlo. Kilip Serotia —la foto del hombre era del cuello para arriba y aparentaba unos sesenta años—. Nos convenció mucho su método de entrenamiento, ya que se enfrentó en uno contra uno ganando a todos los que los que le pusimos en frente. Por favor, Vadashineogak haga pasar a Kilip —el Galboreal de la mano derecha de Dutur salió del salón, abriendo la puerta segundos después ingreso un hombre de tes blanca ojos negros cabello rojo y barba roja tenia una simple remera y un short negro en sus piernas, al hombre le faltaban sus dos brazos, apenas un par de muñones salían de sus hombros. La Emperatriz Cuifa comenzó a reír desaforadamente con una risa poco contagiosa y más molesta que su voz chillona. El Emperador Sak Látira del Condado de Cañalta miró de forma despectiva alzando una ceja.



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En el texto hay: guerra, habilidades sobrehumanas

Editado: 18.03.2023

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